A la fecha se han producido casi 6 millones de muertes por la pandemia, sobre un total de más de 408 millones de contagios en todo el mundo de acuerdo al informe de la Organización Mundial de la Salud. Una mortalidad del 1.47%. Obviamente los datos cambian diariamente pues la pandemia no ha terminado en absoluto. Pero hay análisis y conclusiones que se pueden y se deben hacer desde ahora.

En la mayoría de los países de Europa occidental únicamente el 5% de las personas fallecidas por Covid-19 son de edades inferiores a los 60 años, mientras que en países de América Latina como Brasil, Colombia y Costa Rica la mortalidad de los menores de 60 años supera el 20%. La conclusión primaria es que esta diferencia corresponde a la diferencia en la pirámide de edades entre las dos zonas, pero no es solo por ese motivo.

Es notorio que la pandemia ha matado una enorme proporción de mayores de 60 años y la mortalidad sube con la edad, es decir, que tuvo y tiene un terrible efecto darwinista entre los más débiles, los mayores y los ancianos.

Pero no solo influye la pirámide de edad en el aumento de los jóvenes en los países del sur, es determinante la calidad y la cobertura médica, como también lo demuestra con abundantes cuadros el estudio realizado por expertos de la OMS1. Es decir, que el efecto selectivo y darwinista no solo influye en la edad, sino las condiciones sociales de cada región, aunque el virus ataque a todos por igual.

La pandemia hizo explotar las debilidades de los sistemas de salud de las regiones y de los países, eso no se expresa tanto en la cantidad de contagios, como en la cantidad y proporción de muertes por el Covid.

La lectura más difundida pero parcial y, por lo tanto, equivocada de la doctrina darwinista es que sobrevive la más fuerte de las especies (los más jóvenes), tampoco es la más inteligente, es aquella que se adapta mejor al cambio. Esta referencia a las especies podría aplicarse a los seres humanos. ¿La capacidad de adaptarse a un virus como el Covid-19 puede darse de manera individual o colectiva por franjas de edad? Es muy difícil, se requiere la intervención de otros factores.

Como se trata de un ciclo: contagio, curación (en sus diversas alternativas) y la posibilidad de la muerte, prevenir el contagio a través de la vacunación más eficaz y de manera más oportuna es clave, pero los estudios científicos en curso deberían concentrar una especial atención en las futuras curas (ese es sin duda el objetivo principal, para este y otros virus) considerando la particular mortalidad de los mayores de 60 años, a lo que habría que agregar las secuelas de la enfermedad, que son más graves, en esa franja de edad.

Lo mismo debería suceder y seguramente está sucediendo pero no de la misma manera, con los mismos recursos en los sistemas de atención sanitaria y en particular en la UCI, las Unidades de Cuidados Intensivos y los equipos profesionales y técnicos a disposición. También es un agudo problema de cobertura médica, de su calidad y de su costo.

El factor de la «adaptación» es también profundamente cultural. Por ejemplo los países que tenían una cultura muy desarrollada en sus sociedades a favor de las vacunas en sus diversos tipos, anteriores a la pandemia, sin duda tuvieron una capacidad mucho mayor de reacción que las otras y mucho más donde se formaron fuertes movimientos, generalmente con fuerte influencia de la derecha y la ultra derecha en contra de la vacunación. Son trabas muy fuertes a la «adaptación».

Hay aspectos aparentemente más sutiles, pero muy importantes. Es abrumadora la evidencia de que el cuidado que cada uno, en utilizar el tapaboca, en mantener las distancias sanitarias, en protegerse y proteger a sus prójimos (familiares o no), es decir el sentido de responsabilidad y solidaridad social, influye de manera muy importante en la capacidad de adaptarse y reducir el contagio. Y este es un problema cultural, aunque los Estados hagan los máximos esfuerzos para imponer las cuarentenas y se apliquen restricciones severas y con duras penas.

