Dedicado al Dr. Hernández Prado, al Dr. Hernández Franco y a mis alumnos de Sociología y Filosofía de la UP.

¿De dónde surgen las sociedades? ¿Cómo se forman los Estados? Estás son dos de las preguntas fundamentales de la filosofía política moderna. La filosofía política clásica partía del hecho de que las sociedades siempre habían existido, al igual que el cosmos y las especies animales. El hombre es un ser social, Zoon politikón, ζῷον, πολῑτῐκόν, según el gran Aristóteles, para quien los seres humanos somos el animal político o animal cívico. Desde que hay hombres hay sociedades e instituciones. Sin embargo, la modernidad, en su tendencia por repensar y justificar todo, se tuvo que preguntar por el origen de lo que anteriormente se daba por sentado.

Vale la pena volver a estas preguntas en momentos donde en México la sociedad y Estado se fracturan, producto de los errores y corrupción de la transición liberal y del esfuerzo activo de la actual administración por destruir todo en favor de un presidente pequeño e inseguro atrapado en su propios demonios ideológicos y narrativa. Por otro lado, vemos en el mundo un conflicto entre dos modos de entender el Estado; entre el Estado entendido como una nación en el sentido étnico y un Estado como un ente administrativo.

Hay que advertir desde el inicio que sociedad y Estado no son lo mismo. El Estado es un cuerpo político regido por la ley. Es un sistema de instituciones que ejercen el gobierno y que cuenta con instrumentos jurídicos, militares y policiales para hacer cumplir sus leyes. El Estado es una entidad administrativa no una nación con base étnica. Por otro lado, la sociedad es un conjunto de personas que se relacionan entre sí, que comparten una misma cultura en un espacio o un tiempo determinados. Así que dentro de un Estado pueden existir muchas sociedades y, hay casos, donde una misma sociedad vive en distintos Estados.

La explicación clásica de la modernidad para el surgimiento de la sociedad es el contractualismo. John Locke (1632-1704), explicaba que en un «estado de naturaleza» los humanos no están organizados y son individuos atómicos con derechos y libertades inalienables. Estos individuos son seres racionales y que toman decisiones buscando defender sus intereses individuales a la luz de la razón. Estos individuos descubren que aislados unos de otros corren riesgo de perder sus derechos, libertades y vida, por lo que deciden agruparse y organizarse en sociedades. Para protegerse de agresiones externas e internas de su sociedad los individuos forman un Estado, al entregarle a estas instituciones algunas de sus libertades y derechos bajo la condición de que use su poder para defender a los individuos que lo constituyen. Esta defensa no es solo contra enemigos externos, sino contra agresiones internas y, sobre todo, del poder mismo que el Estado y el soberano tienen.

En Locke la sociedad y el Estado son el resultado de un contrato social libre entre los individuos que la confirman. Es este contrato social lo que da legitimidad a las instituciones, leyes y soberanos que dirigen al Estado.

Muchas críticas, desde distintas tradiciones se han hecho a la explicación clásica contractualista. También se han construido sobre ella explicaciones más complejas. Dos teorías contemporáneas pueden complementar la explicación de los factores que permiten el surgimiento y función del Estado. En primer lugar, vamos a revisar las teorías del filósofo americano Robert Nozick (1938-2002). En su obra Anarquía, Estado y Utopía, Nozick propone, entre otras cosas, su teoría del origen del Estado. Para Nozick un Estado tiene las siguientes características: monopolio del uso de la fuerza, protección universal (para todos los ciudadanos en los límites territoriales del Estado), las únicas funciones legitimas son las de seguridad y protección, policía, ejercito y jueces. Para Nozick todas las demás funciones deben ser cubiertas por la iniciativa privada.

Nozick es crítico de la teoría contractualista de Locke. Por un lado, cuestiona que los individuos den su consentimiento para el contrato social; muchos nacimos en sociedades y contratos ya formulados, el cual sopone da su consentimiento implícito al no salir o cambiar de Estado. Si uno no emigra a otro lugar, argumenta Locke, está dando su consentimiento al Estado moderno. Nozick no está de acuerdo con Locke, pues en muchas ocasiones el ciudadano no cuenta con la posibilidad real de cambiar de Estado. Muchos ciudadanos no cuentan con los recursos materiales y económicos para emigrar y cambiar de Estado.

