La Cátedra José Ángel Valente de Poesía y Estética de la Universidad de Santiago de Compostela me hizo llegar, a través de su director Claudio Rodríguez Fer, el libro Valente epistolar (Correspondencia de José Valente con sus amistades), publicado por la Universidad Santiago de Compostela, 2021, que recoge 14 ponencias a modo de un libro de Actas, y que trata de ser un recorrido por la trayectoria del poeta gallego y la relación epistolar que mantuvo con destacados poetas y artistas con los que coincidió a lo largo de su vida. La ávida lectura de su contenido me llevó a interesarme, a su vez, por otro libro titulado Poesía y poemas de Milagros Polo, 1983, un comentario crítico sobre las obras de José Ángel Valente (1929-2000). En la página 28 escribe Milagros Polo:

…El tercer grupo estaría compuesto por los representantes de la experiencia humana herida por los poderes que ultrajan la dignidad del hombre (la guerra civil con la II República vencida). Experiencia que incita a la creación de un lenguaje nuevo. Conquista y apertura a la que tiene derecho el hombre solidario en cada momento de la historia. En este grupo sus estudios sobre César Vallejo, Miguel Hernández y Rafael Alberti son ejemplares; a ellos habría que añadir estudios de fenómenos históricos que perfilan otras figuras.

Encontrar citado a Miguel Hernández (1910-1942) del que se cumplen actualmente 80 años de su muerte, me llevó, a su vez, a otro libro Las palabras de la tribu, Siglo XXI, 1971, de Valente conseguí la edición de Tusquets, Barcelona, segunda edición de 2002, hasta poder leer el artículo titulado: «Miguel Hernández: poesía y realidad», página 155, que analizo seguidamente.

Las palabras de la tribu

Valente empleó quince años en escribir los veintiséis ensayos que componen Las palabras de la tribu, como afirma el autor en la nota preliminar:

…Los ensayos que componen el presente libro han sido escritos entre los años 1955 y 1970. Parte de ellos ha aparecido en diversas publicaciones periódicas; otros, no siempre los de más reciente escritura, permanecían inéditos. La unidad de un libro puede ser la intencionalmente buscada desde un esquema de formulación previa o la generada por la natural o casi orgánica asociación de sus núcleos temáticos. Sería más bien esta segunda perspectiva la que permitiría percibir la posible unidad de fondo de las páginas que siguen. No se busque, en cambio, esa unidad desde el punto de vista metodológico. Los métodos o vías de aproximación son aquí no los impuestos o preconcebidos por el autor, sino los que éste ha creído que los temas imponían en cada caso como vía más propia de acceso a sí mismos.

Milagros Polo, considera en Poesía y poemas que el libro Las palabras de la tribu de Valente es «uno de los libros más importantes de crítica». Al que divide en cuatro partes fundamentales:

En el primero, que reúne ocho ensayos, hay toda una teoría sobre la palabra poética y su función; sin duda implica una teoría del conocimiento de la que se desprende una ética y una estética.

La segunda parte que abarca diez ensayos, se centra en la poesía española, en el espacio contem¬poráneo con atención a dos figuras centrales de Hispanoamérica: Darío y Vallejo (refiere al nicaragüense Rubén Darío y al peruano César Vallejo).

El tercero ocho ensayos de gran variedad, con dos toques americanos: Borges y Lezama. (Se refiere de argentino Jorge Luis Borges y a cubano Lezama Lima).

La cuarta se hunde en una visión poética y ontológica con tres figuras fundantes (principales), espectaculares: Rilke, Lezama y Lautremont.

