La nueva película de Ryan Coogler nos presenta una mezcla de vampiros y blues en el Delta de Mississippi, combinando el género musical familiar con el terror de lo desconocido.
Recientemente fui al cine a ver la nueva película del director estadounidense Ryan Coogler, titulada Sinners (o “Pecadores”), donde se narra la historia de los gemelos Smoke y Stack (ambos interpretados increíblemente por Michael B. Jordan), quienes regresan a su pueblo en el Delta de Mississippi en los años 30, en plena época de las leyes Jim Crow. Son acompañados por su primo Samuel “Sammie” (interpretado por el cantante Miles Caton, quien al mismo tiempo debuta en la pantalla grande), un joven que aspira a ser músico de blues. Sin embargo, su noche cambia cuando un grupo liderado por el vampiro irlandés Remmick (Jack O’Connell) aparece, por lo que deben enfrentarse a ellos mientras el poder de la música y el terror domina la historia. La película toma muchas referencias del gótico, algo que no sorprende considerando la cantidad de obras surgidas en el sur de los Estados Unidos relacionadas con este estilo. Este género tiene un impacto muy grande en la película, por lo que es necesario conocer un poco su contexto histórico.
Este movimiento literario, surgido en el siglo XVIII, todavía está presente en la literatura de este país, aunque no siempre de la misma forma, ya que se va adaptando a sus alrededores. El género aparece a la par del romanticismo en los Estados Unidos, un momento clave, ya que el país comenzaba a consolidarse como nación (cabe recordar que estos géneros mencionados surgen a mediados del siglo XVIII, más específicamente en el año 1820, 44 años después de la independencia de Estados Unidos). Además, el país comenzaba su gran expansión hacia el oeste, explorando territorios nuevos y desconocidos, sin saber qué peligros podía encontrar en el camino.
También es importante recordar la influencia del puritanismo, siempre presente en la historia del país. Había un código de conducta que dictaba que, al morir, uno sería castigado en otra vida. Existía un miedo a lo desconocido, en especial al bosque, enorme y misterioso, donde se creía que vivía el diablo. Pero el miedo no era solo religioso, sino también político: en Europa se lidiaba con las consecuencias de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, por lo que Estados Unidos temía que alguna invasión o cualquier fallo ocurrido en Europa lo afectara. Había una ansiedad sobre el futuro del país, y sobre su pasado también: ¿a dónde podían mirar para inspirarse? La respuesta era simple: a ellos mismos. Por eso, su literatura gótica es muy psicológica y se enfoca en el análisis de la psiquis, además de destacar la admiración por la naturaleza y su grandeza.
Años más tarde surgiría el gótico sureño, donde autores del sur de los Estados Unidos escribían historias de terror relacionadas con lo grotesco, con una idealización del antebellum, la época previa a la Guerra Civil en la que predominaba la esclavitud. Sin embargo, muchos optaron por enfocarse en algo distinto, utilizando el lugar donde transcurre la historia como un personaje más. Autores como Anne Rice o Harper Lee son algunas de las más conocidas, además de Flannery O’Connor, quien abordaba aspectos religiosos en sus obras.
En esta película, el gótico y la música se mezclan con el contexto histórico: el blues es utilizado tanto como una forma de liberarse de la sociedad opresiva como para atraer fuerzas mayores, algo inevitable, aunque eso lo desarrollaré más adelante.
El director Ryan Coogler también utiliza el blues y la música tradicional como elementos clave en la película: este género, comúnmente llamado “música del diablo” en aquella época, hace exactamente lo que indica su apodo: atrae fuerzas, pero no necesariamente malvadas. No quiero spoilear la escena más importante de la película, pero vale la pena mencionar el impacto que tiene. La música domina todas las escenas: es lo que atrae al villano al juke joint en primer lugar y lo que nos permite entender sus motivaciones, lo que lo convierte en algo más que un simple vampiro. Coogler quiere demostrar cómo la música puede ser compartida años después y seguir generando conexión, ya sea por motivos personales, espirituales, etc.
También vale la pena destacar las actuaciones de todos los involucrados. Cada uno de los actores que aparece en escena hace un excelente trabajo, pero quiero destacar especialmente a los protagonistas Michael B. Jordan y Miles Caton, quienes aprovechan cada minuto para demostrar su talento y versatilidad. Igualmente, merecen mención Wunmi Mosaku y Hailee Steinfeld, quienes transmiten emoción y gran potencia en sus escenas.
La banda sonora merece ser destacada. El compositor sueco Ludwig Göransson demuestra una vez más su talento en esta quinta colaboración con el director y su protagonista. Su mezcla de blues con tintes de heavy metal y música country convierte el soundtrack en una obra maestra. Además, al ver la película uno nota lo bien hecha que está y lo esencial que es: hay momentos en los que el ritmo acompaña directamente a los personajes, ya sea cuando cantan o simplemente cuando encienden una vela. El compositor, recientemente ganador del Oscar, prueba una vez más el valor de la música y su influencia en diferentes géneros.
Sinners es una de las películas más exitosas de 2025, además de ser una de las producciones originales más destacadas de los últimos diez años, algo especialmente relevante en una época marcada por remakes o reboots de clásicos. Coogler demuestra que, utilizando elementos conocidos, se puede crear algo incondicional e increíble. Te gusten los vampiros o seas un melómano, recomiendo darle una oportunidad a esta película y adentrarte en un mundo lleno de símbolos e historia.