Uno de los temas fascinantes para la investigación es conocer qué es el destino, cómo se origina, por qué sucede inevitablemente. Lo cierto es que hasta hoy la ciencia no encuentra una respuesta. En la vida cotidiana ante un suceso inesperado, cuando no encontramos una explicación decimos que son cosas del destino. En el plano de la evidencia empírica todo es predecible, por ello, se anula el destino. A nivel de la ciencia, con el conocimiento de una ley científica un fenómeno es predecible, también se anula el destino. En el plano de una realidad compleja donde la ciencia no cuenta con las leyes, aparece lo impredecible, y como no tiene explicación aparece la aceptación del destino. ¿Qué ocurriría si se conociese las leyes de dicha realidad compleja? Seguro que también los sucesos serían predecibles, siendo así, también se anularía el destino. El problema es que con el método científico no se puede demostrar los sucesos de una realidad compleja. Es un problema porque es la limitación del método científico, pero no del conocimiento humano. La ciencia trabaja con leyes específicas que no tienen alcance a realidades complejas. Lo cual no indica que las realidades complejas no tengan leyes, las leyes existen en todos los niveles de la realidad, la evidencia es la presencia del destino.

Según la principal acepción de la Real Academia de la Lengua Española, el destino es la concatenación de los sucesos considerados como necesarios y fatales.

En esta definición está la clave para entender el destino, la concatenación de los sucesos indica la presencia de leyes, y el concepto fatal indica que desconocemos dichas leyes. Siendo así la fatalidad del destino solo se debe al desconocimiento de las leyes. ¿De qué manera el conocimiento de las leyes nos puede evitar la fatalidad del destino? Aquí aparece el concepto de adaptación a la realidad. La adaptación nos lleva a la integración al orden universal y nos da mayor capacidad de conservación. En cambio, el desconocimiento de las leyes nos lleva por la vía contracorriente, contra el destino y sin éxito. Aquí aparece el concepto de fracaso como consecuencia de actuar sin conocer las leyes. Naturalmente, no todas las leyes tienen la misma categoría, existen leyes específicas para fenómenos específicos con las que trabaja la ciencia. Existen leyes universales, principios universales que pertenecen al campo de la filosofía. De aquí surge la necesidad de integrar a la filosofía y la ciencia para resolver los problemas humanos que derivan del desconocimiento de las leyes y principios universales.

El método Princonser (principio de conservación del ser), nos permite entender el destino por medio de la razón universal basado en la esencia universal.

La esencia universal es la unidad de la energía y la materia en continua transformación. Esta transformación es unidireccional, esto determina la concatenación de los sucesos y también es la causa del movimiento y de la unidireccionalidad del tiempo. La evidencia empírica y científica nos confirma esta afirmación. La evidencia empírica es el paso del tiempo del presente al futuro. La evidencia científica es la explicación del tiempo como consecuencia del movimiento, y la explicación del movimiento como consecuencia de la interacción de la energía y la materia, es decir de la esencia universal.

El principio de inseparabilidad de la energía y la materia es la evidencia de la esencia universal presente en todos los sistemas del universo. Hasta en las creaciones científicas del ser humano está presente la esencia universal reflejada en la técnica y tecnología. Si le quitamos la esencia universal abrimos el concepto de imposibilidad, la imposibilidad del vacío, la imposibilidad de la existencia, la imposibilidad de la nada, imposibilidad de la vida y de la muerte.

La energía se rige por el principio de conservación, es indestructible porque no tiene estructura, es intemporal porque puede pasar de un nivel a otro por medio de su integración a la materia. Aquí reside la clave para entender los sucesos y por qué el universo está poblado de sistemas de diferentes niveles. El entendimiento de los sucesos anula el lugar del destino.

La materia tiene estructura y son los sistemas del universo de todos los niveles de integración, desde la más simple partícula hasta los sistemas cósmicos. La materia se rige por el principio de destrucción, por este principio tiende a desintegrarse, por tanto, todos los sistemas son temporales. Por ello, el ser humano siempre ha buscado lo intemporal, lo eterno, lo trascendente, como negación de la temporalidad o negación a la muerte que incluye la negación de la fatalidad del destino. Para superar este problema es necesario entender la ley de la dependencia.

La ley de la dependencia de la energía y la materia para la formación de los entes del universo es válida para nuestra condición humana, ya que también somos energía y materia. Nuestro estrato ontológico de ser energía y materia nos lleva a la necesidad de conservarnos en base a la energía y la materia. Aquí está el origen de la alimentación para restituir nuestra base material biológica. Este proceso se da en el metabolismo que es la presencia de la esencia universal donde se transforma la materia en energía y la energía en materia.

La ley de interacción rige el proceso de transformación de materia a energía y viceversa garantizando la consecución de la esencia universal. La interacción es dentro del sistema y fuera del sistema, por ello, todos los sistemas del universo están concatenados por la esencia universal que se explica por medio de sus principios y leyes. Si no fuese así, no habría interacción universal, sin interacción universal no habría la lucha por la existencia, además sería imposible la vida, porque un ser vivo no puede conservarse consumiendo su propia energía, necesita la energía del medio ambiente. La lucha por la existencia a la vez está regulada por la ley de la integración que permite la conservación de los seres en el universo.

La ley de la integración rige el comportamiento de la energía que tiende a integrarse a la materia. La energía es la causa de la formación de la familia, la sociedad y la humanidad. Para que el sistema sea estable, es necesario que la energía que alimenta sea superior a la energía total que libera el sistema. En los casos en que la energía es inferior, el sistema es inestable y, por tanto, se desintegra. Si conocemos esta ley podemos predecir la temporalidad de un sistema, también su durabilidad, de esta manera se anula el concepto de destino.

La desintegración rige el comportamiento de la materia por su imposibilidad de autoconservación y por depender de la energía está sujeto a su temporalidad y desintegración. Por ello, todos los sistemas se desintegran. La vida en su base biológica también se desintegra, sin embargo, se conserva la energía la que dio origen a la vida y le da fin al separarse, pasando a la intemporalidad. En el ser humano, el pase a la intemporalidad se refleja en la búsqueda de la trascendencia, este es el destino trascendente.

El conocimiento de la ley de la intemporalidad le conduce al ser humano a elegir el destino trascendente. Este intento a lo largo de la historia se ha manifestado en la búsqueda de la verdad, en la búsqueda de los principios del universo. Naturalmente el desconocimiento de las leyes nos ha llevado por caminos equivocados al fracaso, como el caso de los alquimistas que pretendían descubrir el remedio que cure todas las enfermedades y se logre la vida eterna, la intención fue buena pero el camino equivocado, porque la vida es energía y el cuerpo es un soporte temporal. El cuerpo está sujeto a la temporalidad.

Por medio de la ley de la temporalidad se sabe que inevitablemente todos los sistemas se desintegran. La vida como sistema biológico también está sujeto a la temporalidad. El ser humano consciente de su temporalidad biológica utiliza la razón para elegir el camino de la energía por medio de la ley de la intemporalidad para trascender o elegir el destino trascendente.