Sin embargo, Polo cita a los más importantes personajes estudiados por Valente, y deja a otros sin nombrar, y escribe:

Valente, en sus ensayos, fondea por lo nacional y lo foráneo, dialoga con los clásicos y con la vanguardia del pensamiento: Foucault, Adorno, Benjamín, Lefebre, Freud, Nietzsche, Marcuse, Blanchot, Bloch, Zambrano... Sus ensayos actúan como un ajedrez, dejándonos apasionadamente en expectación por saber quién ganará la partida. Es arriesgado juzgar a Valente, por su pluralismo y su dinamismo constante. Tocando algunas estructuras de su obra crítica, clasificaría estos ensayos en tres grandes parcelas, que sin duda nos podrían servir de andamiaje a la hora de un posible juicio sobre toda su escritura. En la primera aparecen las figuras de la experiencia sacra, detenidas en una parada racional, que permitirá los avances más eficaces del pensamiento poético, diríamos el nivel más alto, el que toca la experiencia mística: Rilke, Rimbaud, Baudelaire, Lautremont, Lezama Lima.

Más adelante, cita Valente en su libro a otra figura de la poesía como Cavafis, Cernuda, Lorca y Aleixandre, sin olvidarse de Cioran o Bataille. Un pensamiento nuclear que corre a lo largo de estos ensayos y dice:

El ejercicio de la conciencia o de la imaginación es un ejercicio de destrucción. Una destrucción que es a la vez reivindicación como abolición de la realidad. La palabra se hace un desorbitado problema con el peligro del prestidigitador o del bailarín de las palabras sin lógica ni sentido, como un juego sin un principio o eje, por donde el poema ha de girar.

En Las palabras de la tribu (LPT), le dedica al poeta César Vallejo (poeta peruano allegado a Miguel Hernández) el ensayo «Cesar Vallejo, desde esta orilla» pp. 124-136, (edición Tusquets, 2002). Y, además, en otro ensayo: «La necesidad y la musa», (LPT, 2002:141) equipara al peruano y al español como de orígenes humildes, respecto a Rafael Alberti, y escribe:

Esa fue, en efecto, la aventura ideológica y literaria del Albert (Rafael) el decenio de 1930, que pudo ser una experiencia decisiva para su poesía como creo que lo fue en el caso de otros dos poetas, César Vallejo y Miguel Hernández, de orígenes a la vez tan distintos y tan próximo» se refiere Valente al origen de Alberti respecto a dos «pobres económicamente» como César y Miguel.

En el artículo titulado: «Miguel Hernández: poesía y realidad» inserto en Las palabras de la tribu en las páginas 155 a 163, de la ya citada edición, analiza los poemarios; Perito en lunas, El silbo vulnerado, El rayo que no cesa, El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias. De estos cinco, El silbo vulnerado no fue publicado en libro que, junto con Imagen de tu huella conforman un corpus poético amoroso que culminó en El rayo que no cesa, publicado en Madrid en la editorial Héroe de Manuel Altolaguirre el 24 de enero 1936.

Miguel Hernández: poesía y realidad

Para un estudio pormenorizado de este artículo de Valente lo he dividido en 5 partes: A, B, C, D y E, a saber:

A) Presentación. La primera frase del artículo Valente escribe: «Es difícil o imposible pensar su poesía sin pensar en su vida». Efectivamente, la poesía de Miguel Hernández es el testimonio de su biografía, puesto que, según sus experiencias, estas las va poetizando: su poesía es el reflejo de sus sentimientos, tanto sociales como amorosos o bélico durante la guerra civil española. Su poesía «…dejar tras él una literatura de su vida mediatizadas o condicionada». Hernández quería ser un poeta del 27, puesto que sus amistades eran de esa generación: Alberti, Lorca, Aleixandre, Panero… pero como su primera publicación Perito en luna, es de 1933, no cabe en esta generación a pesar de ser un epígono de ella como dijera de él Dámaso Alonso; aunque por otras obras publicadas se le considera un poeta de la generación del 36, junto a Juan Gil-Albert, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales.

Continua Valente asegurando que de no haber muerto Hernández joven con 31 años, «pudo acaso hacer sido: una gran poesía», puesto que, desde el punto de vista de su fama ya era gran poeta cuando falleció. De no haber muerto en la cárcel, quizá estaríamos ante otro poeta, no conocido. Y se pregunta Valente: «¿no es esta brusca interrupción de su vida en la decapitada realidad de su obra lo que hace su vida ineludible?».

