Tres semanas después de la publicación de este artículo, dará comienzo la Conferencia del Clima (COP27) en Sharm El-Sheikh (Egipto) con el telón de fondo de una cada vez más tensa situación geopolítica mundial. Teniendo en cuenta el gran revuelo mediático que acompaña a estas conferencias y los anuncios grandilocuentes que algunos líderes mundiales suelen hacer en ellas, es pertinente una reflexión sosegada, desde la experiencia adquirida a lo largo de los años, sobre qué podemos esperar, y qué no, de la próxima COP27.

Los primeros dos días y la World Leaders Summit

El 7 y 8 de noviembre está previsto celebrar la World Leaders Summit (WLS). Con ella empezará el espectáculo mediático que alimenta la necesidad de dejar grandes anuncios para la historia. Es de esperar que la presidencia egipcia de la COP27 proponga a los principales líderes mundiales un paquete de acciones a las que sumarse, las cuales siempre van acompañadas de fotos oficiales y discursos altamente comprometidos con la causa climática que, a su vez, son oportunamente amplificados por los grandes medios de comunicación. Todos tranquilos que el mundo está en buenas manos…

En la pasada COP26, la presidencia inglesa puso sobre la mesa de los líderes mundiales un amplio paquete de iniciativas, entre las cuales destacan el «Compromiso global sobre el metano», la «Declaración de los líderes sobre bosques y uso de la tierra», la «Declaración para la transición global del carbón a la energía limpia», la «Declaración sobre la aceleración de la transición del 100% de turismos y furgonetas a las emisiones netas cero», la «Alianza más allá del petróleo y el gas», etc. La estrategia, loable y necesaria, era acordar propuestas para implementar en sectores clave y, de esta forma, conseguir aumentar de notablemente las reducciones de emisiones a nivel global. Un ejercicio muy recomendable es investigar en qué punto han quedado estas grandes iniciativas. En este sentido, es especialmente relevante el trabajo presentado por el investigador David Ryfisch de Germanwatch en la conferencia del clima celebrada en Bonn el pasado junio. En él se muestra que estas iniciativas adolecen de mecanismos de transparencia para el seguimiento en la consecución de sus objetivos, que, en algunos casos, falta que se sumen los actores responsables de los mayores niveles de emisiones, y que los países deberían incorporar en la revisión de sus compromisos el resultado de implementar dichas iniciativas, cosa que hasta ahora no ha sucedido. En consecuencia, pese a el efecto considerable que potencialmente podrían llegar a tener, si no mejora substancialmente su arquitectura y seguimiento, el fruto que darán será muy escaso.

En la COP26, al segundo día de la conferencia, una vez terminada la WLS, ya se estaba dando un mensaje a la opinión pública de que aquello era un gran éxito, of course, gracias a la presidencia inglesa. Lanzar las campanas al vuelo cuando la COP26 no había ni tan siquiera empezado, no ayudó a que el trabajo que tenían que hacer los equipos de negociación a lo largo de las dos siguientes semanas se desarrollara de forma tranquila. Aquella experiencia debería servir para encauzar mejor el inicio de la próxima COP27.

¿Qué podemos esperar de la COP27?

El día 9 de noviembre es cuando empezará de facto la COP27. En aquel momento los órganos subsidiarios de la convención climática se pondrán a trabajar en la preparación de todo lo que debería aprobarse a lo largo de la segunda semana de la COP. La publicación, a finales de octubre, de los informes de síntesis sobre la revisión de los compromisos presentados por los países para 2030 (NDC), y las estrategias a largo plazo para un desarrollo bajo en emisiones a 2050 (LT-LEDS), marcará sin duda el devenir de la COP. Desde aquí puedo avanzar que los resultados obtenidos por nuestro grupo de investigación con relación al efecto agregado de las NDC y de las LT-LEDS son muy preocupantes. En conjunto, el mundo está muy lejos de conseguir frenar el calentamiento global y estabilizar el aumento de temperatura por debajo de los 2 oC. Además, constatamos que los compromisos de reducción de emisiones de los países no superan ningún análisis hecho en base a la equidad y al principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas que según el propio Acuerdo de París debería enmarcar la acción climática.