En el futuro, las sociedades a nivel de su educación, de diferentes formas de influir en la opinión pública deberán considerar la experiencia de esta pandemia que todavía no ha terminado. El capital cultural que se acumule puede ser fundamental para la adaptabilidad. La tendencia histórica (gripe española por ejemplo) es exactamente la opuesta, es la de tratar de olvidar la guerra y la peste y vivir a alta velocidad. Los alocados años 20.

Es una experiencia a tener muy en cuenta y los Estados, las sociedades civiles, la prensa, la educación a todos sus niveles e incluso la investigación, no solo médica, farmacológica sino también en las ciencias sociales deberían incorporar con mucha fuerza. Incluso el arte y las diversas manifestaciones de la cultura.

La resignación ante una pandemia que afecta de manera nunca antes vista por las actuales generaciones, impactando en la salud, la muerte, la economía, la sociedad, la cultura debería merecer una atención y una sensibilidad muy alta y muy refinada y profunda.

La pandemia puso al desnudo muchas cosas, no solo a través de los contagios, el tratamiento médico en hospitales y en las UCIs, en las secuelas y las muertes, también acentuó de forma escandalosa la distribución de la renta y de la riqueza en todo el mundo, entre los países, pero también en las diferentes sociedades, ricas, medias y pobres. No se salvó nadie.

El darwinismo es su complejidad expresa todas las debilidades individuales, no solo de carácter físico, sino del entorno social y cultural.

La adaptación y la adaptabilidad no es solo individual, es fundamentalmente social, en la capacidad de programar la evolución o involución hacia nuevas amenazas víricas o climáticas (por ejemplo) porque las exigencias a las que hemos sido expuestos y podemos volver a enfrentar incluso en condiciones todavía más graves, no se resuelven con disculpas, explicaciones políticamente correctas, no tienen la menor compasión y tienen efectos devastadores.

La adaptabilidad al cambio se programa, se construye e implica no solo muchos cambios, muchos recursos económicos, científicos, productivos, sociales, sino capacidades de gobernanza mundial diferentes.

Si retornamos al coronavirus SARS-CoV-2 este pasó de los animales a los seres humanos, eso sí está comprobado, sobre todo de animales exóticos y habitantes de zonas naturales y boscosas, el hiper desarrollo urbanístico, ha determinado un contacto cada día más directo de los seres humanos con esas zonas, y por lo tanto, con sus habitantes. No se trata solo de los mercados de animales exóticos y comestibles, es un proceso de degradación del medio ambiente y de cambio de las formas de contacto con la naturaleza por los seres humanos. Eso lo que ha determinado y permitido es una gran adaptabilidad no precisamente de nosotros sino de los virus.

Existen millones de seres vivos que se reproducen, mutan e intercambian genes, eso es lo que hace la biosfera muy diversa y en permanente variación y muchos millones de variantes de esos virus entran en contacto directo con los seres humanos. Unos pueden ser totalmente inocuos, otros infectarnos débilmente y otros, unos pocos generar una pandemia de enormes proporciones.

Ese proceso de contagio no es un problema de suerte, el ejemplo es la gripe española iniciada en los EE.UU. en 1918 que se expandió explosivamente por las trincheras de la Primera Guerra Mundial, con la misma o mayor virulencia que la de la actual pandemia. Su fin fue mucho más abrupto.

Los virus están sujetos sin duda al darwinismo, dependen de su capacidad de mutar, en particular a expensas de otros seres vivos, entre ellos nosotros los seres humanos.

Esta es también la clave de la investigación de otros virus que pueden combatir esos virus malignos y altamente contagiosos, como el caso del herpes o incluso del SIDA. Seguramente en esa dirección se orienta la búsqueda científica de substancias naturales o artificiales que nos permitan liquidar a virus como el SARS-CoV-2.

Pero la principal fuerza natural que puede determinar nuestro triunfo sobre esos procesos biológicos de los virus letales y pandémicos, es nuestra inteligencia, nuestra capacidad acumulada no solo en el plano científico sino en nuestra cultura.

Nota

1 Defunciones por COVID-19: distribución por edad y universalidad de la cobertura médica en 22 países. Organización Mundial de la Salud.