Indudablemente su fama se aceleró o se alzó por su muerte en una prisión franquista, siendo evocado reiteradamente por los republicanos exiliados, que fueron los exiliados en Cuba quienes le recordaron por primera vez en 1943 en La Habana, con el opúsculo: Homenaje a Miguel Hernández. Continúa Valente diciendo que Hernández es «ineludible» porque «tiene persistencia en las víctimas republicanas, como si su destino hubiera estado marcado para el luto y el dolor» como en su soneto: «Como el toro he nacido para el luto y el dolor» (El rayo que no cesa), que alude a haber sido burlado como el toro, esta vez en el amor.

No obstante, Hernández es ineludible por dos motivos, uno por ser uno de los tres poetas llamados de sacrificio muertos en la guerra como García Lorca, y Antonio Machado, y otro por ser un cantor de la libertad.

Siempre hay un antes y un después, y, cita Valente la siguiente frase en italiano, sin traducir: «Io tenni le piedi in quella parte de la vita si la da la quale non si puote ire più por intedimentoi di ritormare». Cuya traducción del italiano al español dice: «Mantuve mis pies en esa parte de la vida de la que ya no se puede pretender volver». Es una frase de Dante Alighieri. Efectivamente se dan pasos en la vida de los que no se pueden retroceder, desandar lo andado, algunas decisiones que no tiene retorno. Muchas de ellas son irreversibles como las guerras, los campos de concentración, el exilio, las prisiones, las masacres. Aunque en el contexto del párrafo se refiere a las guerras: la española y la Segunda Guerra Mundial, que según Adorno (Theodor) «escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie».

B) Inicios e influencias. Escribe Valente «convendrá tener presente ante todo que su nacimiento literario coincide con un momento (efímero, como tal) de máximo fervor tradicionalista por parte de la joven literatura de entonces. Son los años del Centenario de Góngora». Se refiere al tercer centenario de la muerte del poeta cordobés del Siglo de Oro de Góngora y Argote fallecido el 23 de mayo de 1627. Por ello, el III centenario en 1927, lleva el nombre de la Generación de 27, por los actos celebrados en el Ateneo de Sevilla el 17 de diciembre de 1927, con los jóvenes poetas de la época. Sin embargo, en este año mítico para la poesía española, Hernández tenía 17 años y no había escrito ni un poema, puesto que nació el 30 de octubre de 1910.

No obstante, entiendo que a lo que se refiere Valente es que la ópera prima de Hernández Perito en lunas, 1933, es neogongorina, a pesar de que seguir el gongorismo era «una bandera poco innovadora y escasamente revolucionaria». Valente entiende que la poesía es innovación y descubrimiento, donde el poeta ha de estar en su tiempo.

Perito en lunas es una obra que consta de 42 octavas reales, con uso exhaustivo de la métrica, del que dice Valente: «es un sorprendente ejercicio de retórica en el vacío, sorprendente sobre todo porque se sabe nacido de un muchacho rural, pastor de cabras en su Orihuela nativa». Efectivamente, Perito en lunas es una obra hermética, cuyas octavas no llevaban títulos en su origen, son como acertijos poéticos, difíciles de hallar soluciones. Una verdadera obra de arte del ejercicio de la palabra: el arte del lenguaje, igual a poesía. En cuanto a ser un «muchacho rural y pastor de cabras» es cierto, lo que no sabía Valente cuando escribió el artículo «Miguel Hernández: poesía y realidad» es que Hernández fue a la escuela y estudió dos años y medio de Bachiller en el Colegio Santo Domingo de Orihuela de los padres jesuitas, y que además era un niño superdotado en inteligencia, y que su mentor fue el vicario don Luis Almarcha, vecino de la calle Arriba. Que a los catorce años y medio dejó los estudios por imposición paterna, quien lo sacó del colegio para guardar cabras porque necesitaba mano de obra, y así junto a su otro hermano Vicente y un peón-cabrero Antonio Ramón Cuenta, exportaba ganado en tren a Barcelona. Por lo tanto, su padre era un empresario caprino. Es decir, que el joven Miguel no era un analfabeto autodidacto, sino que había estudiado más años que otros niños de su condición social.