El llamado hecho en la COP26 para que los países revisen sus NDC, no ha tenido el efecto esperado. Entre enero y septiembre de 2022, solo 18 países de un conjunto de 194 han entregado a la Convención Climática sus compromisos revisados. Grandes emisores como la China, Estados Unidos y la Unión Europea aún no han cumplido con lo acordado en Glasgow. Quizás porque piensan que ya están haciendo lo suficiente… ¡craso error! Otra oportunidad perdida mientras el calentamiento global no para de avanzar y va haciendo estragos. A muchos nos alarma e indigna esta irresponsabilidad.

Uno de los resultados esperados de la próxima COP27, es la aprobación del contenido y reglamentación del «Programa de trabajo para escalar de forma urgente la ambición en la mitigación y la implementación del Acuerdo de París», en inglés el Mitigation Work Program (MWP). Este programa debe ser entendido como una caja de herramientas que, en función de su contenido, podría llegar a ser un instrumento útil para conseguir los objetivos del acuerdo de París, o bien, otro programa de dudosa eficacia entre los muchos que ya existen en la Convención Climática. En el artículo de valoración de la conferencia celebrada en Bonn el pasado junio, expliqué las dificultades que allí hubo para acordar el contenido del MWP. Esperamos que en la COP27 se superen los escollos y que el MWP pueda servir para poner el mundo en el camino de estabilizar el aumento de la temperatura global en 1.5 oC.

También se espera que la COP27 dedique una especial atención a los temas de adaptación y de daños y pérdidas. En el campo de la adaptación se seguirá definiendo y dotando de contenido al programa de trabajo de Glasgow-Sharm el-Sheikh, sobre el objetivo mundial relativo a la adaptación. Y en el ámbito de los daños y las pérdidas se espera que cada vez tome más fuerza la reivindicación de proveer un fondo multilateral para hacer frente a los ingentes costes que algunos países en desarrollo deben afrontar para intentar subsanar los múltiples impactos derivados de la crisis climática.

No hay duda alguna de que volveremos a presenciar el encontronazo entre el norte y el sur global, del que ya hemos hablado en nuestros anteriores artículos. Los países del sur pondrán sobre la mesa las necesidades que tienen para adaptarse a los efectos adversos del cambio climático y afrontar las pérdidas que este origina. Los países del norte esgrimirán que el mundo está muy lejos de conseguir estabilizar el calentamiento global y que «debemos hacer más» para frenarlo. Ahora bien, pese al discurso del norte global, sus países no quieren ni oír mencionar nada que tenga que ver con «quién debería hacer más» con base en criterios de equidad y de justicia climática. Así que muy simplificadamente… es de esperar que el norte tome la bandera de «es necesario mitigar más», y el sur la de «necesitamos recursos para la adaptación y los daños y pérdidas». Y mientras el norte no ceda ante las demandas del sur, y el sur no empiece a señalar a los países del norte como aquellos que, con base en la equidad, deberían reducir sus emisiones mucho más de lo que están haciendo, la acción climática multilateral no tomará un cauce que lleve a los resultados que debería tener por el bien de toda la humanidad.

En mis clases de la universidad me gusta poner ejemplos y analogías para facilitar la comprensión de determinados temas. Os propongo una analogía que creo que ayuda a entender los posicionamientos del norte y el sur.

