Mucho está pasando, en México, América y el Mundo. Es por eso por lo que hay momentos donde vale la pena detenerse a recordar, reafirmar principios e ideas que pueden explicar la situación actual, que guían las acciones y decisiones futuras y dar sentido al caos. Así entonces, presento tres ideas o principios del liberalismo que encuentro fundamentales para los días que nos tocaron vivir.

La suscripción del método científico

El liberalismo y la ciencia moderna tienen un origen histórico común. Tanto la ciencia moderna, como el liberalismo surgen en la misma época, lugar y bajo las mismas circunstancias. Ambos son la respuesta, uno en el gobierno y otra en el entendimiento de la naturaleza, frente a la crisis del fin de la Edad Media y el inicio del Renacimiento.

Como tal, comparten un elemento clave que los diferencia de otros sistemas: la posibilidad de revisar y, en su caso, corregir sus creencias. Estos son sistemas donde se reconoce la posibilidad de error, la permanente imperfección del conocimiento verdadero y la necesidad de tener que matizar sus conclusiones.

¿Cómo se logra esto? Por medio del falsacionismo.

Karl Popper, de quien ya hemos hablado antes como filósofo liberal, fue también uno de los filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX y definió al conocimiento científico como uno que contrasta teorías; es decir, que intenta refutar mediante contraejemplos. Si no es posible refutar, dicha teoría queda corroborada, pudiendo ser aceptada provisionalmente, pero ninguna teoría es absolutamente verdadera, sino a lo sumo, «hasta ahora no refutada».

Lo mismo sucede con el liberalismo. Nuestras creencias son aceptadas provisionalmente, porque sabemos que ellas nunca son perfectas ni completas. Pongamos el ejemplo de la frase más importante de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos:

Sostenemos estas verdades como evidentes de suyo: que todos los hombres fueron creados iguales; que fueron dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables y que entre ellos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

O en la lengua de sus autores:

We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness.

Desde 1776, el liberalismo considera a todos los hombres como iguales. Sin embargo, la mayoría de los firmantes de dicha declaración eran dueños de esclavos o defendían creencias racistas y misóginas. ¿Qué fue lo que sucedió?

La historia de los EE. UU. ha sido la revisión constante del significado de esta expresión. La lucha por la emancipación de la esclavitud; el reconocimiento del derecho al voto femenino; mismos derechos para irlandeses, chinos o mexicanos; la tolerancia hacia los católicos; las reparaciones a los nativos americanos; el respeto a la diversidad sexual y la lucha por los derechos civiles han sido el resultado de revisar y expandir el significado de la fórmula «todos los hombres», pasando ella de tener muy poca extensión, hasta una que cubre a todos los seres humanos, sin importar su origen étnico, religión o género.

Recientemente ha escrito el astrofísico afroamericano contemporáneo, Neil deGrasse Tyson:

Show me a Nation with a science-hostile government, and I'll show you a society with failing health, wealth, & security.

Es decir, «muéstrenme una nación con un gobierno hostil hacia la ciencia y yo les mostraré una sociedad con deficiente salud, riqueza y seguridad pública».

La creencia en la paz y el pacifismo

Una rápida revisión histórica nos muestra que desde la formación e implementación del liberalismo existe mayor paz que en periodos anteriores. Evidentemente, un estado de paz perpetua no se ha presentado. Muchos eventos violentos hemos tenido en los últimos 300 años. La violencia es una de las pasiones malevolentes de los seres humanos. Tenemos un impulso a responder y actuar con crueldad, ferocidad, furia y agresión. Sin embargo, el liberalismo ha servido como un excelente control para esa tendencia humana. De ello también ha escrito Steven Pinker.

Y lo ha logrado es gracias a tres factores:

  • La importancia que brinda el liberalismo a la vida humana y a su libertad.
  • En política, al depender la legitimidad del gobierno de los votos de sus ciudadanos, existe una mayor preocupación por la vida de estos.1
  • Si bien la guerra es un buen negocio para algunos, es mal negocio para la mayoría. Cuando dos naciones tienen intercambio comercial relevante, es más probable que resuelvan sus diferencias diplomáticamente que por el uso de la fuerza.

Habíamos dicho que el liberalismo acepta la existencia del conflicto como una de las constantes en la sociedad. Pues bien, al mismo tiempo exige que la resolución de las distintas disputas sea pacífica. Para lograrlo existen dos métodos: discusión y persuasión y el uso legítimo y proporcional de la fuerza.

El primer método, el más importante y utilizado, es la discusión y la persuasión. Este método está basado en la actividad, hasta ahora exclusivamente humana, de la retórica. Los humanos accedemos al mundo por medio de los sentidos y lo entendemos por medio del lenguaje. Es la palabra lo que nos define como seres racionales. Y su uso correcto es lo que nos permite compartir conocimientos, perspectivas y prioridades, haciendo posible que nos entendamos unos a los otros.

