Mientras que en la costa o la sierra la literatura parece ocupar un espacio autónomo, específico, en la región amazónica los libros se identifican más abiertamente con la noción de cultura, o más bien, con la necesidad de entender otras culturas.

Parecería que, en efecto, en la costa y en la sierra de Ecuador el proceso de modernización ha convertido el trabajo del escritor en una cuestión muy limitada, orientada a la expresión estética o a la tarea periodística. Obviamente, existe ya una amplia producción textual, sobre todo académica, dedicada a la investigación científica. Por mi parte, prefiero no trazar fronteras muy marcadas entre los textos que circulan: basta, creo, que sea interesante desde algún punto de vista para que sea digno de leer. Esta disolución de la escritura en la cultura se aplica, no obstante, con mayor claridad en la relativamente escueta literatura amazónica. Un lector curioso trata de informarse de «todo» lo que concierne a la Amazonía a partir de una aproximación a sus libros.

¿Por qué avanzar, entonces, sobre los textos de poesía y los cuentos, entonces, y no hacerlo sobre la historia o la antropología? Prometo intentar una lectura más diversificada en el futuro próximo, pero en este caso, la poesía de Khira Martínez me pareció lo suficientemente rica estética y éticamente como para comenzar por ahí. Esta poeta, como señala el título de su libro, intenta una exploración esencial de lo que significa la Ayahuasca, que entre los shuaras se denomina Natem. Martínez, nacida en Macas, se acerca a los shuaras a través de esta experiencia sagrada y, aunque su registro es más amplio, indudablemente esta traducción del mundo shuar al mundo moderno es de sumo interés. Escribe Martínez:

No solo soy un jaguar,
soy una civilización arraigada en las cascadas
ha llegado el tiempo de que una nueva generación
repueble el valle que siempre nos ha pertenecido.
Mestizaje inadmisible,
la muerte fue perfeccionando.

La coexistencia, sin duda problemática, entre los colonos de cultura europea y los pueblos de la selva, entre ellos los shuar, suscitan las mismas preguntas que se hicieron los primeros europeos que llegaron a América. Frente a la avanzada del progreso -de la civilización occidental- lo que queda es, como sabemos, la subyugación de otras culturas y la destrucción de la naturaleza. En principio, cabría relativizar la centralidad de la civilización Occidental, sin desmerecer sus virtudes. ¿Es posible, por lo tanto, que un pueblo posea dos o más culturas, como se posee dos o más lenguas? Por supuesto que es posible, siempre que se fundamente la coexistencia en una ética-política que no niegue ninguna de las variantes de la experiencia humana. Hace 50 años existían 50 mil lenguas en el mundo; hoy son 10 mil; en 50 años la previsión es que queden solamente 1.000 lenguas. ¿Se puede evitar semejante homogenización cultural?

En Lengua de Tayos, selección llevada a cabo por Alexander Ávila Álvarez y Maribel Martín Mompié, se recogen poemas y relatos de la provincia de Morona Santiago, suya ciudad, Macas, es una de las más antiguas del Ecuador. Como nos contaba el mismo Alexander cuando pudimos conversar con él, existe una división entre los colonos de cultura europea y los shuar. Esa división incluso es geográfica, pues la zona urbana es habitada sobre todo por los colonos y la zona rural por los shuar. Leyendo la poesía y los cuentos de los autores antologados, se puede apreciar también una diferencia entre lo que escribe un colono y lo que dice un shuar. Escribe Julio Morquecho:

Jamás fui mi nombre
y hasta el día de hoy
creo llamarme de cualquier
otra forma.

Tantas veces muerto
tantas veces vuelto a la vida
Lázaro es un niño ante mis ficciones.

Por su lado, escribe Raquel Antun Tsamaraint:

Mujer de la selva soy,
entre lianas y hojas nací,
mis pechos, cual dos calabazas
con el vaivén de mis pasos meciéndose van.

Tomando brebajes en la hondonada,
junto a grillos, sapos y serpientes
llamo al dios Ayumpum:
«ven dios de la Guerra,
bendice mis pechos,
para amamantar guerreros del sol».

Mujer de la selva soy,
y junto a mis dioses
volveré a nacer.

He aquí que mientras el poeta Morquecho se refiere a Lázaro, Raquel Antun habla de Ayumpum, sobre el cuál se aclara en una nota al pie que es el dios de la guerra. Resulta que tenemos muy contiguas dos teologías; y que en los dos casos se trata el tema de volver a nacer o resucitar. Claro, en el caso de Raquel, volver a nacer está ligado a dar batalla: no resultaría gratuito pensar que dar batalla y volver a nacer significa enfrentarse al colonizador. Y, no obstante, el poema que leemos está escrito en español. O al menos no se dice que sea una traducción del shuar.

Nuestro país, como otros países de la región, no sólo debe hacer frente a la globalización, con sus enormes fuerzas políticas y económicas que debemos enfrentar y no negar, sino que además corre la suerte de vivir un proceso de desintegración interna, no producido solamente por la violencia del narcotráfico, sino por un enfrentamiento entre culturas. Cabe, en ese sentido, apelar al buen juicio de quienes han vivido inmersos en una u otra cultura para buscar los medios de aproximación entre una y otra, no de aislamiento y menos de enfrentamiento. En el Ecuador se hablan 12 lenguas y, por lo tanto, es sensato que quien habla una lengua distinta del español o del quichua, se empeñe en seguirla hablando. Ahora bien: no tiene sentido que se enseñe las doce lenguas en todo el territorio nacional. Lo lógico es que se haga fuerte en el territorio en el que existe por medio de programas bilingües. De ahí que no tiene sentido desligar la educación intercultural del programa general de educación: tiene que formar parte del programa nacional.

La Amazonía es un territorio relativamente inexplorado, sobre el que, sin embargo, se ha ejercido una explotación brutal del petróleo y, en los últimos tiempos, de la minería. La mera existencia de los pueblos originarios es una riqueza humana para toda la cultura universal: sus mitologías y su historia; su relación con los animales y las plantas…Vivimos una época muy sombría, como otras, en las que se privilegia únicamente la ganancia inmediata. Si tuviéramos una perspectiva más amplia, menos dominada por los placeres superfluos y por la moda, prestaríamos una mayor atención a todo lo que significa el mundo amazónico. Comprenderíamos, en realidad, que muchas de las probabilidades de nuestra sobrevivencia se encuentran en lo que desconocemos de ese mundo.