La historia de los judíos en Costa Rica es el resultado de una serie de olas migratorias que fueron precedidas por la tragedia y la persecución, pero a su vez por la esperanza de encontrar un hogar en alguna parte del mundo. Las fuentes ubican la primera inmigración de judíos a Costa Rica entre los años 1561 y 1575 provenientes de navíos dónde venían criptojudíos, o judíos que practicaban el judaísmo a pesar de haberse convertido de manera forzosa al cristianismo. El segundo grupo llegó durante el siglo XIX proveniente de Curazao, Jamaica, Panamá, y el Caribe, llegando principalmente al Valle Central. Como dato curioso, a la ciudad de Escazú se le conoce como «el pueblo de las brujas» porque los viernes por la tarde los inmigrantes judíos realizaban la ceremonia de Shabat, algo que para los nativos del pueblo implicaba brujería, pues no conocían el trasfondo religioso del encendido de velas y el velo utilizado por las mujeres para su ritual. Para el siglo XX, se da la tercera oleada más grande de inmigrantes judíos a nuestro país, principalmente de judíos askenazis, que llegaron entre los años 1927 y 1939; eran personas de escasos recursos que venían principalmente de Polonia en busca de libertad, huyendo de la incertidumbre europea y del nazismo. Existió una cuarta oleada de inmigración judía a Costa Rica entre los años 1941 y 1945 durante el periodo del Holocausto y la posguerra.

Los judíos que llegaron a nuestro país hace más de 70 años, provenientes principalmente de Polonia, Ucrania, Rusia, Austria, Rumanía y Hungría, eran jóvenes entre los 25 y 30 años que vinieron sin dinero en búsqueda de trabajo para poder traer a sus familiares que se habían quedado atrapados en Europa. Fue así como comenzaron a dedicarse a las ventas ambulantes, algo que fue conocido posteriormente por los locales como «polaquear», debido a que eran los polacos los que iban de casa en casa tratando de vender su mercadería, aunque el término preferido por los comerciantes judíos era el de Klapers una palabra en idish y derivada de la palabra Klap refiriéndose al sonido que hacían al tocar la puerta. Esos primeros intentos de encontrar estabilidad se tradujeron en la inserción en la economía, algunos lograron poner una tienda o conseguir trabajos más estables que les permitieron crecer y prosperar.

Al llegar a nuestro país, los judíos se toparon con una sociedad donde la mayoría de sus habitantes hacía un gran esfuerzo para mejorar su calidad de vida, y en dónde la carestía y la necesidad era una constante debido a las guerras y las crisis que habían azotado al mundo, sumado a los problemas domésticos que había en el país y la inestabilidad política que caracterizó la primera mitad del siglo XX, sumado a un sistema económico desgastado que insistía en la exportación de materias primas. Pese a ello, los judíos hicieron grandes esfuerzos para que, en conjunto con el pueblo costarricense, la actividad económica mejorara, poniendo su mejores oficios y esfuerzos para que en su nueva tierra y hogar fuera un lugar seguro, libre y próspero.

Después de conseguir lo necesario para traer a sus familias los judíos en Costa Rica se organizaron inmediatamente para llevar a cabo servicios sociales religiosos y educativos. Es así como, en 1929, se abrió la primera sinagoga ubicada en una pequeña casa; en 1931 se inauguró el primer cementerio judío; un año después, en 1932, surge como primer organismo formal judío en Costa Rica la Organización Sionista, que para 1937, se funde con el Centro Israelita Sionista de Costa Rica. Más adelante, en 1952, inició el movimiento de beneficencia Damas Israelitas, organización de labor social sin fines de lucro y que, hasta el día de hoy, realiza acciones de bienestar social. Ya en 1954 se inaugura el edificio oficial del Centro Israelita Sionista, trasladándose desde el Paso de la Vaca, al Paseo Colón, y seis años después se abre el primer colegio judío de Costa Rica, el Instituto Doctor Jaim Weizman, colegio que hasta el día de hoy mantiene sus puertas abiertas y es el corazón de la comunidad judía de Costa Rica. Años después, y debido al deterioro y ubicación del centro comunitario en Paseo Colón, la junta directiva del año 1999 ve la necesidad de reubicar el centro comunitario; es así como 5 años después el primer libro de la Torá de la sinagoga de Paseo Colón es trasladado a Pavas y es con orgullo, hasta el día de hoy, la locación del Centro Israelita Sionista de nuestro país.

Fue de esta forma que un pueblo, históricamente perseguido y a punto de ser aniquilado en Europa, encontró un lugar en el mundo, pero, sobre todo, un hogar en el que sentirse libre y seguro. Hasta el día de hoy la comunidad judía, forma parte actividad del entramado social, político, económico y educativo de nuestro país, sintiéndose orgullosos de ser costarricenses y a su vez, manteniendo vivos y activos los valores judíos y sionistas, para tratar de seguir aportando desde nuestras posibilidades a la sociedad, a nuestro país y al pueblo de Costa Rica.

Artículo en colaboración con Ariela Schifter Cojocaro, estudiante de octavo año en el Instituto Dr. Jaim Weizman.