Los tres puntos seguidos nos dan la larga estancia de lo posible. Cuando marco «…», mi vida entera es un puño de posibles. Es como la invención de lo que puedo decir y hacerlo realidad. Es la poesía de la vida moviéndose. Llevándonos con ella a parajes sinuosos, claros o plácidamente. Ejemplo:

El mar tiene su oleaje casi perfecto, con formas increíbles para imaginar, recrear…

Las montañas son intrépidos flamencos husmeando las raíces, y son troncos como arbustos de colores intensos que evocan encima de sus faldas, un amanecer, un atardecer…

Casi siempre los días llevan un punto de dirección, de ocaso y norte. Un punto seguido, constante y perenne hasta formar ese paredón al que llamamos rutina. La línea sigue y seguimos detrás de ella.

Pero debe existir un punto medio, corto, pausado… donde la ranura se haga circular, se desdoble y tome un rumbo dispar. Conviene su entalle, pero con docilidad sin que haya ruptura. Esos días fragantes hacia ningún punto son los que modifican nuestra existencia, le dan perpetuidad, oxigenación, brillo, calma y naturalidad.

Dejar que el trazo tenga su ocio, su vuelo imaginario hacia la nada. El reposo de una guarida, en un cuarto, el mismo u otro. Rescatarse del tiempo, alargar la siesta o respirar la madrugada. Aventurarse por un minuto a la disidencia, por un día, un mes o un año. Que imaginarse sea la prueba anterior porque sigue. Peinarse distinto, tan adentro que pensemos diferente.

Desenfocarnos sin presentimientos. Buscar el mar, caminar descalzo, dejar que la sal predomine los espacios diminutos. Probar la luz, la lluvia, la noche y las contrariedades.

Soltar el miedo, los.
Desgajar la idea.
permitirse negar una mayúscula
porque hay de más
reglas, rutinas minúsculas en el mundo
y sin punto

Creer y estirar las piernas al amor, volver a cruzarlas y seguir caminando. Encontrar la frescura de la fruta en el paladar del beso dado, abierto, sediento… nada de besos piquito como si el corazón dilatará silencioso y más bien quiere estallar. «Analizar» de a poco y que nos deje imaginar. Analizar por ejemplo la pobreza que irradia como un sol quemante. Analizar el hombre cuerpo que ronda como zombi sin espíritu. Analizar dónde estamos como mujer batallando derechos sin solo vociferarlos, escribirlos, o recitarlos. Y dejemos un poco ese analizar necesario de todos los días. Por aquello, que nos permita seguir en medio de tanta injusticia.

Ahí, vienen los tres puntos del día, de la vida, del sentido por la vida. Detenerse cuando el paso no dé y esperar con probidad. Masticar las palabras como esa que cito antes del punto y que a veces no entiendo si el mundo la entiende.

Parece enigmático. Pero no lo es. Es saber parar como una coma y luego seguir sin rumbo fijo hacia… donde queramos ir, sea dentro de nosotros mismos, detrás de otra huella, dejar la comodidad, enfrentarse a nuevas decisiones, emerger como diosa o como dios marino ante tanta servidumbre, quitarse esa ropa que ya no sirve y nos deja algún dolor, y que todos los dolores sean solo sombras modestas que nos mejoran la luz, la acentúan, y le dan más brillo. Alegrarse sin razón alguna. Porque al detenerse y mirar lo nimio es un maravillarse de lo cotidiano. Siempre mirar por todas partes. Siempre sentir todas las sensaciones, Siempre imaginar todo lo impreciso y lo hermoso como si fuera posible.

Viajar con nuestra mente activa desde ningún punto es sano. Porque no siempre los caminos con dirección la tienen y si son fijos, son aburridos, incómodos, monótonos…

El doblez se necesita para regresar. Regresamos con la línea y los tres puntos que siguen a la siguiente historia.