Por otro lado, Nozick no tiene el mismo optimismo que Locke sobre la racionalidad de los seres humanos. Mientras que, para el filósofo británico ilustrado, los individuos somos seres racionales, para Nozick queda claro que la racionalidad humana es menor y que otras facultades humanas juegan un papel clave en la toma de decisiones y de actuar humano.

Siguiendo estás dos ideas preliminares Nozick describe la formación del Estado como el resultado de un proceso espontáneo. Es el resultado, no intencionado de una serie de acciones aisladas y que no estaban dirigidas a la formación de un Estado. El Estado no es el resultado de un plan bien formado sino un epifenómeno. En ese sentido el Estado es el resultado de una mano invisible política, parecida a la mano invisible en la economía de Adam Smith, bajo una lógica de selección natural evolutiva.

En una primera etapa, según Nozick no existían las organizaciones políticas. Este es el modo en que él entiende el estado de naturaleza, un estado donde los individuos no se han organizado. El estado de naturaleza es peligroso e inconveniente para la sobrevivencia de los individuos, su bienestar, sus propiedades y derechos. Es por esto, como producto del sentido común que dicta que el individuo solo es más vulnerable que uno agrupado, que surgen las primeras asociaciones de protección mutua, pequeñas asociaciones de apoyo en la seguridad. Donde todos ven por la protección del grupo.

Si bien otorgan una mayor protección a sus miembros, les genera una serie de inconvenientes, pues el tiempo y esfuerzo que los miembros invierten es un costo para ellos y no se da en igualdad de circunstancias. Unos invierten más tiempo y esfuerzo en la defensa de otros. Por lo que surge la necesidad de la división de trabajo entre los miembros de las asociaciones de protección mutua y la primera forma de impuestos: unos pagan por que otros los defiendan. Volviendo a las asociaciones de protección en agencias comerciales de proyección.

En un proceso cercano a la competencia económica entre empresas hoy en día, las distintas agencias comerciales de protección estaban siempre en competencia. Intercambiando el pago de impuestos por protección. Esta competencia no fue de modo violento y no terminó, sino que hasta una agencia comercial de protección se volvió la única de ellas, convirtiéndose en un monopolio. Esta agencia comercial de seguridad ganadora termina cubriendo al resto de los individuos incluso aquellos que no eran parte original de él; obligando el cobro de impuestos a la colectividad. Logrando así cubrir las dos carteristas de un Estado.

La Revolución mexicana, después de la derrota del gobierno y ejército federal huertista, y el México post revolucionario hasta el triunfo de Plutarco Elías Calles con el PNR, Lázaro Cárdenas con el PRM y, finalmente la hegemonía de la dictadura de partido único del Partido Revolucionario Institucional, son claro ejemplo del proceso descrito por Nozick.

El primatólogo británico Richard Wrangham, ha dedicado su vida académica a estudiar el comportamiento de los simios, la evolución humana, la violencia, y la cocina. Sus estudios permiten generar una teoría evolutiva del origen de nuestras instituciones políticas. Si seguimos los libros principales de Wrangham podemos formular una teoría biosocial que complemente las reflexiones filosóficas. Las explicaciones de Wrangham se pueden seguir a lo largo de sus tres libros más importantes: Demonic males (1996), Catching Fire (2009) y The Goodness Paradox: The Strange Relationship Between Virtue and Violence in Human Evolution. (2019.)

En Demonic Males, se analiza el tipo de violencia que se observa en los machos tanto de los humanos como de los chimpancés. El método de Wrangham y de la sociobiología evolutiva, es analógico o abductivo y cuando se busca entender el origen evolutivo de nuestra sociedad hay algunas fuentes a las cuales recurrir: registro fósil, el comportamiento humano actual y lo que vemos en los chimpancés. ¿Por qué comparar a los humanos con ellos? Porque son el animal más cercano a los humanos, por las siguientes razones; los humanos somos el único representante del género homo que sobrevive, por lo que se debe buscar comportamientos comunes entre los grandes primates, orangutanes, gorilas, bonobos y chimpancés. De los mismos hay que descartar a los orangutanes que no son gregarios. De los restantes el más cercano evolutivamente es el chimpancé, pues mientras el ancestro común de gorilas y homínidos existió hace 8 millones de años, con el género Pan (bonobos y chimpancés) hace apenas 6 millones.

