Este es el prototipo de mujer más odiado por mujeres y hombres, aunque por distintos motivos. Los celos de las mujeres por la valentía de sus compañeras a ser ellas mismas y a tener poder sobre los hombres se enfrenta al pavor que inflige a los hombres una mujer empoderada a la que desean, pero temen ya que ejerce el poder que ellos usan en su favor en su contra. Acompáñenme en este análisis de sus orígenes, el nacimiento de una mujer que, en vez de temer, nosotras deberíamos considerar un icono feminista y una inspiración.

¿Qué es una femme fatale? De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), son aquellas que ejercen «sobre los hombres una atracción irresistible y peligrosa» (RAE, consultado el 27 de junio de 2021). Este mismo diccionario también relaciona esta expresión francesa con el concepto de la vampiresa: «mujer que aprovecha su capacidad de seducción amorosa en beneficio propio» (RAE, consultado el 27 de junio de 2021). Son caracterizadas, principalmente, por guiarse por la pasión, malicia y el capricho irracional.

Según Bou (2006), los protagonistas masculinos del cine negro eran ejemplos ideales de lo que la sociedad entiende por ciudadanos ejemplares. Son felices con sus vidas mundanas y corrientes, hasta que son interceptados por un primer beso o un cruce de miradas con estas mujeres, las cuales los condenan a obsesionarse con una de estas hermosas y diabólicas, llegando a caer en una especie de caos existencial, del que nunca sabrán salir. Vernant se centró en su obra de 2001 en el personaje de Phyllis, en Perdición (Double Indemnity, 1944), aunque en mi opinión destacan otros personajes inolvidables como Gilda (1946), Laura (1944) o Kitty Pride (1946).

Estas mujeres han sido resultado de las primeras mujeres malvadas de la Historia, aquellas que no se sometían a la voluntad masculina. Eran personas de mente muy abierta, excéntricas y no regidas por las normas encorsetadas de la sociedad. Debido a sus maniobras en contra de los hombres eran caracterizadas como poseedoras de un corazón de hielo, dominantes,1 aunque, cómo no, también grandes amantes. Son parte de los libros más influyentes, en este caso en la cultura occidental, como la Biblia o simplemente las historias clásicas, aunque destacarán especialmente en la Belle Epoque del XIX, considerado este el clímax histórico femenino (Camacho, 2006).

Algunas incluso tienen su propio mote. Se deben resaltar: Dalila, Judith (la «viuda negra»), Jezabel, Salomé (la bailarina «macabra»), Mesalina, Cleopatra (la «mantis religiosa») y cómo no, Lilith, la «primera» de todas ellas. En este artículo nos centraremos en cómo estas figuras eran representadas en el modernismo español, y cómo esto ha afectado a la visión social de la mujer desde entonces. Valle Inclán, dijo de ellas, en La cara de Dios (1900):

La mujer fatal es la que se ve una vez y se recuerda siempre. Esas mujeres son desastres de los cuales quedan siempre vestigios en el cuerpo y en el alma. Hay hombres que se matan por ellas; otros que se extravían…

Estas mujeres «mitad ángel, mitad demonio» fueron especialmente popularizadas en el siglo XIX, sobre todo en la segunda mitad de este (Camacho, 2006). Superado ya el Antiguo Régimen, el nuevo papel social de la mujer se discutía abiertamente. Esto no era para nada común en la Historia, ya que el papel femenino se enfocaba únicamente en su labor como ama de casa y figura sumisa y secundaria a su esposo.

Según Sigmund Freud, contestando a la ensayista Litvak (1979), la sexualidad es el verdadero desencadenante de los actos humanos. La vida marital no estaba incluida hasta este momento en el concepto de sexualidad, ni siquiera relacionada. Dicha idea tan solo era parte de las actividades consideradas tabú socialmente o parte de las formas de vida transgresoras como la de los solteros o de aquellos que vivían en pecado. Es ahora cuando surgen los conceptos de necrofilia, incesto, homosexualidad, fetichismo, sodomía, onanismo, etc. Destaca, internacionalmente la obra de Wilde, The Picture of Dorian Gray (1891). Es en este momento que Verlaine y Baudelaire empiezan a producir, desde un nuevo punto de vista histórico, el concepto de «ídolos de la perversidad» (1994).

La vestimenta, los cosméticos y afeites, los accesorios y reclamos del cuerpo se convierten en símbolo de la nueva feminidad. Son las marcas identificatorias de un tipo de mujer que opta por una vida rebelde, marginal, de clara confrontación con el mundo masculino. Incluso los tradicionales prostíbulos, conocidos ya entonces con el eufemismo de ‘paraísos galantes’, experimentan un cambio vertiginoso con los nuevos aires sexuales que pasan página en el Kama Sutra finisecular (Camacho, 2006).

Pero, ¿cómo se las pintaba o describía? ¿Existía acaso algún código? La cabellera femenina siempre ha sido considerada un símbolo de atracción y también, de muerte (Barrera, 2010). Los prerrafaelitas ingleses fueron los primeros en puntualizar la melena femenina. En Hispanoamérica sería Rebolledo el primero en hacerlo en su obra Salamandra (1919). El hecho que más se destaca es el color del cabello, relacionando a cada tono un significado específico. El color rubio es considerado como el representante ideal de belleza, gracia y dignidad, al igual que la piel blanca como la nieve2 —equiparado incluso con la Virgen María—, tono favorito de los autores del Siglo de Oro español. El color rojizo, relacionado con el diablo y María Magdalena, además de con la sensualidad descontrolada, la traición, lo animal y lo provocativo. El cabello de color negro es el preferido para las femme fatale, ya que es considerado un tono exótico, relacionado con Oriente, los criollos o incluso los árabes. A diferencia del color rojo, a estas mujeres se las relaciona con una sensualidad natural,3 son mujeres terrenales, a diferencia de las mujeres angelicales de color rubio.

