Con la metáfora de Venezuela como una mujer, y de la saudade o morriña que implica el destierro no deseado, este músico venezolano ha compartido y acompañado ese “despecho” con su público —anhelante como él— por el terruño y por dejar una historia de amor genuina, indeleble y eterna con el país de origen, en la letra de sus canciones, con las cuales se han identificado miles de jóvenes venezolanos en su fase de replantearse y construirse una nueva vida en otras latitudes.

La situación sociopolítica y económica de Venezuela en los últimos 20 años —y en especial de los últimos 12 o 13 años— trajo como consecuencia el exilio continuo y masivo de millones de venezolanos —que hoy día se calcula en aproximadamente ocho millones de personas— distribuidos por todo el mundo. Mayoritariamente, esa masa de migrantes ha elegido destinos dentro del propio hemisferio, siendo los principales Estados Unidos, Colombia, Chile, Perú y Argentina, además de otros como España y Portugal en el continente europeo. Es muy probable encontrar nativos venezolanos en los cuatro puntos cardinales del planeta y en geografías tan distantes como Islandia, Australia, Costa Rica y Uruguay.

Además, por haber sido Venezuela en las décadas de los 50, 60, 70 y 80 un país atractivo y receptivo para migrantes europeos que huían de la pobreza de la posguerra y del franquismo, y que veían en el país petrolero una nación rica y emergente, existen en Venezuela muchos descendientes de italianos, españoles y portugueses que, debido a la aguda crisis política entre 2015 y 2020, eligieron emigrar a los países de sus abuelos con un pasaporte que les facilitaba su reinserción en la Unión Europea.

En su mayoría, esos jóvenes nacidos y criados en Venezuela no decidieron por sí mismos emigrar, sino que siguieron a sus padres y núcleo familiar, o bien se sumaron a la tendencia del exilio en aquellos difíciles años, en los que la situación política y la inseguridad personal fueron el impulso para decidir salir de su país.

Ese hecho de emigrar los llevó a un proceso transitorio de adaptación, descubrimiento, resiliencia y sobrevivencia, en el que se truncaron muchos proyectos personales de miles de jóvenes venezolanos, y en el que sus códigos y modismos se diluían en la jerga diaria de su nuevo entorno de residencia.

Toda su vida en una maleta o valija, que junto a su familia o en solitario tuvieron que comenzar de “cero”, y donde el duelo migratorio los acompañó siempre. En ese desarraigo geográfico, uno de sus patrimonios era su música y su sentir como personas obligadas por las circunstancias a mudar de vida. El hilo conductor, en muchos casos, fue la música. Algunos de esos jóvenes eran músicos que —como cada uno de ellos— estaban también atravesando eso que llaman el duelo migratorio. Porque duele mucho arrancar las raíces de su suelo y replantarlas en otro terreno muy distinto.

Varios son los nombres de esos músicos que también vivieron el desarraigo, y uno de ellos, que lo sintió en carne propia, es el cantante conocido como Danny Ocean.

Él es músico y además diseñador gráfico. En su apartamento de Caracas, donde vivía con su madre, componía canciones en su cuarto, que vieron la luz cuando, recién exiliado, sintió todo el peso de ese duelo migratorio y de sus consecuencias: lejos de su casa, de su familia, de sus amigos del colegio y la universidad, y de amores incipientes.

Si prestamos atención a sus letras, en ellas encontramos el tratamiento de Venezuela como una mujer y de sus recuerdos como joven caraqueño en su ciudad. Muchas de sus letras mencionan la desilusión que siente por el abandono involuntario, en analogía con un rompimiento amoroso amargo con su país. También expresan el anhelo de lo vivido, la añoranza de su crianza y de lo cotidiano en la vida de los niños, adolescentes y jóvenes venezolanos: ir al colegio, pasear por sus calles, recorrer la hermosa geografía de un país que es a la vez caribeño, amazónico, andino y llanero.

En una de las canciones de su último lanzamiento hay un tema titulado “Crayola”, en el que describe el tricolor de la bandera venezolana —amarillo, azul y rojo—, que acompaña con frases alusivas al azul del mar en las costas venezolanas, al amarillo del sol y al rojo del que busca deslastrarse, color que identifica al régimen chavista, en el poder desde 1999.

Como él, miles de jóvenes nativos de Venezuela radicados en distintos lugares del mundo se sienten llenos de dolor, frustración, anhelo, ilusión y añoranza de su jerga y modismos, por haber tenido que vivir ese “exilio involuntario”.