Imaginemos el mundo como un gran trasatlántico en donde aparece una vía de agua. Poco a poco el barco se está inundando y se intenta hacer lo posible para llevarlo a puerto antes de que se hunda. El pánico empieza a circular a medida que la vía de agua se va haciendo más grande. Y más aún cuando los pasajeros de tercera (la inmensa mayoría del pasaje) constatan que solo hay botes salvavidas para los pasajeros de primera clase. El enfado es mayúsculo y deciden reclamar su derecho a tener plaza en los escasos botes salvavidas, una reclamación absolutamente legítima. Ante tal situación, algunos pasajeros de primera proponen un acuerdo. Todos bajarán a la bodega para achicar agua y de esta forma frenar la inundación, pero cada uno determinará los medios que utiliza para sacar el agua del barco. Los pasajeros de primera disponen de bombas hidráulicas, pero inexplicablemente deciden no conectarlas y achicar el agua con cubos. Se ve que algunos de sus «expertos», después de hacer un análisis coste/beneficio, han decidido que utilizar las bombas hidráulicas es demasiado caro y, como para ellos ya hay botes salvavidas… Por otro lado, los pasajeros de tercera clase solo disponen de cucharas para achicar el agua del barco. Así que, con cubos y cucharas intentan frenar la inundación del barco, pero la estrategia no funciona. Constatan con nerviosismo que el nivel de agua va subiendo y entonces, algunos pasajeros de primera tienen la desfachatez de enseñar sus cubos a los de tercera, y decirles, —¡dónde vais con cucharas!, a ver si nos compráis unos cubos, que si no lo hacéis nos hundiremos. Ante esta situación, absolutamente desigual e injusta, ¿no es lógico pensar que los pasajeros de tercera, además de reclamar botes salvavidas, podrían reclamar que los de primera dejen de lado sus análisis coste/beneficio y conecten urgentemente sus equipos de bombeo para achicar el agua?

A buen entendedor pocas palabras le bastan, pero por si acaso alguien se ha perdido: sustituyan pasajeros de primera y de tercera por el norte y el sur global, respectivamente; botes salvavidas por recursos para adaptarse al cambio climático y afrontar sus daños y pérdidas; equipos de bombeo por el potencial y capacidad para la reducción de emisiones del norte global; cubos y cucharas por los compromisos de reducción de emisiones del norte y del sur, respectivamente, los análisis coste/beneficio no hace falta sustituirlos. La analogía es muy exacta, solo que, en el caso del cambio climático, la vía de agua del trasatlántico no es fortuita. Sus mayores responsables están en el norte global.

Y ya para finalizar, lo que no debemos esperar de la COP27

Durante las semanas previas a las Conferencias Climáticas se alimentan grandes esperanzas y se ponen grandes expectativas en un proceso del que deberíamos ser conscientes que, por muy buenos resultados que dé, no va a solucionar el problema de forma inminente. Es decir, es una gran ingenuidad pensar que, si todo va bien el próximo 18 de noviembre, día en que finalizará la COP27, la crisis climática va a estar resuelta. La COP27 será un gran éxito si los países consiguen acordar un MWP potente, si se desbloquean los problemas para dotar un fondo de daños y pérdidas, si se llega a un acuerdo para financiar la adaptación en los países del sur global, y si finalmente se pone la equidad, el derecho al desarrollo sostenible, y el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas» en el centro de la acción climática multilateral. Ojalá la COP27 sea exitosa, pero si lo fuera, aún tendríamos que esperar que los países implementaran todo lo acordado.

Este último comentario lo hago a raíz de la constatación de que muchos jóvenes, algunos implicados en organizaciones de la sociedad civil, ponen grandes expectativas y muchas ilusiones en las COP. Y evidentemente, al finalizar las conferencias, la desilusión siempre es mayúscula. Esta desilusión puede fácilmente conducir a pensar que ya no hay nada que hacer, o que el multilateralismo no sirve para nada. Para evitarla es muy importante entender qué podemos esperar de los procesos que se desarrollan en la Convención Climática. Es aquello de «no pedir peras al olmo». También tenemos que ser muy conscientes que los que hoy viven instalados en el «no hay nada que hacer» son los negacionistas del pasado. Por lo tanto, ¡que no nos confundan!

El papel de la sociedad civil organizada para conseguir revertir la crisis climática es esencial y muy importante. Sin la movilización de la sociedad civil estamos perdidos. La gente debe estar reivindicando en las calles y mediante el voto que los políticos actúen con urgencia y valentía. ¡No nos podemos desanimar, la vida nos va en ello!