A Safo se la considera la primera poetisa griega de la que tenemos referencias.
Vivió en el siglo VI ( a C ) en la isla griega de Lesbos.
Platón la bautizó como la Décima Musa.

Era una mujer bella y muy culta, se cree que pertenecía a la aristocracia. Se supo rodear de un grupo de mujeres y hombres jóvenes que se dedicaban a recitar y componer poemas.

Safo formó una escuela con todos ellos en un ambiente de distensión y camaradería. En sus poemas se presenta la pasión amorosa dotada de una fuerza irracional, que provoca en el enamorado celos, melancolía y sufrimiento.

Su casa estaba rodeada de versos y flores a modo de un jardín artificial de sofocante olor, que embriagaba los sentidos, así su alma podía pasear por las ciénagas del pasado que traían a su memoria las más bellas palabras, que se despeñaban por manantiales remotos hasta caer rendidas a sus pies.

En su inspiración podía languidecer de fiebres de melancolía y entrar en un sopor de ensoñación, que la permitía seguir componiendo versos dormida. Su poesía tuvo mucho éxito y muchos seguidores, su ideal era conseguir que el amor perdurara siempre a través de sus poemas, en su obra destacan sus personalísimas emociones y sentimientos diseñados con una estructura peculiar: intervención del solista, coro y solista.

Eran unos versos llenos de erotismo y sexualidad donde proclamaba su forma de entender el amor. Sus ideas avanzadas la llevaron a participar en una conspiración para matar al tirano Pitaco, lo que provocó que fuera desterrada a Sicilia durante seis años. Por medio de su poesía pudo sobrevivir en un clima inhóspito, alentada por sus recuerdos felices de otros tiempos.

Esta poetisa era una mujer muy espiritual que mantenía una gran admiración por la diosa Afrodita, de ahí, que aparece presente en sus versos como una deidad que ayuda a las mujeres a recuperar el amor perdido.

Afrodita en la mitología griega es la diosa del amor y la belleza, su nombre está relacionado con la espuma, representándose como salida de las olas, en todas las imágenes y referencias que existen de ella. Nació adulta, núbil e infinitamente deseable, se decía que sus atribuciones son la delicadeza, la sonrisa, el encanto y la seducción.

¡Cuántas veces el amor nos hace sufrir porque entregamos nuestro corazón a la persona equivocada! Vivimos unos tiempos en que a menudo el amor se banaliza y las relaciones son muy superficiales, porque se tiene miedo al compromiso, a tener que ser fieles a una persona y entablar una relación responsable con proyección de futuro. Muchas veces se alude al amor como una guerra y nada debe ser más opuesto. Para que el amor triunfe hay que ser generosos, entregados, pacientes y muy sinceros, pero, sobre todo, en el enamoramiento tiene que existir corazón y cabeza.

Hay que ser muy cautos a la hora de empezar una relación para hacerlo con la persona adecuada y que no nos hagan sufrir. Siempre partimos de una atracción, un tirón del alma que no sabemos explicar muy bien, tiene mucho de química y de misterio, pero hace que una persona se distinga del resto y haga que nuestro corazón palpite más deprisa cuando estamos cerca de ella.

Pasado ese punto, que puede durar desde varios días a varios meses, habrá que pasar ese sentimiento por la cabeza. Considerar si esa persona por la que sentimos esa fuerte atracción nos va a hacer felices, es decir, si reúne las cualidades que son más importantes para nosotros, si es bondadosa, inteligente, sincera, respetuosa, comprensiva y comparte valores morales o éticos que para nosotros son esenciales.

Una vez, que vemos que estos dos primeros puntos se han logrado, entonces ya debe intervenir la voluntad, es decir, cuidar nuestro amor cada día con detalles y esfuerzo para que vaya creciendo y se fortalezca. Nunca olvidar que el verdadero amor es el que entrega la vida por el ser amado. En eso reside la magia para que el amor dure siempre.

Lamentos de amor

Ven, pues ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple, liberta el alma de su dura pena. Cual protectora, en la batalla lidia siempre a mi lado.

(Safo, Himno a Afrodita)

Herida voy por la pena
rebosante de quebrantos,
por un amor desdichado
que me ha lanzado una flecha
con puntería tan justa
y certera como un dardo.

Una flecha emponzoñada,
tan cruel y despiadada
que ha roto mi corazón.

¡Recuerda, diosa hermosísima,
que a los amantes proteges
porque tú eres toda amor!

Hubo un tiempo en que las lágrimas
bañaron mi blanco rostro
y solo lamentaciones
salían de mi garganta.

Las quejas y los lamentos
llegaron hasta tu reino
de rojo rubí y corales,
y prestaste tus oídos
a mi corazón dolido.

Tú, diosa de los amantes,
te apiadaste de mi voz,
llegaste en un carro de oro
tirado por dos gorriones,
a consolar mi dolor.

II

Desde el comienzo de los días
corrían por el surco de mis venas:
deseos insatisfechos, ansias no saciadas,
anhelos encendidos y punzantes.

Quise encontrar la fuente
de aguas cristalina y mágicas
donde poder bañarme
y poder quedar purificada.

Busqué en los manantiales,
que fluyen como lenguas claras,
el ungüento a mi herida
que sangra lacerada.

Mira mis labios secos
aquellos que en la noche
eran brasa encendida
que alumbraban tu casa.

¡Qué soledad la mía
sin besos, ni caricias,
ni palabras amigas
que consuelen mi alma!