Por ello, sus letras han acompañado a esos chicos que empezaron una carrera técnica o universitaria en su país, pero que la situación los obligó a interrumpirla y no poder culminarla. O a aquellos recién egresados que debieron guardar su futuro promisorio en una valija o un cajón para lanzarse a la vida y desempeñar oficios que les permitieran sobrevivir en tierras lejanas.

Esa identificación es lo que despiertan las letras de Danny Ocean en esos jóvenes dispersos por los cuatro puntos cardinales, que llevan y mantienen sus raíces venezolanas, junto con su gastronomía y su música, por doquier.

Es casi un sentimiento nacional el reflejarse en las letras de Danny Ocean: un consuelo ante la ausencia del terruño, del tricolor y de su manera de hablar.

Por esto, el emergente y paulatino éxito de Danny Ocean bien puede deberse a que los “chamos venezolanos” identifican sus letras con lo vivido por ellos y con su proceso de adaptación, resiliencia y aceptación de seguir adelante, sin olvidar jamás de dónde vienen.

He aquí parte de las letras de dos de sus canciones de su último disco: “Crayola” e “Imagínate”.

Parte de la letra de “Crayola”:

Voy a agarrar tu nombre entero y convertirlo en todos mis versos
Voy a apretarte los cachetes e ir de una a zamparte esos besos
Yo aún no entiendo cómo 'e lejos tú me causas ese mismo efecto
Yo te extraño tanto por dentro y ya no es un secreto que

Es que, mami, tú
Tú me tienes viendo colores
Amarillo sol, ojos de girasoles
Azul playita y caracoles
Te queda lindo el rojo, mientras no me traiciones
Estrellita, ¿dónde estás?
Ojalá no seas fugaz
Cuando yo te vuelva a ver
Voy a darte amor y hacerte la paz

To el mundo te quiere, to el mundo te adora
¿Alguien como tú por qué está bailando sola?
Tú me pintas la vida, pareces Crayola
Te escribo poemas, te canto la zona

Es una canción con alusión directa a Venezuela, en la que expresa su anhelo de volver, su amor por el terruño y su pertenencia al país, así como la situación histórica que ha vivido él y millones de venezolanos.

También en la canción “Volaré”, su jerga venezolana se expresa muy bien:

Volaré contigo, mami
Bailaré contigo
Te amaré por siempre
Aunque no estés aquí conmigo, oh-oh

Me pones romántico
Y eso que estás del otro lado del Atlántico
Bambina, se siente fantástico
Te mando un beso elástico

Yo voy, tú ven, tú ven, yo voy
Tú me traes Nutella, yo te enseño Savoy
Tú tan playa Positano, yo tranquilo Morrocoy
Hey, quiero ser tu Babylon boy

Y, así como esa, tiene “Imagínate”, en donde presenta a su país:

Cuando pueda volver, quisiera llevarte a Los Roques
Mami, yo tengo un pana que nos va a cuadrar el bote
Que conozca mis mares, su cielo y todos sus colores
Quiero caerte a besos, besos y bailar toda la noche, oh-oh

Desde 2017, con su tema “Me Rehuso”, que lo identifica a él y a miles de sus fieles seguidores compatriotas en todo el mundo, ha logrado darse a conocer y componer lo que siente en su jerga venezolana, donde los modismos de su tierra siempre tienen lugar en sus canciones.

Y este testimonio lo hago desde un profundo conocimiento de causa, porque tengo una hija que ha encontrado en las letras y canciones de Danny Ocean un conector de su condición de emigrante y un enclave para sentir ese rocío idiosincrático de su país, que se ha dibujado y ganado un lugar también en su país de residencia.

Porque cientos de miles de jóvenes migrantes venezolanos son hoy en día un producto de fusión entre lo que eran cuando vivían en su Venezuela y lo que se han convertido al vivir y ser parte de otro país. Es reconocer su jerga nativa dentro de su habla actual, en otro idioma o en el mismo, pero con múltiples acentos y palabras distintas.

Todo eso hace grande a este joven músico venezolano, que reivindica de dónde vienen y que pasa a ser un sello indeleble, se encuentre uno donde se encuentre.

Ha sido una especie de bálsamo cultural, donde tantos chamos (jóvenes) se refrescan y sonríen al recordar su etapa de crianza y primera juventud, y al igual que Danny, sienten un enorme anhelo de “volver a casa”, aunque sea solo de visita a la casa de mamá. Porque Venezuela es su sello de origen, su madre geográfica y ese lugar común donde se reconocen entre ellos: en sus actitudes de fortaleza, valentía y capacidad de resiliencia para germinar en otros suelos, aunque la semilla venga de muy lejos, de ese amarillo, azul y rojo con siete estrellitas en el medio, que todos ellos aman y recuerdan.