Luego de muchos años de no poder visitar la tierra donde nací, estuve 20 días entre España e Italia. Siempre conmueven sus piedras, sus monumentos, sus iglesias, sus paisajes, sus museos, su historia y sus restaurantes, pero en esta oportunidad me impactó mucho más su decadencia.

Una decadencia política, social, económica, cultural, emocional y su absoluta falta de horizontes comunes que le dieron vida y trascendencia histórica a la Unión Europea. Es un continente aplastado entre gigantes y carcomido por su crisis interna, su falta de liderazgo, las tensiones en los propios países que hacen que el Brexit, sea una anécdota y que el peligro sea una explosión europea.

Las heridas de la pandemia se ven en sus avenidas, en sus ciudades, pero sobre todo en su gente y su sentido de resignación y su falta de audacia. Sus políticos, en la gran mayoría son parte fundamental del réquiem. Solo algunos intelectuales se animan a iluminar sus rincones oscuros, pero sin mucho éxito.

De la pandemia, de la guerra entre los Estados Unidos y Rusia combatida en Ucrania, de las nuevas olas de refugiados, ahora blancos, rubios y de ojos claros mientras se siguen agolpando en sus mares y sus fronteras millones de africanos y medio orientales.

De todas esas crisis sumadas, la víctima principal son las ideas complejas, los razonamientos, los matices, todo se ha vuelto cada día más blanco y negro, más oscuro y turbio, y han sido las ideas, la creatividad, su fuerza cultural, una de las virtudes de Europa en la historia. Ahora languidecen y se ensangrientan con los miles de muertos civiles y militares de esta guerra. Ya tuvieron otras guerras terribles, en los Balcanes, en Irlanda, en el País Vasco. Todas de diferente magnitud, pero ahora las tensiones internas y las dimensiones se han multiplicado.

De la guerra en Ucrania se habla todo el tiempo y casi siempre con la misma música, con eslóganes y muy pocas preguntas y menos aún iniciativas para encontrar un camino de paz, de ninguna de las dos partes.

La invasión rusa es una brutalidad, una ilegalidad, una violación a las normas internacionales, la realidad ucraniana digitada desde los Estados Unidos, incluso a espaldas de Bruselas, el horror de ajustes de cuentas contra las poblaciones rusas y favoreciendo las bandas nazis, hasta reivindicando su papel criminal en la Segunda Guerra Mundial, contra judíos y eslavos. Esta segunda parte casi no figura en las cataratas informativas de los medios de la «otra» Europa, la que es supuestamente comunitaria y que saldrá en retazos de esta guerra.

Todos los dirigentes europeos y los expertos sabían perfectamente lo que se estaba cocinando en Ucrania por parte del gobierno de Zelenski, las interceptaciones de comunicaciones, la caída de una computadora de un alto oficial británico en territorio ucraniano, la entrega masiva de armas, antes de que comenzara el ataque ruso, el reforzamiento del batallón Azov (que es mucho mayor que un simple batallón) circulaban ampliamente, menos para la población europea.

Las declaraciones constantes del presidente Joe Biden. Incluso sus antecedentes en relación a la situación en la región, pronunciadas hace muchos años, no auguraban nada bueno.

Zelenski declaró que Crimea, donde el 98% de la población es rusa, sería retomada por la fuerza ya en abril del 2021 y que en conjunto con los americanos habían decidido postergarla para inicios de este año. A lo que se agrega la masiva concentración de tropas ucranianas en las repúblicas del Dombas.

El objetivo explícito era replicar la Operación Tempestad en Croacia contra Krajina en la guerra de los Balcanes en agosto de 1995, adueñándose del Dombas y de Crimea y adherir de inmediato a la OTAN, por ello los americanos anunciaban una guerra que sabían inevitable.

La guerra en Ucrania, una más de las tantas que se han combatido en los últimos años, en Siria, en Afganistán, en Irak, en Yemen, Libia, Sudán, Somalia, en los Balcanes y otros conflictos casi crónicos en África, no se terminará a la brevedad porque los ucranianos y los norteamericanos no han perdido lo suficiente y los rusos no han ganado lo que querían. Esta es solo una de las causas de la decadencia europea, de su papel cada día menos trascendente a nivel global y de estar aprisionada entre las potencias nucleares y militares verdaderas como Estados Unidos y Rusia y a nivel económico y comercial por China.

