Ser fue el verbo más antiguo del humano y del universo.

El ser humano se gesta en nueve meses y cuando nace carece de autorreferencia existencial, no es más que un conjunto de células y energía hasta llegar a la quinta semana.

El cerebro del bebé comienza a retener información en forma de imágenes, creando así una base de datos a la que acudir para reconocerse.
Pues todo nace de la idea.
Los antiguos llamaban Logos a la idea o el pensamiento de la mente de Dios.
Los herméticos llamaban Logos a ese ser que lo unificaba todo.

Se considera que el universo es un ser que pulsa ideas.
El pulso da la posibilidad.
El impulso da la experiencia que más tarde se convierte en sabiduría.

Una idea existencial manifestada en el tiempo y el espacio.

Nosotros nos ubicamos en la tercera dimensión, una perspectiva con profundidad.
Nos encontramos en lo diverso, allí donde el universo se divide para reconocerse, al igual que el bebé.

El universo hacia dentro existe, hacia fuera es.
La diversidad se fragmenta creando distintas versiones que se repliegan sobre sí.

Si contemplamos la diversidad desde el inconsciente se genera polaridad, positivo y negativo.
Si contemplamos la diversidad desde el consciente se integra como una parte de lo eterno.

El universo es eterno.
El diverso es tiempo y espacio.

Lo que nosotros entendemos por tiempo son percepciones del movimiento del espacio.
Realmente el tiempo no existe, sólo existe la materia transformándose a sí misma.
El espacio es la construcción energética de vibración que surge a partir del universo.
Realmente el espacio no existe, es una percepción que cuando comienza a estructurarse da impresión de tiempo.

Desde la visión humana el espacio es todo aquello que tiene tres dimensiones, alto, ancho y profundo. Al medir la materia entendemos que el movimiento o degradación de esta se denomina tiempo.

Desde la visión universal el tiempo es el momento de empezar la experiencia, manifestar el proceso.
El espacio es la capacidad de experimentar ese proceso.
El tiempo lo expresa.
El espacio lo vive.
En medio surge la onda vibracional del ser, que atraviesa tiempo y espacio creando la energía que más tarde será materia.
Materia que somos todos, y es el mundo.

Cuando uno entiende que sencillamente el universo es y nada más, se libera del juicio y deja ser.

Para el universo lo soy todo, no puedo decir «soy esto o soy aquello».
No soy lo que ves, ni lo que escribo, lo que soy ahora es simplemente un estado vibracional de lo que realmente soy.

Un ser humano transita diferentes etapas y todos esos procesos forman parte del ser.
Por eso cuando juzgas te juzgas, solo puedo mejorar el aspecto que expreso.

El ser es trino como el agua y se compone de cuerpo, alma y espíritu.

Propongo amar y respetar el proceso por el cual se camina.
Aceptar el mundo tal cual es, a un bebé se le acepta el llanto, el pataleo, y el grito.
A la humanidad inconsciente que nos rodea se le juzga con agresividad y soberbia.
No podemos construir un mundo futuro en función del odio al presente.

Comprender que la humanidad está pasando por un proceso infantil y todavía no tiene herramientas para actuar de otra manera.

Visionar el proceso planetario.
Nosotros hemos pasado por momentos inconscientes, hemos hecho daño, nos hemos enfadado y nos hemos deprimido muchas veces.

¿Por qué cuando la humanidad grita, mata y controla, en vez de juzgarla no la educamos?

No hace falta que nos queramos todos, hace falta que nos aceptemos sin expectativas.

No espero ver el paraíso en la tierra, acepto a la tierra y en coherencia me acepto a mí mismo.
Así transformo el mundo.