Para la Iglesia católica el papa es el represente de Cristo en la tierra, un liderazgo espiritual que ejerce de manera personal e intransferible, pero cuya autoridad ejecutiva del territorio donde reside él y la curia delega en el presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el Governatorato, nombrado por un plazo de cinco años. Esta tarea de gobernar el día a día del Estado más pequeño del mundo, la ha dejado el papa Francisco en manos de una persona de su absoluta confianza, el español Fernando Vérgez Alzaga, al que el pasado mes de agosto impuso el birrete cardenalicio.

Perteneciente a la congregación de los Legionarios de Cristo, Vérgez es un salmantino que lleva medio siglo trabajando en la curia romana. El 1 de agosto de 1972 inicia su labor para la Santa Sede en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de servicio de la Vida Apostólica, y tres años después se convierte en secretario personal del cardenal argentino Eduardo Pironio, al que acompañará hasta su muerte en los cargos que este desempeñó dentro del Vaticano.

En 2004 fue nombrado responsable del Departamento de Internet de la Santa Sede y en 2008 director de Telecomunicaciones del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano. El 30 de agosto de 2013 el papa Francisco lo nombra secretario general del Governatorato, a la vez que le concede la dignidad episcopal, asignándole la sede titular de Villamagna di Proconsolare. En septiembre de 2020 fue nombrado miembro de la Comisión de Asuntos Reservados de la Santa Sede y el 8 de septiembre de 2021, Francisco le confía la presidencia de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano al que añade el de presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, al mismo tiempo que le otorga el título de arzobispo.

Sorprendió entonces en círculos eclesiásticos su nombramiento —al llegarle con 76 años, uno más de la edad con la que debería jubilarse— para un organismo del que dependen cientos de empleados. Sin duda, el mero hecho de contar con él a esa edad es una muestra de la confianza de Francisco en Vérgez, al que conoce de la época en que el español estuvo al lado de Eduardo Pironio. Lo dejó muy claro el papa durante su homilía en la ordenación episcopal del salmantino —el 15 de noviembre de 2013 en la Basílica de San Pedro— cuando recordó expresamente el servicio prestado por Fernando Vérgez al cardenal argentino como «humilde y silencioso, un servicio de hijo y de hermano».

La estima del pontífice por Vérgez tuvo su refrendo el pasado 27 de agosto cuando, cumplidos los 77 años, recibió la birreta de manos de Francisco y se convierte así en uno de los siete cardenales españoles con derecho a voto —de un total de 12 nombrados ese mismo día— en un hipotético cónclave para elegir nuevo papa. Y el nuevo cardenal —primero perteneciente a los Legionarios de Cristo— en una entrevista a Europa Press decía:

Sabemos que España, a pesar de muchas contradicciones, nunca ha perdido la llama de la fe. A pesar de las persecuciones del pasado y de ciertas fuerzas de la sociedad que querrían confinar a la Iglesia haciéndola irrelevante para las opciones de vida, esta sigue llevando a cabo su misión evangelizadora y de promoción humana.

A Fernando Vérgez Alzaga le toca ahora actualizar, de puertas para dentro del Vaticano, las reformas de Francisco, pero ya advierte que «no se trata solo de reformar las estructuras y los aparatos, sino de preparar a las personas para el cambio. La formación continua es necesaria para motivar a los empleados al cambio que se está produciendo»; y ello lo califica como «el reto de la renovación que pide el papa Francisco», al tiempo que considera que, para conseguirlo, «es necesaria una mayor integración entre los distintos organismos que componen la curia romana y el Governatorato».

A este respecto, el gobernador del Vaticano ha manifestado también a los medios vaticanistas que «la curia romana y los órganos de la Santa Sede se han adaptado a lo largo del tiempo a los desafíos planteados por la sociedad. Cada pontificado tiene su carácter particular y caracteriza las opciones también dentro del Vaticano con su propio Magisterio». Por ello, recalca es «absolutamente necesario que las estructuras y las personas cambien en función de las exigencias»; si bien lo que es «intemporal es el objetivo de toda la Santa Sede: apoyar el anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia en todas las partes del mundo».

Y es que Vérgez, tal y como el mismo ha reconocido en diversos momentos, llegó con el encargo de poner en marcha en la curia romana la prioridad que el papa le ha dado a «la evangelización», a «la caridad» y al «papel de los laicos». Estos aspectos —subraya— «son los principales rasgos que vinculan la nueva Constitución Apostólica del papa Francisco con el Concilio Ecuménico Vaticano II». A esto hay que unir el empeño por «enfatizar la sinodalidad que abarca a toda la Iglesia en el sentido de que todos, según su asignación, deben participar. Con esta reforma el papa pretende eliminar cierta mentalidad ‘arribista’», concluye el cardenal.

Del nuevo cardenal español —hombre con demostrada capacidad de gestión y una forma de trabajar discreta y que siempre ha procurado una escasa proyección pública— dependen todos los servicios que hacen funcionar el día a día del pequeño Estado Vaticano, empezando por la propia policía. Los departamentos técnicos en donde trabajan arquitectos e ingenieros, los tribunales, el departamento de telecomunicaciones, el servicio postal, los museos vaticanos, los bomberos, seguridad y protección civil, sanidad e higiene, infraestructuras y servicios, economía, Villas Pontificias, la limpieza y el área comercial, la oficina de personal y la oficina jurídica… todos estos organismos operativos son responsabilidad del Governatorato.