De igual forma, cómo adornan su cabello se relaciona con un significado particular (Barrera, 2010): la cabellera trenzada hacía lucir a la mujer como símbolo de fortaleza y relacionado con las guerreras vikingas. En cambio, la cabellera suelta da a la mujer una imagen de peligrosidad, fascinación y al mismo tiempo, genera horror en quien la mira, ya que esta manifiesta un interés hasta erótico, pero no íntimo o inocente, ya que ella está mostrándolo sin pudor. Esta es la razón por la que la femme fatale suele llevar la melena larga, suelta y negra o pelirroja. Algunas de las muchas obras y representaciones en las que aparecen estas mujeres son obras escritas como Cuentos del amor y de la muerte (1929) de Turcios, también en representaciones visuales como Pandora (1896) de Waterhouse o mi favorita, Gilda (1946).

La maravillosa Rita Hayworth interpreta a la fuerte y seductora, aunque sentimental Gilda, esposa del protagonista y objeto de la obsesión de su examante Johnny. No es necesario siquiera conocer la película para reconocer las dos escenas más icónicas: la primera aparición de la preciosa protagonista, con un insinuante salto de cama de gasa que ella misma baja para mostrar sus hombros, moviendo su cabellera seductoramente y el muy falso striptease de la coreografía de Put the Blame on Mame. En ambas escenas, la joven mueve su cabellera o se la acaricia seductoramente, provocando el interés de su esposo y los celos de su examante, que es al final la principal motivación de nuestra femme fatale en esta película.

En conclusión, la femme fatale sigue siendo uno de los prototipos femeninos más llenos de discordia. Su explicitud, su ingenio y su inteligencia hacen temer a los hombres y maravillan a otras mujeres —siempre y cuando no se sientan amenazadas por ellas—. Aunque estas figuras existen en la cultura occidental desde los tiempos de la Biblia, es cierto que fue en el modernismo cuando alcanzaron la cúspide de su éxito. El cine, la pintura y sobre todo la literatura son muestras de ello. La mujer empieza a evolucionar, y pretende, aunque por desgracia a través de la mirada masculina, ir más allá de la dualidad de «ángel del hogar» y «mujer fácil». Estas mujeres eran únicamente representadas por hombres, desde su perspectiva de peligro y miedo por las consecuencias que estas traían a su vida, aunque en mi opinión, la historia sería distinta si fuesen ellas el sujeto de estas.

Notas

1 Algunos creen que ellas podrían ser también incluso las precursoras de las dominatrix en el sadomasoquismo, como expuso un usuario de la revista digital Cuadernos del BDSM.
2 El cuento de Blancanieves (hermanos Grimm, 1812) fue una publicación y reivindicación de la visión masculina para colocar el ideal de belleza en la raza blanca y desprestigiar otras etnias siendo consideradas estas inferiores. Esta fue una de las propagandas racistas y misóginas más exitosas e inflexibles de la historia mundial, afectando aún hoy en día a todas las mujeres de color.
3 Estas mujeres muestran sus pasiones y encantos sin la necesidad de ser amadas ni temidas, no obstante, sí entremezclan estos sentimientos en los hombres.
Barrera Barrios, S. E. (2010). Tesis, La mujer fatal en «Salamandra» de Efrén Rebolledo. Universidad de Sonora, división de Humanidades y Bellas Artes, departamento de Letras y Lingüística. Director/a: Rosario Fortino Corral Rodríguez.
Bou, N. (2006). «I. La femme fatale o Pandora en el oscuro reino del cine negro». Diosas y tumbas. Mitos femeninos en el cine de Hollywood. Icaria editorial, S. A., p. 21.
Camacho Delgado, J. M- (2006). «Del fragilis sexus a la rebellio carnis. La invención de la mujer fatal en la literatura de fin de siglo». Cuadernos de Literatura (Universidad de Sevilla). Bogotá, Colombia, pp. 27-43.
Forajidos (1946), siendo la protagonista femenina Kitty Pride, que es interpretada por Ava Gardner. Funes, J. A. (2010). «La mujer fatal en los cuentos del modernista hondureño Froylán Turcios». Anales de Literatura Hispanoamericana. Vol. XXXIX. Universidad Nacional Autónoma de Honduras, pp. 203-223.
Gilda (1946) siendo la protagonista de este mismo nombre interpretada por Rita Hayworth.
Laura (1944), siendo la protagonista de este mismo nombre interpretada por Gene Tierney.
Litvak, L. (1979). Erotismo y fin de siglo. Barcelona: Bosch.
Montaner Cabrera, A. (2015). TFG: La figura de la femme fatale clásica en la pintura de los siglos XIX y XX. Grado en Bellas Artes, Universidad Politécnica de Valencia. Director/a: Alberto Gálvez Giménez.
Vernant, J. P. (2001). The Universe, the Gods, and Men. Ancient, p. 135.
WhipMaster: «De la mujer fatal a la dómina. Antecedentes y orígenes de un icono BDSM». Cuadernos de BDSM. Núm. 19. Septiembre 2012, pp. 72-98.
WordPress (18 de septiembre de 2014). La «femme fatale» o mujer fatal: figura, destructiva y fascinante, que en una época protagonizó el imaginario erótico masculino.