La historia de Electra no ha perdido su fuerza rompedora de moldes y todavía quebranta toda moral, con esa exuberante potencia y vigor que nos hace estremecer, en estos tiempos de letargo y narcosis en que vive inmersa la sociedad actual.

Esta obra de Sófocles del siglo VI a. C., seguirá siempre de actualidad porque hace que nos planteemos que sucede cuando las leyes son débiles, cuando la justicia no se ejerce debidamente, qué hacer cuando el poder es corrupto y no podemos confiar en él.

La historia de Electra se desarrolla en Micenas, cuando Orestes llega a la mayoría de edad, su preceptor le revela que es hijo del rey Agamenón, uno de los héroes de la guerra de Troya, y que este fue asesinado por su esposa Clitemnestra y su amante Egisto.

Orestes consulta el oráculo para que le revele la mejor forma de vengar a su padre y regresa al palacio de Argos acompañado de un esclavo, para llevar a cabo la venganza por la muerte de su padre Agamenón.

Electra y Orestes se encuentran frente a la tumba de su padre, y es ante el cadáver de Agamenón, el cual se muestra frente a ellos todavía más presente que nunca, como si fuera un muerto viviente, porque de sus mentes no pueden apartar la imagen del amante de su madre clavando el puñal mortífero del que no cesa de brotar la sangre, que salpica a sus cuerpos llenándoles de ira y sed de venganza.

Esta escena en que los hermanos se sienten invadidos por el horror y la consternación, está llena de tremendismo y una gran carga de sentimientos de estupor y miedo, que culmina cuando juntos deciden dar muerte a su madre.

En el momento en que Orestes clava el puñal a su madre, es la misma Electra quien llena de odio y venganza pide que de nuevo hunda el puñal, para aliviar el odio que siente hacia ella.

Este planteamiento de si debemos tomar la justicia por nuestra mano, lo que nos llevaría a la Ley del Talión (ojo por ojo y diete por diente) y finalmente nos conduciría a la ceguera, en la actualidad está superado, pero la posición en que nos debemos situar, ante un daño feroz que nos atañe se sigue planteando con rabiosa actualidad.

Hoy en día, sigue vigente el paralelismo que existe entre Electra, que ya no confía en nada y quiere encontrar la justicia en otro lado, y las personas más vulnerables de la sociedad que se sienten heridas y desean ser resarcidas.

Esta obra pone de relieve como actualmente frente a los ataques que sufre nuestra sociedad por las injusticias de quienes nos gobiernan y la corrupción de los poderes fácticos, es decir, aquellos que ejercen su influencia por la fuerza, y son capaces de influir y controlar a las personas, haciéndonos sentir a la intemperie y al arbitrio de nuestra suerte, sin nada que nos proteja y nos defienda de las injusticias.

Es en Electra donde se pone de manifiesto, que la violencia engendra violencia y cuando se cometen actos despiadados e injustos contra el hombre, este no puede permanecer impasible.

Electra ha vivido todos sus años deseando la muerte de su madre, ha llevado una vida dramática y desventurada, renunciando a tener un marido y unos hijos. En ella ha ido creciendo una sed ciega y dolorosa de venganza, que no la dejan plantearse otra vida en libertad y paz.

Su carácter se muestra siempre altivo y fuerte, en ningún momento aparta su corazón del rencor y del deseo de vengarse, para ella su hermano Orestes representa toda su esperanza para realizar su crimen, que, dominado por ella, será el brazo ejecutor del que se valdrá para cumplir sus ansiados sueños de asesinar a su madre y vengar a su padre.

Ella es víctima de su odio y los abismos a los que la conduce su psique, que después del crimen queda agotada y horrorizada por la imagen de tanta sangre derramada, y sólo se sentirá serenada por el amor de su hermano a quien ella ha convertido en su brazo ejecutor.

Desde mi punto de vista judeo-cristiano, esta historia tan trágica nos lleva a meditar, que no se puede llenar una vida sólo con odio y un ardiente deseo de venganza, puesto que ese sufrimiento contenido nos va destruyendo por dentro y nos impide disfrutar del tiempo sin construir nada hermoso y propio.

El rencor te hace vivir de forma desventurada y dramática porque al final conviertes tu existencia en una espiral de dolor, que te hace ser esclavo de tus sentimientos y te hace vivir sin libertad, obsesionado con causar mal al prójimo.

Sucede que te olvidas de ti mismo y pierdes muchas oportunidades de crecer interiormente, de emplear tu tiempo en cosas que te pueden producir mucho más placer y satisfacción que el hacer daño.

Es absurdo plantear una vida en función del odio que sientes hacia otra persona, ya que incluso si llegaras a realizar la acción de venganza, una vez realizada no te reporta ninguna felicidad.

Hay que saber perdonar porque solo el perdón es un bálsamo para el alma y nos hace alcanzar la paz.

Electra

«No cesaré de llorar a mi desgraciado padre, os conjuro, que me dejéis con mi dolor» (Sófocles, Electra).

Descendiente del rey Atreo
te invoco en la lejanía
tu sangre llama a la sangre.
No te arrastrará el viento del olvido.
Nos dejaste en la memoria
las cartas más febriles del odio y del rencor.

Electra, hija del valeroso Agamenón,
vengaste la muerte de tu padre
hundido por la traición y el desamor,
muerto a manos de tu impía madre.

Cuando estabas llorando las lágrimas del adiós,
sobre la amada tumba de tu progenitor
respirando el olor de su presencia infinita y profunda,
sellaste un pacto con tu hermano Orestes
bajo la estatua rota del rey decapitado,
para llevar a cabo, presa del delirio,
la venganza más atroz.

II

Electra, la de los ojos glaciales de muerte,
la del rostro lívido
por la ira, y el rencor,
la de los labios cerrados y fríos.

Tu vida se consumió en las brasa
de la violencia y la venganza,
ya tan solo ansías
el silencio y la soledad
para llorar tu crimen.

Electra, la de los ojos de fuego,
por la pasión y la furia
te rendiste a los hechizos
de la sangre,
y sucumbiste a su fascinación.

Sacrificaste un tierno porvenir
para erigirte espada justiciera,
sublimaste el amor
para morir odiando.