Europa en la actualidad gasta cuatro veces más que Rusia en armamento y en sus fuerzas armadas, pero es un enano estratégico totalmente dependiente, conducido desde la OTAN, es decir, desde los Estados Unidos, incluso en el propio territorio europeo.

Los acuerdos franco-ucranianos para evitar la guerra, se destruyeron en un solo día por mandato directo de Washington y con la complicidad de Kiev.

A la hora de hacer el balance trágico pero también preciso de la situación militar a casi tres meses de iniciada la invasión, hay que recordar que las fuerzas en juego, fueron 190 mil soldados rusos, contra 300.000 ucranianos (incluyendo la Guardia Nacional) y los batallones fascistas, por ello es comprensible que el ataque haya sido colateral, desde tres frentes diferentes para luego concentrarse en el objetivo principal, consolidar el dominio completo de toda la zona sur-este, Crimea, el acceso al mar de Azov y las dos repúblicas separatistas del Donbas.

La guerra es una terrible tragedia humana, con miles de muertos civiles y militares, con destrucciones terribles en el territorio, con millones de refugiados que huyen del conflicto, pero no es esa la única causa de la decadencia europea, muestra en toda su crudeza las causas y las incapacidades actuales de una Unión, que nació para evitar la continuidad de las grandes guerras y construir proyectos de desarrollo comunes. Esa realidad compleja, costosa, llena de matices y sutilezas se está desmoronando diariamente.

Faltan liderazgos de forma muy notoria, la única figura que emergía del manípulo gris, era Angela Merkel, ahora los Johnston y sus payasadas que van mucho más allá del Brexit, los Macron que ganan las elecciones solo porque la ultraderecha logra el 42% de los votos, Olaf Scholz vetada su visita a Ucrania por el payaso de Zelenski, Pedro Sanchez en España, Mario Draghi un banquero sin partido y muchos otros gobernantes, para no hablar de la pobreza más que franciscana de los burócratas de la Unión Europea, no están a la altura de la suma de la pandemia y de la guerra. Son causa y consecuencia de la decadencia.

El réquiem del llamado viejo continente, que tanta influencia tuvo en la creación de las realidades políticas, sociales, culturales de América, de África e incluso de Asia y Oceanía, hoy se ha replegado sobre sí mismo y su crisis no solo es económica, social, demográfica, sino también cultural, de ideas, de aportes a la nueva realidad global. Hace humo, ruido y mucha confusión pero poco más. Será el gran perdedor.

No solo Europa saldrá herida profundamente, Rusia está más aislada que nunca, incluso países «neutrales» como Austria, Suiza, Finlandia y Suecia han adoptado posiciones claramente contrarias a Moscú y a Putin. Las sanciones, a pesar de las reservas acumuladas y la dependencia energética de Europa de los hidrocarburos rusos, ya está golpeando la economía rusa.

Aunque si miramos las votaciones en la Asamblea General de la ONU, los 40 países que, de una u otra forma, se abstuvieron o apoyaron la posición rusa, representan el 40% de la población y de la economía mundial.

No es una guerra mundial, pero su impacto ya está siendo global, con el peligro creciente de una gran hambruna en los países pobres y con una ola creciente de refugiados que supere los 80 o 90 millones en todo el mundo. Algo nunca antes visto ni remotamente.

De la carrera armamentista renovada que involucra ya a EE.UU, Rusia y China; todos los países de la OTAN encabezados por Alemania que ya aprobó en su parlamento un aumento de 110 mil millones de euros en armamentos, la principal víctima será sin duda una política contra el calentamiento global, a favor de nuevas tecnologías, muy costosas y para reducir la contaminación atmosférica y de los mares.

La creación y construcción de nuevas armas de forma masiva, no es solo un factor económico y militar, es la generación de una mentalidad, del aumento del peso de los militaristas en todos los países y el retroceso de las ideas políticas y civilizatorias.

Europa a nivel económico será la más perjudicada. Se liberará de la dependencia energética rusa para abrazarse a la peor dependencia de los norteamericanos, con precios del gas cuatro o cinco veces mayores, y estas facturas ya las están pagando las poblaciones y las industrias europeas. Esto se multiplicará con la construcción de las infraestructuras para el transporte (naves para el GNL) y terminales para recibir el gas.

Veremos cómo reaccionan los verdes, sobre todo en Alemania con los planes de construcción de una importante red de centrales nucleares.

No hay ningún aspecto del que Europa pueda emerger gananciosa de esta situación, habrá dado un paso más en su absoluta dependencia de los Estados Unidos y de China en otro plano. Y eso es decadencia.