Hay una voz que no usa palabras, escúchala.

(Rumi)

Me postro humildemente ante la intimidad del cuerpo. Estoy sentado aquí, en esta egregia institución del Banco Mundial, en un seminario de capacitación sobre marcos lógicos. Pero por alguna razón extraña, me hago consciente de que dentro de mi cuerpo hay unos diminutos iones de potasio, que ahora están cruzando apresuradamente las membranas celulares, mientras que sus homólogos de sodio cruzan hacia el lado opuesto, como trabajadores migrantes a lo largo de porosas fronteras nacionales. Y de que hacen estos cruces a propósito, y al hacerlo, permiten la sensibilidad y la comunicación celular. Esos pequeños iones que atraviesan vastas tierras de interfase, como hobbits que caminan hacia Mordor.

El objetivo de nuestro plan de acción es lograr una reducción de (pobreza, analfabetismo, invasión de bosques, población, contaminación para el año 2098) y cómo vamos a medir si estamos teniendo éxito. El papel de los indicadores de rendimiento...

Mi colega tenía cejas gruesas y oscuras, que se movían gentilmente hacia arriba y hacia abajo, mientras su voz afirmaba puntos de lógica de planificación de proyectos. Lo miraba con atención, pero de momento, sin querer, veía tantas cosas. Había una luz transparente que caía sobre el salón, sin que nadie lo supiera, o al menos no lo reconocían públicamente. Era tan translucida esa luz, que me dotaba con la capacidad de mirar las cosas con rayos X de aumento. Y podía yo ver intimidades intracorporales. Podía observar mis células laboriosas, cantando milagrosamente en una orquestación organísmica, manteniendo en sincronía innumerables procesos.

Había iones fugitivos atravesando membranas celulares, nidos acogedores de proteínas que permitían a las moléculas hacer el amor silenciosamente, y procrear nuevos mundos bioquímicos esenciales, y un firmamento de fluidos, ríos internos, síntesis y excreción. Continuaba mi colega:

Los indicadores medibles tienen que ser medibles, ¿cómo se va a determinar si el proyecto para promover la agricultura sostenible en Burkina Faso ha tenido éxito? Cada actividad está vinculada a un objetivo y a un resultado medible.

Mi memoria se desvió, deambulando hacia parajes internos de recuerdo, y utilicé los efectos de luz especiales de la habitación para viajar en el tiempo. Recordé mi emoción en las mañanas de Navidad, cuando de niño me despertaba y veía cajas envueltas debajo de un árbol, un árbol mágico adornado con hirvientes luces intergalácticas de todos los colores, un árbol que brillaba en dorado. Mi corazón se saltaba latidos, mientras corría con un grito de puro deleite y comenzaba a abrir cajas de misterio, con objetos en plástico y madera, con formas como miniaturas congeladas del mundo, modelos para jugar —juguetes.

Las cejas de mi colega continuaron sus movimientos hacia arriba y hacia abajo, en cambios de expresión intensa, mientras comunicaba con efectividad el curso de capacitación en marcos lógicos. Salté de los intersticios de la memoria, para maravillarme ante mis articulaciones ahora envejecidas, comparadas con lo flexibles que antes eran, de estas manos, que descubrí cuando era bebé y me maravillé cuando me di cuenta de que estaban conectadas a mí, hasta que se me olvidó.

Me quedé de momento asombrado por la intimidad del cuerpo. Asombrado, ante los iones que cruzan membranas para crear flujos de impulsos eléctricos, sobre los cuales viaja la sensibilidad, coordinando todas las células y tejidos, la secreción de fluidos y la incorporación de los ingredientes que nutren y protegen, a este cuerpo-templo que alberga nuestra mente-corazón.

Asombrado, ante la inventiva de la mente, de cómo integra todas las percepciones de luz, sonido, caricias, fragancias y sabores, y concibe magníficas formas en el espacio-tiempo, así como conceptos, pensamientos, sueños, misiones y tecnologías para expandir las manos y dotar a los sentidos de control remoto.

¿Y de dónde vienen los pensamientos? Me pregunté, al escuchar en el trasfondo la voz de mi amigo con su buena intención, de que aprendiera sobre marcos lógicos, mientras yo estaba recostado, en algún espacio donde no había luz, pero que no era oscuro, mirando horizontes internos de donde veía los pensamientos arrastrándose, disparándose, rezumando, (dependiendo de su naturaleza). Apareciendo en la pantalla de mi consciencia, como estrellas fugaces conceptuales. Algunos se quedaban, mientras jugaba con ellos, otros revestidos de recuerdos me hablaban del pasado, otros tapizados de preocupación hablaban del futuro, y otros se conectaban con energía circundante, se energizaban y se convertían en deseos, solicitando implementación.

Me maravillaba la creatividad de la mente, y me sentía humilde ante la multidimensionalidad de sus alcobas, y sus exquisitos vínculos con las intimidades del cuerpo.

Las palabras del expositor estaban llegando a su fin. Me di cuenta de que mi ensoñación me había impedido, saber más sobre los marcos lógicos, y que tampoco sabía nada sobre mí mismo, a pesar de viajar en una montaña rusa por mis venas, a través de caminos rurales capilares, de tomarme una taza de café observando paisajes celulares, atento a los gorgoteos y silbidos de los iones cruzando las membranas, y de las moléculas haciendo el amor en sus acogedores lechos de enzimas.

Y que tampoco logré entender, cuando intenté, en esa entre luz interna tras bastidores, dónde y cómo se ensamblaban los pensamientos, y por qué algunos se energizan en deseos, y otros simplemente pasan en reflexión.

Llegó entonces mi turno de decir algo, en respuesta a una pregunta sobre los marcos lógicos. Mi boca se abrió, y de ella salió un flujo de palabras, que me sorprendió porque yo había estado en otro mundo, ajeno conscientemente a la presentación de los marcos lógicos.

Me vi de momento participando y me sorprendí al ver a mi mente y mi cuerpo, mano a mano, representando una actuación de intelecto, con sonido generado desde los pulmones, como una acción refleja, y entonces me sentí siendo observado desde otra dimensión, por un testigo silencioso que había estado observando todo el curso conmigo, y que a su vez estaba participando en el viaje adentro de mí.

Era el mismo testigo silencioso de quien he sentido me ha acompañado en momentos de mi vida desde que tengo memoria. Que siempre está sonriendo en silencio, mientras observa este «yo» en todo tipo de condiciones. El que sale a la superficie cuando estoy asombrado por la magia del universo. El que canta cuando amo. Y, me di cuenta de que mientras intentaba aprender sobre los marcos lógicos, el testigo me hizo asomar a una ventana a través de la cual, por un momento me hizo estar consciente de la magia que es estar vivo.

Sé testigo en silencio de la inteligencia dentro de cada ser vivo.

(Hafiz)