Al gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano le ayudan un secretario general —que regula la actividad administrativa y coordina los diversos organismos, actualmente Raffaela Petrini— y un subsecretario (que, entre otras cosas, se ocupa de las actas y la correspondencia y la recopilación de las leyes); a ellos puede delegar el presidente de la Comisión Pontificia el ejercicio de determinadas funciones. También cuenta el gobernador con el Consejo de los directores, que tiene competencia consultiva y de cooperación. Es finalmente el presidente quien ordena publicar las normas de organización general del Estado, define los objetivos de la administración y obra en consecuencia, después de oír a quien corresponda. En los asuntos de mayor importancia actúa de acuerdo con la Secretaría de Estado.

El Vaticano es el Estado independiente más pequeño del mundo, con apenas 44 hectáreas de terreno —menos de la mitad del parque del Retiro de Madrid— pero su condición de referente de la Iglesia católica le convierte en uno de los países más influyentes de la Tierra. La Santa Sede es un ejemplo único de la supervivencia del modelo de ciudades¬-estado del medievo. Los límites del Vaticano se definieron por la Santa Sede de acuerdo con el Estado italiano mediante los Pactos Lateranenses, el 11 de febrero de 1929, ratificados el 7 de junio del mismo año. Sucede en el tiempo a los antiguos Estados Pontificios (territorios en la península Itálica bajo la directa del papa desde el año 756 hasta 1870). Su personalidad como ente soberano de derecho público internacional, —distinto de la Santa Sede, órgano supremo de la Iglesia católica—, es universalmente reconocida.

Toda la superficie del Vaticano está protegida por la Convención de La Haya del 14 de mayo de 1954, sobre la tutela de los bienes culturales en caso de conflicto armado. En 1984, el Vaticano fue declarado patrimonio cultural y natural por la UNESCO, de modo que todo el Estado que custodia está reconocido como «patrimonio moral, artístico y cultural, digno de ser respetado y protegido como un tesoro para toda la humanidad». Además, la comunidad internacional permite la navegación marítima con buques propios, pese a que el Vaticano no tiene acceso directo al mar; algo similar sucede con la aviación.

El jefe de Estado es el Sumo Pontífice, el papa, que tiene plenos poderes legislativos, ejecutivos y judiciales. Durante el período de sede vacante (muerte o renuncia papal), dichos poderes son ejercidos por el colegio de cardenales. El papa se apoya en su número dos o secretario de Estado (una suerte de primer ministro o canciller). Con la reforma vaticana, se espera que este se convierta en una especie de «superministro» de Asuntos Exteriores. En cuanto a los «ministerios» —la curia— es la suma de Congregaciones y Consejos Pontificios, cuya composición está en plena renovación por el Consejo de Cardenales, -más conocido como G9.

Por lo que se refiere a las disposiciones legislativas, pueden ser dictadas por el Sumo Pontífice o, en su nombre, por la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, de la cual dependen también los reglamentos generales. Tanto las disposiciones como los reglamentos se publican en el boletín oficial en el que se promulgan habitualmente la legislación universal de la Santa Sede y los documentos pontificios (las Acta Apostolicae Sedis, que constituyen el commentarium officiale de la Sede Apostólica).

Junto al trabajo de la guardia suiza, dedicada en cuerpo y alma a la protección personal del papa, el Estado Vaticano cuenta con un Cuerpo de Gendarmería y Cuerpo de Bomberos, cuyas competencias giran en torno al mantenimiento de la seguridad y el orden público, así como la de vigilar la frontera. También hay cargos de policía judicial y tributaria. Actualmente, la plantilla efectiva del Cuerpo de la Gendarmería está compuesta por 130 oficiales.

La economía del Vaticano se sustenta en las contribuciones de católicos de todo el mundo (conocidas como el óbolo de San Pedro), así como a través de la venta de sellos postales y recuerdos a turistas, entradas a museos y venta de publicaciones. En Ciudad del Vaticano existen farmacias, servicio de correos, supermercado y hasta una pequeña, y casi desconocida, línea férrea. Los habitantes del Estado Vaticano no pagan impuestos directos. Cuenta también el Vaticano con servicios financieros a nivel global a través del Instituto para las Obras de Religión (Banco Vaticano), actualmente inmerso en una profunda revisión, y que contaba el pasado año con 107 empleados.

Debido a las reducidas dimensiones del territorio, muchas entidades y oficinas de la Santa Sede están situadas en inmuebles de la ciudad de Roma (por ejemplo, los edificios de la Plaza de Pío XII, Vía de la Conciliazione, Plaza de San Calixto, Plaza de la Cancillería y Plaza de España). Estos inmuebles, según establece el tratado de Letrán, se consideran «zonas extraterritoriales» y gozan de la inmunidad que reconoce el derecho internacional a las sedes de las representaciones diplomáticas extranjeras (embajadas).

La nacionalidad vaticana no se obtiene por nacimiento, sino por concesión. Son ciudadanos de nacionalidad vaticana todos los diplomáticos empleados en las nunciaturas (embajadas de la Santa Sede) de todo el mundo y aquellas personas que ejercen funciones para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Esta nacionalidad se añade a la de origen y se pierde cuando las personas dejan de ejercer estas funciones. Son unas 800 personas aproximadamente las que viven en la Ciudad del Vaticano, pero no todos los residentes gozan de la nacionalidad. La mayoría de los trabajadores del Vaticano (unas 2,400 personas) residen fuera y son ciudadanos de Italia o de otras naciones.

Señalemos finalmente que, dependientes de la Santa Sede, existen diez Academias Pontificias dedicadas a diferentes áreas (Bellas Artes, ciencias sociales, arqueología, veneración de los mártires, estudio del tomismo, mariología, defensa de la vida, latinidad). La Academia Pontificia Eclesiástica (encargada de formar a los diplomáticos que trabajan en las nunciaturas y en la Secretaría de Estado) es, formalmente, uno de los Colegios Romanos.

Nota

Stato della Cità del Vaticano.