Además, el comportamiento humano y de los chimpancés es muy parecido: somos gregarios, especialmente violentos y agresivos y donde los jóvenes machos se quedan en el grupo mientras que en otras especies lo dejan para formar uno nuevo. Los machos chimpancés son de los animales más agresivos. Ellos gobiernan sus grupos y son animales muy territoriales donde cada grupo tiene su espacio para el aprovechamiento de sus recursos. En los últimos años se han detectado un par de guerras entre grupos distintos; donde un grupo, de modo planificado y con alevosía, inicia una serie de ataques a grupos vecinos. La más famosa de estas guerras es la brutal guerra de chimpancés de Gombe 1974.1978, donde el grupo más numeroso destruyó al enemigo. Se detectó que los ataques siempre se dieron cuando había superioridad numérica de 8-1, lo que habla de una compresión de número, donde de modo sistemático la víctima es desgastada, contenida y después desmembrada al arrancarle brazos, piernas y genitales. Los chimpancés muestran una crueldad y agresividad poco vista en el mundo animal.

En Catching Fire se explica como la cocina puede explicar el origen de la necesidad de organizarnos en grupos. La domesticación del fuego y el cocinar la comida ha sido uno de los principales sucesos en nuestra historia evolutiva. Los datos que tenemos indican que el Homo erectus fue el primer, homínido que logró domesticarlo y se tiene datado que ocurrió hace un millón de años. Las evidencias más antiguas de la cocina son de 780,000 años.1 La cocina de nuestro alimento trajo una serie de beneficios a nuestra especie: el calor descompone las proteínas en aminoácidos haciendo que la digestión sea más provechosa gastando menos energía; también la comida cocinada es más fácil de masticar lo que ahorra energía y tiempo no debemos pasar tanto tiempo masticando, teniendo tiempo para otras actividades.

El ser humano es la única especie que ha escapado a la constante sensación de hambre que padecen el resto de las especies permitiendo que nos preocupemos por otras cuestiones.

Por otro lado, la cocina implica la necesidad de la primera división del trabajo dentro de los grupos humanos. Como podemos verlo hoy en día, para que unos puedan ahorrar tiempo masticando y digiriendo, otros dedican gran parte de su tiempo en la cocina. La preparación de los alimentos es muy tardada, por lo que algunos miembros de la comunidad deben tomar esa función, tradicionalmente las mujeres. Sin embargo, las primeras cocineras requieren de otros que salgan y hagan el resto de las actividades que ellas ya no pueden hacer. Unos necesitan de otros para traer recursos y protección y los otros necesitan de los unos para preparar los alimentos y desprenderlos del tiempo para realizar otras actividades. De esta complementariedad surgen los primeros grupos familiares, incluso la monogamia, la división del trabajo y la distinción entre la vida pública y familiar. Incluso los primeros roles de género.

Estas primeras familias monógamas tenían un problema, el fuego llama la atención, informa de la preparación de alimentos y vuelve a los hombres solteros, aquellos dentro del grupo sin quien les cocine sus alimentos, amenazas potenciales. De esto surge la necesidad de alianzas de defensa entre los machos con parejas, para protegerse entre ellos, sus familias y alimentos.

Si en el primero de sus libros, Wrangham describe la naturaleza violenta del ser humano, en el segundo describe los efectos de un fenómeno exclusivamente humano, la preparación de los alimentos, y como ello llevó a la formación de sociedades más complejas; en su tercer libro The Goodness Paradox: The Strange Relationship Between Virtue and Violence in Human Evolution, concluye el ciclo explicando la formación de sociedades e instituciones más complejas y resolviendo la paradoja que implica la bondad humana.