C) Obras del periodo amoroso. Los poemarios: Imagen de tu huella, El silbo vulnerado y El rayo que no cesa, donde Hernández se ejercita en el soneto endecasílabo, excepto otros poemas como «Me llamo barro» y una Elegía a la muerte de su amigo del alma Ramón Sijé, conforma su trilogía con influencias de Siglo de Oro entre ellos Garcilaso de la Vega y Quevedo. Únicamente llegó a publicar en vida el tercero de los poemarios en enero de 1936 en Madrid; y como muy bien observa Valente para este tercer libro: «lo que me parece caracterizar el conjunto del libro es un amaneramiento formal que le resta vigor y originalidad profunda». También asegura el poeta orensano «que El rayo que no cesa fue el más divulgado y asequible de todos los libros del poeta». También nos advierte que la temprana muerte del poeta supuso una incompleta evolución de su obra para saltar los moldes rígidos de su «tradicionalismo tan temático como formal». Evidentemente el soneto clásico es como meter un poema en un corsé y no dejarle respirar. Hubo dos ediciones posteriores de El rayo que no cesa, la primera de1936, la de Rafael Alberti en Colección Rama de Oro, Buenos Aires en 1942, y la de José María de Cossío en Espasa Calpe de Buenos Aires, 1949.

D) Poesía urgente o de guerra. Vientos del pueblo, 1937, y El hombre acecha, 1939 (edición destruida en los talleres de imprenta Moderna de Valencia a finales de marzo de 1939 forman un corpus poético de poesía bélica; es decir, romances de la guerra, el primero alentando a la lucha, el segundo reconociendo la derrota. Del segundo se publicaron algunos poemas en Obras Completas de Elvio Romero, 1960, no se publicó íntegro hasta 1981 cuando Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia descubrieron una copia en el archivo de José María de Cossío y lo publican en facsímil en la Casona de Tudanca de Santander.

Valente destaca de Viento del pueblo el poema «Los cobardes» donde observa una sátira descarnada, posiblemente por influencia de Quevedo. Una de las estrofas más despojadas de terciopelo es la que dice:

Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

También destaca Valente «Elegía Primera a Federico García Lorca», con similitud con «Epístola» de Quevedo. Y advierte la desnuda verdad como los titulados «El sudor» o «La canción del esposo soldado», que se inicia con el verso «He poblado tu vientre de amor y sementera…». También dice que uno de los poemas más sobrecogedores es «Canción últimas» en El hombre acecha, del que reproduce el poema íntegramente.

E) Su obra maestra. Respecto al Cancionero y romancero de ausencia, dice Valente que Hernández rompe revolucionariamente consigo mismo y advierte: «…encuentra Hernández lo que podía haber sido su voz original». Porque efectivamente esta obra la escribe sobre la experiencia de su tragedia personal, que se inicia tras la muerte de su primogénito Manuel Ramón, con diez meses de edad el 19 de octubre de 1938, más sus posteriores vivencias en las cárceles como las «Nanas de la cebolla», o «Tristes guerras». La confección del cancionero se interrumpe por la muerte del poeta, convertido en lo que podríamos denominar un diario lírico, íntimo, liberado de las influencias métricas y bélicas anteriores. Por ello, dice Valente «Toca ahora Hernández su desnudo. Sus propios moldes caen; sus modelos próximos, explícitamente declarados, como Aleixandre y Neruda, no parecen tener presencia». Donde el poeta, como escribe Valente, encuentra su verdadera voz «en la etapa final de un drama humano de conmovedoras dimensiones». Obra última considerada por los hernandianos como su obra maestra. La primera edición post mortem de la Editorial Lautaro de Buenos Aires (Argentina) es de 1958. La versión ampliada es una edición del profesor José Carlos Rovira en Lumen, colección El Bardo de 1978. Esta obra «iba a ser la evolución poética de la posguerra…», según Valente.

