Durante la semana del 1 al 8 de enero Brasil y en general América Latina estuvo en el ojo de la tormenta política e informativa a nivel mundial. Una multitud de varios miles de fanáticos golpistas de Bolsonaro asaltaron simultáneamente y en un plan perfectamente sincronizado las sedes del Congreso, el palacio del Planalto (Gobierno Federal) y del Supremo Tribunal Federal. Es decir a los tres poderes del Estado y de la democracia. Un hecho sin precedentes en la historia de toda América Latina.

La turba que fue escoltada desde sus campamentos y lugares de reunión por la propia policía del Distrito Federal, actuó dentro de los edificios destruyendo todo a su paso, vidrios, muebles, documentos, equipos y valiosas obras de arte y robando armas y archivos de inteligencia. Lo hizo durante varias horas, hasta que fue desalojada por la Policía Federal, luego de la intervención federal decretada por el presidente Lula. Hubo 1.500 detenidos y ni un solo muerto.

Hasta aquí los hechos. Lo cierto que este tipo de turbas, se produjeron en Francia contra Luis XVI en 1789, dando inicio a la Revolución Francesa y en Rusia en 1917, contra Nicolás II, siempre contra regímenes autocráticos, nunca contra un gobierno elegido democráticamente, y que además había asumido hacía una semana rodeado del calor popular y de un amplísimo respaldo internacional.

La única reivindicación de la turba era el reclamo a las FF.AA. de que dieran un golpe de Estado. Lo que estuvo en juego y en cierta medida lo sigue estando, es la continuidad de los procesos democráticos en toda América Latina, no fue una casualidad que la gran cadena de dictaduras se iniciara en Brasil con el golpe de Castelo Branco en 1964. Se hubiera cerrado un ciclo muy importante y lleno de tensiones en el continente, para iniciar otra época oscura y de imprevisibles consecuencias.

Es bueno recordar que dos años antes, exactamente el 8 de enero del 2020, otra turba, en ese caso de trumpistas, alentados por el saliente presidente de los EE.UU. con iguales complicidades, asaltó la sede del Congreso de los Estados Unidos. Son puntos salientes de una crisis general de la democracia y de emergencia de fenómenos fascistas en diversos países del mundo.

Las manifestaciones de repudio de gobiernos y personalidades llegaron de todo el mundo, pero, ¿es suficiente?

Es claro que la batalla democrática principal se libra dentro del propio Brasil, a nivel político, parlamentario, de la justicia, de la depuración de los órganos del Estado que fueron instigadores o cómplices de la asonada golpista, pero en la región deberíamos preguntarnos como podemos contribuir, ayudar y ayudarnos.

El proceso no solo puede incluir a Brasil, en estos días se vive una degradación democrática en Perú, que ya ha costado más de 50 muertos por la represión policial y una confusa situación institucional, tensiones en Bolivia y la situación de Venezuela y Nicaragua y Haití todas diversas entre ellas pero que muestran fisuras importantes en las democracias de la región.

Ante este proceso múltiple y que alcanzó su clímax en Brasil y los peligros que afrontamos correspondería una ofensiva de las más amplias fuerzas democráticas, gubernamentales, sociales, de la prensa, de la cultura, promoviendo un nuevo gran acuerdo democrático regional.

Un documento que inicie un proceso de debate a todos los niveles sobre la vigilancia democrática y que incluya específicamente señalar y reafirmar el papel de las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, el respeto pleno de las libertades y de los derechos humanos y de la Constitución de cada país.

No alcanza con el horror que produjeron las imágenes del domingo 8 de enero y la explosión de una turba fascista, hay que ahondar en sus causas, en el desprestigio de la política promovido por determinados sectores políticos, religiosos, empresariales para generar fracturas que faciliten acciones golpistas. No podemos retroceder a los viejos y superados años 60 y 70 que tanto dolor le causaron a millones de personas y cuyas heridas todavía padecemos.

No podemos ser simples espectadores conmovidos e indignados, hace falta más, mucho más.

Podemos y debemos apelar a todas las fuerzas democráticas, las más amplias para promover el debate y la conclusión en un documento, una nueva carta de compromiso democrático continental, incluso como un aporte a la defensa de la democracia en todo el mundo.

América Latina, que tuvo una historia tan trágica de feroces dictaduras debe marchar un paso delante de esta crisis creciente de la democracia. Todos los males sociales, las fracturas, las injusticias, se profundizan con la falta de libertades, con la amenaza de la estabilidad institucional y democrática. El domingo 8 de enero debería darle un fuerte impulso a las amplias mayorías nacionales que no están involucradas en estas aventuras golpistas.

Hay un plano de esta batalla que debe considerarse en su especificidad, el papel de las Fuerzas Armadas en Brasil en especial. Es cierto, no intervinieron ante la convocatoria de la turba bolsonarista, pero tampoco dieron muestras, ni en las declaraciones del propio Ministro de Defensa del propio gobierno de Lula de un rechazo frontal ante esta intentona golpista.

El amplio espectro de las fuerzas políticas que apoyan al gobierno democrático, que van de la izquierda, al centro a la propia derecha no golpista necesitan asumir que la batalla por recomponer una relación entre las instituciones republicanas es una acción específica de alta política, pero también de utilización de la firmeza, la planificación de los mandos y la labor de inteligencia. Uno de los mayores venenos que dejó Bolsonaro fueron 7.000 militares en cargos de gobierno, incluyendo parlamentarios.

Un rasgo nuevo en relación a los años 60 y 70 es que el actual gobierno norteamericano no tiene ningún interés en apoyar a los civiles ni a los militares bolsonaristas, porque esto se integra en la lucha contra Trump y su sector ultra derechista de los EE.UU. Pero en el cuadro mundial y en los EE.UU, este plano también está en disputa.

Como información complementaria parece útil analizar los resultados de una encuesta nacional de toda la población de Brasil realizada en las 48 horas posteriores a la asonada de Brasilia:

Encuesta de: ATLASIntel

Población adulta sobre una muestra de 2.000 encuestados con la metodología de recolección de opiniones a través de Reclutamiento digital aleatorio (ATLAS RDR) con un margen de error de más menos 2,0 p.p. y un nivel de confianza para la estimación de margen de error 95%. Período de recolección 08/01/2023 – 09/01/2023.

1. ¿Usted está de acuerdo o en desacuerdo con la acción de los manifestantes bolsonaristas que ocuparon el Congreso Nacional, el Palacio de Planalto y el Supremo Tribunal Federal (STF)?

En desacuerdo: 75.8%

De acuerdo: 18.4%

No sé: 5.8%

2. En su opinión la invasión del Congreso Nacional, del Planalto y del STF por personas que apoyan al ex presidente Bolsonaro es justificada o injustificada?

Completamente injustificada: 53%

Justificada en parte: 27.5%

Completamente justificada: 10.5%

No sé: 9 %

3. ¿En su opinión, el ex presidente Bolsonaro es responsable por la invasión del Congreso del Palacio del Planalto y del STF?

Si: 50.2%

No: 42.7%

No sé: 7.1%

4. ¿Usted está de acuerdo con la decisión del presidente Lula de decretar la intervención federal en Brasilia para restablecer el orden público?

Estoy de acuerdo: 69%

No estoy de acuerdo: 25.7%

No sé: 5.4%

5. ¿En su opinión, Lula triunfó en las elecciones (Obtuvo más votos que Bolsonaro)?

Si obtuvo más votos: 56.4%

No obtuvo más votos: 39.7%

No sé: 4%