El vínculo entre la sabiduría universal y el Estado Universal de la Tierra es inseparable. No puede existir una humanidad organizada en un Estado Universal de la Tierra sin una ciudadanía que posea sabiduría universal. El «Estado Universal de la Tierra» representa el nivel más alto de organización, reflejando el nivel más alto de realización del ser humano. Por lo tanto, nos encontramos con la siguiente pregunta: ¿qué es primero, la «sabiduría universal» o el «Estado universal de la Tierra»? Esta pregunta nos lleva a los fundamentos, es decir, a la esencia universal.

En el nivel de la esencia universal, podemos preguntarnos: ¿qué es primero, la energía o la materia? Si consideramos que la esencia universal es la unidad inseparable de energía y materia, estos dos elementos forman una unidad y, juntos, constituyen sistemas. Así, la existencia del «Estado Universal de la Tierra» refleja la existencia de la sabiduría universal. Que aún no se haya constituido a nivel planetario significa que la sabiduría universal tampoco se ha establecido a nivel planetario. Por ahora, este es el camino que se vislumbra para la humanidad.

La humanidad de hoy busca la paz, pero su búsqueda a menudo termina en conflicto porque aún no ha logrado su integración. Actualmente, las organizaciones internacionales tienen sus propios planes para alcanzar la paz mundial. Cada plan fracasa porque no posee la fuerza suficiente para integrar a la humanidad. ¿Dónde se encuentra la fuerza suficiente para integrar a la humanidad? Esta fuerza reside en los valores universales, que hasta el momento no se están utilizando.

Los planes actuales de integración de la humanidad se basan en el poder económico y en el poder de las armas de destrucción. El poder económico gestiona la materia y el poder de las armas la destruye. Ni el poder económico ni el poder de las armas son suficientes para integrar a la humanidad. La integración de la humanidad requiere fuerzas superiores que se encuentran en los valores universales. No se pueden dominar las fuerzas espirituales con las fuerzas físicas. Las fuerzas físicas tienen una jerarquía distinta a las fuerzas espirituales. Si aplicamos las fuerzas físicas para integrar a la humanidad, simplemente no lo lograremos debido a su debilidad, por ello, su aplicación resulta en destrucción. Esta destrucción se manifiesta en conflictos globales.

Aunque se tenga la certeza de que los valores universales constituyen la fuerza suficiente para integrar a la humanidad, la propia humanidad no está preparada para gestionar los valores universales, lo cual no significa que esté condenada a la autodestrucción. La primera tarea es preparar a la humanidad para que pueda regirse por los valores universales. Hoy en día, el primer paso para preparar a la humanidad es abrir la mente a las leyes de la naturaleza y del universo.

Primero es la realidad, y luego la mentalidad humana. No se puede adaptar el mundo a la mentalidad humana, es la mente humana la que debe adaptarse e integrarse al mundo, a la realidad. La realidad está regida por principios y leyes universales. Estos principios y leyes universales dirigen el movimiento de la energía, que tiene una dirección descendente, desde una energía mayor a una energía menor. Los principios y leyes universales conforman una jerarquía que refleja el orden de la naturaleza y del universo. Este orden universal debe ser aprendido por la humanidad.

El universo es el entorno de vida de la humanidad. Todo ser vivo tiene su entorno de vida y está obligado a reconocerlo, comprenderlo y adaptarse a él. Para su supervivencia, la humanidad está obligada a entender e integrarse a su entorno de vida, que es el universo. En este proceso de entendimiento e integración al universo, se han creado concepciones del mundo a lo largo de la historia en forma de mitos, religiones y ciencia. Ahora, en pleno siglo XXI, necesitamos de la filosofía para entender los principios y leyes del universo y para construir la sabiduría universal equivalente a la concepción del mundo.

Si la humanidad fuese una sola persona, lo entendería en el momento y cambiaría la dirección de su destino, optaría por cultivar los valores universales. Sin embargo, las personas se mueven por fuerzas sociales, políticas, ideológicas, religiosas y racionales. Este conjunto de fuerzas está en movimiento, determinando el sentido multidireccional de la vida humana. No se puede detener este movimiento multidireccional de un momento a otro, cada movimiento tiene que llegar a su fin por agotamiento. Mientras tanto, de acuerdo con las leyes de la selección natural, las mentes más aptas, las que pasarán a la trascendencia dando continuidad a la humanidad, elegirán los valores universales. La fuerza superior de los valores universales sigue el orden universal y, por lo tanto, rige la vida humana.

Se puede afirmar que la humanidad de hoy está regida por las leyes universales, incluso cuando los humanos nos atribuimos la autoría de nuestros actos. Esta atribución es solo una forma de entender, basada en nuestra concepción del mundo que hemos construido. La concepción del mundo que rige la vida humana actual pertenece a siglos pasados, por lo tanto, es inapropiada para el siglo XXI, para la era del conocimiento, para la era de la integración universal. En el ser humano, las ideas determinan las acciones, por lo tanto, las concepciones del mundo desfasadas determinan las acciones erróneas que nos llevan al fracaso. El fracaso de la humanidad se refleja en la crisis global, social y personal. La salida a esta crisis es la actualización de la concepción del mundo basada en los principios y leyes del universo.

La actualización de la concepción del mundo acorde a nuestros tiempos equivale a la formación de la sabiduría universal. La sabiduría universal está sustentada en la razón universal, la cual se sustenta en la verdad universal. La verdad universal se basa en los principios y leyes del universo. Por tanto, la verdad universal es un valor que tiene el poder de integrar a la humanidad. Esta integración de la humanidad se materializa en la formación del «Estado universal de la Tierra».