Análisis de un poema en La memoria y los signos de José Ángel Valente

En la antología Entrado en materia, edición de Jacques Ancet, de Cátedra, Letras Hispánicas, 2001, en la página 95, se recogen varios poemas del poemario La memoria y los siglos (1960-1965), publicado en la Revista de Occidente de Madrid, 1966, escrito cuando se hallaba establecido en Ginebra que lo fue desde 1958 como traductor, y luego en París en la sede de la UNESCO. «La intención del poeta es ahora la denuncia de lo falso y la revelación de lo oculto, por lo que en estos versos predominará lo histórico, lo social y lo político, sirviendo la contienda civil española como telón de fondo para muchos poemas», según comentario de Claudio Rodríguez Fer, en biografía de J. A. Valente. Valente escribió un poema titulado: «César Vallejo» al poeta peruano quien durante la guerra llegó a España, concretamente a Valencia en julio de 1937 para asistir como delegado por Perú en el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, donde conoció a Miguel Hernández. En la referida antología, existe otro poema dedicado a «John Cornford» escritor comunista y brigadista británico muerto en Lopera (Jaén) durante la guerra civil el 28 de diciembre de 1936. Otro poema está dedicado, implícitamente, a Miguel Hernández bajo el título de «Poeta en tiempo de miseria», sin citarlo.

En los años de la composición de La memoria y los signos (1960-1965), se conocían pocos libros de Miguel Hernández, y los primeros de los años treinta como Perito en luna, El rayo que no cesa y Viento del pueblo, no se encontraban disponibles en librerías.

Los estudios sobre poesía de Miguel Hernández anteriores a 1965 son:

  • Sino sangriento y otros poemas, La Habana: El Ciervo Herido, 1939.
  • Seis poemas inéditos y uno más, Alicante: Gráficas Gutenberg, 1951.
  • Obra escogida (Edición y prólogo de Arturo del Hoyo), Madrid: Aguilar, 1952. Arturo del Hoyo era contrario al régimen, editor que sustituyo en la editorial Aguilera a Federico Carlos Sainz de Robles. Es decir que se salvó de la censura.
  • Romero, Elvio. M. Hernández. Destino y poesía, Buenos Aires; Losada, 1958.
  • Obras completas (Edición de Elvio Romero). Buenos Aires: Losada, 1960.
  • Guerrero Zamora, Juan. Noticia sobre Miguel Hernández, Madrid, 1951. Guerrero era un hombre del régimen franquista. Por ello, conseguiría publicar, posteriormente Proceso a Miguel Hernández. Sumario 21.001, publicado en editorial Dossat, 1990.
  • Zardoya, Concha. M. Hernández. Vida y obra, Nueva York: Hispanic Institute, 1955.
  • Ifach, María de Gracia. Antología, Losada: Buenos Aires, 1960.
  • Cano Ballesta, Juan. La poesía de M. Hernández, Madrid: Gredos, 1962, y Poemas en selección de Josefina Manresa en Plaza y Janés, 1964.

Hemos de tener en cuenta que las publicaciones sudamericanas eran clandestinas y prohibidas para el público español, por lo tanto, difíciles de conseguir.

Observo, con todas las consecuencias de opiniones adversas que, en el poema «Poeta en tiempos de miseria» sin esforzarnos en exceso, por las alusiones implícitas, se dedica a Miguel Hernández, sin nombrarlo expresamente, como ya he comentado. No dudo que este poema es un claro recuerdo al autor de El rayo que no cesa. Sin embargo, Valente no se atrevió a nombrarlo como, en cambio, sí hizo con los poetas Cesar Vallejo y a John Cornford, quizá por ser Hernández un poeta de los llamados malditos «rojos» sometido en los años sesenta aún a censura franquista, por lo tanto, utiliza Valente sutiles menciones, puesto que el poemario se iba a publicar en la Revista Occidente, Segunda Época, de Madrid.