Esta observación coincide con las afirmaciones del filósofo escoses Thomas Reid (1710-1796), quien distinguía en la estructura del comportamiento humano apetitos benevolentes y malevolentes, ambos propios de nuestra naturaleza humana. Los apetitos son principios no racionales de acción, que mueven a los individuos para calmar sensaciones desagradables en el sujeto. Estas acciones siempre van dirigidas hacia otros seres humanos o animales. Entre los apetitos benevolentes tenemos amor, gratitud, compasión, estima a los buenos, amistad, amor sexual y espíritu público; mientras que los apetitos malevolentes son rivalidad, resentimiento y competencia.

Reid carecía del paradigma evolucionista y los conocimientos que hoy tenemos de los chimpancés.

El ser humano es capaz de los peores crímenes y los mayores actos de bondad. Wrangham hace notar que el ser humano tiene los mismos rasgos que un animal domesticado. Si uno compara a los perros, gatos, ganado bobino u ovejas con sus contrapartes salvajes veremos que son de cuerpos más pequeños, con mandíbulas más reducidas, menor dimorfismo sexual y cerebros más pequeños (en algunos casos más complejos). Esas diferencias que vemos entre perros y lobos, gatos y gatos salvajes; también están presentes entre nosotros y el resto de los homínidos y del género Pan. ¿Quién nos domesticó? Nosotros mismos, nuestras interacciones sociales y culturales que son parte esencial de nuestra evolución; habrá que dejar la distinción formal entre lo biológico y lo cultural.

¿Cómo autodomesticamos nuestra agresividad permitiendo actos de bondad y benevolencia? Hay que aclarar que existen dos tipos de agresividades una reactiva y otra proactiva. La primera es emocional, impulsiva, inmediata e impulsada por la testosterona; la segunda, por su parte, es planeada, deseada, social y genera la distinción entre nosotros y el otro a quien no se le considera humano. Mientras que en los chimpancés la agresividad reactiva es la predominante, en los humanos la proactiva es la dominante. ¿Por qué esa diferencia?

Según Wrangham la diferencia se encuentra en la presencia de un macho alfa bully en los grupos chimpancés, quien controla todos los aspectos de la comunidad; qué se hace, quién come y, más importante, quién vive o quién muere, quién se reproduce y quién no. La presencia del macho bully es en prejuicio del resto de los machos del grupo. En cambio, en los grupos humanos no existe un macho alfa bully; entre nosotros el líder gobierna a través de un grupo, una élite social: «no man rules alone» dice el profesor Bruce Bueno de Mesquita.

El lenguaje humano, más complejo del resto de los grandes simios permitió que el resto de los machos de los grupos generaran una alianza entre ellos con la intensión de asesinar al macho alfa bully. Esto requiere planeación, agresividad proactiva, y el surgimiento de nociones como «nosotros» contra el «otro» que no forma parte de la alianza. Al triunfar contra el «otro», la alianza se convierte en la élite social que define las normas, códigos morales, cultura y, eventualmente, las instituciones y leyes (protestados) que imponen al resto del grupo.

De este modo, el logos, más sofisticado en los humanos, permitió la selección natural de la agresividad proactiva contra la agresividad reactiva. Queda una pregunta: ¿cómo lograr que el nosotros de la élite social se aplique a todo el grupo? Sobre todo, en grupos que exceden a los grupos familiares. Para ello se hacen dos cosas, se genera la noción de justicia, pues en grupos más grandes de relaciones familiares el amor entre los miembros no es suficiente. Además, se debe generar una narrativa que justifique la pertenencia al grupo. Cuando el Estado moderno surgió se provocaron procesos de colonialismo interno que promovieron las identidades centralizadas (las de las élites sociales) en caída o prejuicio de las identidades y narrativas locales. La globalización y el movimiento globalizador busca superar las injusticias que estos procesos de colonización interna ha sido la promoción de la idea de humanidad, donde todos los Homo sapiens entramos en igualdad de derechos y dignidad, y la formación de Estados como entes administrativos no en sentido étnico.

Nota

1 La datación de estos hechos es muy complicada, pues quedan pocas evidencias fósiles. Enorme respeto a los paleontólogos que nos ayudan a explicar nuestro pasado más lejano.