«Es algo psicológico: Rusia solo quiere que la gente crea que está ahí». El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski quiere así restar gravedad a una reedición de la Guerra Fría. No admite la tensión que genera Joe Biden con sus previsiones bélicas, que incluso ponen fecha a una invasión de Ucrania. Rusia se mueve, pero no cruza la línea roja, y Zelenski pide calma. Putin no tiene que esforzarse en invadir Ucrania, el laboratorio del miedo, ya se traduce en una fuga de capitales de millones de euros, y el gobierno ya recurre hace días a las reservas estatales para estabilizar la moneda nacional.

El presidente ruso y Enmanuel Macron ya hablan de una desescalada para aplacar las tensiones en Ucrania. Zelenski llama a Occidente y a la prensa a no propagar el pánico dando por hecho que Rusia invadiría Ucrania. Y como no, EE. UU. ha enviado a Polonia y Rumania 3,000 soldados para apoyar a la OTAN contra Rusia. Y digo como no, porque EE. UU. responde con odio, pero no por Ucrania, sino porque hace tiempo que le produce insomnio la alianza de Rusia y China.

Putin ya ha dejado claro la posibilidad de que el Kremlin pueda reconocer como estados independientes a las autoproclamadas repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania. Como ya hizo en 2008 con los territorios georgianos de Osetia del Sur y Abjasia. Pero esto ocurrirá dependiendo de lo firme que sea Occidente obligando a Kiev a cumplir con los Acuerdos de Minsk.

El paquete de medidas de Minsk, firmado por Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, establece que hay que mantener un diálogo directo con Donetsk y Lugansk y legalizar un estatus autonómico especial para Donbass, aspectos en los que Ucrania no está de acuerdo ya que los separatistas nunca muestran satisfacción en la transferencia de competencia. Así que esto se está haciendo eterno.

Aunque la idea sea el cumplimiento de una tregua total, Kiev no controla una parte significativa de las unidades armadas de los separatistas y los nervios de algunos propensos a la psicosis militarista pueden fallar. Por esta razón no se descarta que alguien quiera provocar una guerra, y si añadimos que EE. UU. está enviando soldados y armas para defender a Ucrania, ya tenemos nuevo juguete para Biden.

Si el presidente ucraniano quiere discutir cómo normalizar las relaciones con Rusia, tendrá que controlar su problema interno, Donbass. Mientras, Putin hará sus cálculos tras su viaje a los Juegos Olímpicos de Pekín y decidirá los siguientes movimientos, pero no será porque enarbole la seguridad de los rusos dentro de las provincias ucranianas de Donetsk y Luhanks, será por lo que China puede ofrecerle en este escenario. No tardaremos mucho en ver que el siguiente escenario crítico sea Taiwán. Qin Gang, embajador de China en Washington, aprovecha el precedente creado por Putin para advertir de un probable conflicto militar entre EE. UU. y China, si Taiwán, alentado por Washington, sigue avanzando hacia su independencia.

EE. UU. a través de la OTAN, es un imperio que argumenta la ideología de democratizar, y con Ucrania nos intentan introducir de nuevo en la Guerra Fría, algo romántico sabiendo que la URSS ya no existe y Putin no aspira a una raza aria que hable ruso. Es más probable que a EE. UU. le moleste el concepto de Eurasia, porque Putin es más fuerte cuanto más trabaja su relación con China, muy pronto eclipsará a la UE, ya que Alemania está severamente condicionada por su dependencia del gas ruso y Francia quiere ejercer de gran potencia mediadora sin serlo. No es recurrente mencionar al Reino Unido, porque no quiere formar parte de la UE, y porque se identifica más con un iceberg del Polo Norte que con el viejo continente.

En el caso de que EE. UU. y Europa sigan adelante con las amenazas de castigar la economía de Rusia si Moscú invade Ucrania, seguro que Beijing apoyaría a Putin militarmente, dicho sea de paso, a estas alturas del conflicto tampoco lo necesitaría porque Rusia tiene armamento para abastecer a medio planeta. Otra cuestión son las lealtades económicas de Xi Jinping, Rusia depende profundamente de China para el comercio, pero no al revés.

Como cualquier idealismo, el socialismo o el comunismo llevan a la miseria, o así lo creen todos los estados que ganaron la Segunda Guerra Mundial, que vencieron al fascismo, y al socialismo como movimiento de masas; Hitler y Stalin eran los dos socialistas, los dos con una arquitectura criminal muy creativa, donde podías acabar en la cámara de gas o incinerado en un horno. Ganamos al socialismo y nos quedó el comunismo, esa mancha negra que arrastramos desde la Guerra Fría, y nos viene muy bien crear enemigos imaginarios con una cuestión de soberanía en Ucrania porque el odio está de moda.

El tablero no sigue siendo el mismo, aunque el resentimiento sí perdura, y lo que es aún más grave ¿quién pone en peligro la seguridad europea, EE. UU., Rusia o China?