La retórica es, pues, el método para poder llegar a la verdad y convencer acerca de ella.

Cuando no existe retórica, la única alternativa es la violencia. Y desafortunadamente es ingenuo suponer que en todas las ocasiones se presenten las condiciones necesarias para el uso retórico del lenguaje. Por ejemplo, Neville Chamberlain, el primer ministro británico de los tiempos inmediatamente anteriores al estallido de la Segunda Guerra Mundial, se equivocó al intentar negociar con Hitler.

Desde febrero de este año nos enfrentamos a un problema similar. La generación de nuestros abuelos tuvo a Hitler, la nuestra a Putin. La paz del mundo libre descansa sobre la posibilidad de defender con las armas las monstruosas ambiciones de aquellos que ven en la libertad una amenaza a su poder. Frente a posiciones violentas y antiliberales, que con repulsiva retórica nacionalista justifican la expansión de sus dictadores, son las armas, la inteligencia y la solidaridad internacional lo que mantiene lo mejor de la civilización humana.

El uso de la fuerza deberá ser el último recurso y siempre dentro del paradigma del respeto al individuo, su dignidad y su libertad. Por eso se exige que ella sea proporcional y basada en métodos y procedimientos en constante revisión y perfeccionamiento, así como abiertos a la crítica, con controles institucionales que reduzcan las afectaciones que la violencia siempre genera.

La búsqueda de progreso

Uno de los pilares del proyecto de la modernidad fue la promesa del progreso social y moral. Se argumentaba que el uso de la razón y su aplicación en todos los aspectos de la vida humana traería consigo una necesaria mejoría. La ciencia y la razón nos permitirían vivir en una utopía digna de la más optimista novela de ciencia ficción.

Y en gran parte la modernidad pagó su promesa. Vivimos en la mejor época del ser humano. Hacer la lista de beneficios que la ciencia y la modernidad han traído sería ocioso: basta con recordar las enfermedades erradicadas, las mejoras en higiene, la abundancia de alimentos y la expansión del conocimiento.

Sin embargo, con todo y sus aportes, el progreso prometido por la ciencia no ocurrió sin terribles costos humanos y ecológicos. Violencia, violación a los derechos humanos, opresión y segregación, por un lado, y destrucción de los equilibrios ecológicos, especies extintas, deforestación y cambio climático, por otro.

Por si fuera poco lo anterior, muchos problemas que se pretendían resolver siguen existiendo. Es verdad que, en menor magnitud, pero la pobreza, la ignorancia, la improductividad y la discriminación todavía descuellan en nuestra civilización.

¿Han fracasado el proyecto moderno y su promesa de progreso?2

Parece que no; que, a pesar de sus costos, fallas y errores, el progreso, así en minúsculas, ha tenido lugar y mostrado sus grandes beneficios. Simplemente, debemos continuar cambiando todo lo que sigue mal. Apelando al falsacionismo, debemos corregir dos concepciones acerca del progreso.

En primer lugar, debemos reconocer que el progreso siempre es tangencial. Él nunca termina. Jamás tendremos una sociedad utópica carente de problemas, horrores o costos. Y, en segundo término, el progreso no es lineal y no tiene una vía única No hay un único modo para que se desarrolle. Si bien no todos los caminos para el progreso son válidos, debemos reconocer un margen más amplio para los que resultan pertinentes.

Notas

1 Un buen ejemplo de este fenómeno es la diferencia en alimentación, cuidados sanitarios y servicios médicos en la Segunda Guerra Mundial. Las naciones aliadas liberales; Estados Unidos, el Reino Unido y las Colonias Británicas, invirtieron más dinero por soldado que las otras naciones combatientes. Mientras los americanos tenían una dieta diaria de 4,758 calorías, los japoneses no llegaban ni a la mitad de esa cantidad. El Imperio de Japón exigía que sus tropas se alimentaran a sí mismas.
2 Para algunos filósofos la máxima prueba del fracaso del progreso ilustrado es el holocausto judío a manos de la Alemania nazi, donde los elementos del progreso ilustrado, el mantenimiento de registros, la producción industrial y la tecnología, fueron usados para masacrar a millones de personas de un modo eficiente. El Estado nación moderno industrializado, que representaba lo mejor de la ilustración y la revolución científica, descendió a niveles inimaginables de crueldad. Por lo cual había que abandonar las premisas de la ilustración. Si bien el holocausto es uno de los más grandes crímenes en la historia, me parece que esta interpretación es errónea, pues la Segunda Guerra Mundial fue ganada por los Aliados, y Europa y Asia fueron liberados siguiendo los mismos elementos del progreso ilustrado. La producción industrial, el gobierno representativo y el uso instrumental de la razón llevaron a los Aliados a la victoria. Apoyados desde Alan Turing, hasta en la gran industria norteamericana, las fuerzas del mundo libre ganaron esa guerra.