En los años del franquismo era peligroso nombrar a los «rojos» desafectados o de la lista negra de libros prohibidos. Como ejemplo de esta represión franquista tenemos que, a José Ángel Valente, por un inocente cuento «El uniforme del general» (contenido en el libro El número trece) de 1971, le formaron un consejo de guerra ordinario en 1972 en las Palmas de Gran Canaria por la forma en el autor describe al ejército (sabía de lo que hablaba porque el autor había hecho el servicio miliar en Ceuta). El inculpado fue declarado en rebeldía por inasistencia al juicio militar residente en Ginebra, y se le retiró el pasaporte sin poder regresar a España hasta la prescripción del delito. El editor del libro era Juan Jesús de Armas Macelo que fue condenado a seis meses y un día de arresto.

Retomando el análisis del poema «Poeta en tiempos de miseria», Valente nombra cinco cualidades personales del poeta de Orihuela, por la forma aldeana en que hablaba.

1) Hablaba de prisa
2) Hablaba sin oír ni ver ni hablar
3) Hablaba como el que huye…
4) Hablaba sin puntuación y en silencios...
5) Hablaba como queriendo borrar su vida…

Los 4 versos finales del VV. 19 al 20 son los más elocuentes:

Metal noble tal vez que el martillo batiera
para causa más pura

Miguel Hernández escribe «metal» en el soneto:

Silencio de metal triste y sonoro,
espadas congregando con amores
en el final de huesos destructores
de la región volcánica del toro.

(Soneto 14, «Silencio de meta triste y sonoro». El rayo que no cesa, 1937)

Mientras que en el terceto de otro soneto cita un martillo:

un terrón para siempre insatisfecho,
un pez embotellado y un martillo
harto de golpear en la herrería.

(Soneto 3, «Guiando un tribunal de tiburones», El rayo que no cesa)

Los últimos versos dicen:

Poeta en tiempo de miseria, en tiempo de mentira
y de identidad.

Son estos dos versos finales los más alusivos a Miguel Hernández que fue un poeta comprometido durante la guerra civil en tiempos de miseria y de mentiras, porque una de las armas más utilizadas en tiempos de guerra es el uso de las mentiras y los bulos tendenciosos para engañar a propios y enemigos. Murió Hernández a los 31 años el 28 de marzo de 1942, de tuberculosis en una prisión franquista, en la miseria más reprobable, cuando Valente contaba con trece años.

Hölderlin irrumpe en mi hipótesis

Afirma la traductora alemana Petra Strien que Valente era muy exigente «y que ya en su primer encuentro le preguntó si había captado la alusión a Hölderlin en su poema ‘Poeta en tiempo de miseria’…». Según se lee en el trabajo de Rosa María Gómez Pato (2021: 311).

Sin duda alguna respetamos todas las opiniones, y de ser cierto el comentario de Strien, el poeta alemán del siglo XIX Friedrich Hölderlin (1770-1843), quien murió a los 73 años después de una larga enfermedad por esquizofrenia catatónica, nada «pinta» respecto a los poetas en la guerra civil española del poemario La memoria y los signos como César Vallejo y John Cornford, puesto que rompería el contexto histórico del poemario del autor orensano. Pero cada cual ha de hacer sus propias conjeturas.

Notas

Hernández, M. (2005). Obras completas (Introducción y notas de Agustín Sánchez Vidal, José Carlos Rovira y Carmen Alemany). RBA.
Polo, M. (1983). Poesía y poemas de José Ángel Valente. Narcea S. A. Ediciones Madrid. Valente, J. A. Las palabras de la tribu. Barcelona: Siglo XXI, 1971. Tusquets, 2ª, 2002.
Valente, J. A. (2001). Entrada en Materia (Antología), edición de Jacquet Ancet, Madrid: Cátedra, Letras Hispanas.
Valente, J. A. (2021). Vicente epistolar (Correspondencia de José Ángel Valente con sus amistades). VV. AA. Introducción de Claudio Rodríguez Fer, Universidad de Santiago de Compostela.