«Detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer». Seguramente muchas veces hemos escuchado esta frase y pocas veces nos hemos detenido a reflexionar sobre la real profundidad de ella.

Tal vez sería mejor decir «siempre hay una gran mujer, que la historia ha ocultado detrás de un hombre…» no, no es una exageración. Hay demasiados ejemplos para pensar que ha sido solo un descuido, una involuntaria omisión.

Así como dijera la escritora Virginia Woolf «en la mayor parte de la historia, anónimo era una mujer».

Entonces no nos extrañe saber que es más fácil encontrar una mujer pintada desnuda en un museo que ver una obra suya expuesta en sus paredes.

Artistas, escritoras, científicas, compositoras musicales discriminadas por su género o invisibilizadas detrás de un seudónimo masculino.

Es así que Anna María Mozart (Nannerl, 1751), hermana del virtuosísimo Amadeus, fue silenciada siendo tan o más talentosa que su hermano. Es precisamente este, quien en una carta reconoce su gran talento. El padre en un principio lleva a los niños prodigio a presentarse ante importantes personalidades imperiales, pero pronto llega la adolescencia y Nannerl queda relegada a dar clases de música para ayudar económicamente a los viajes artísticos de su hermano.

Conocido es el caso de las hermanas Brontë (1818), Charlotte, Emily y Anne, poetas y novelistas británicas que publicaron sus obras con nombres de hombres por temor al rechazo de la pacata sociedad británica del tiempo.

Seguramente todos recordarán el clásico de la literatura, Cumbres Borrascosas, única novela de Emily Brontë publicada en 1847. Por su parte Anne, escribe La inquilina de Wildfell Hall, novela que trata el derecho de la mujer casada a separarse del marido maltratador, argumento que no era tema en la época.

Clara Schumann (1819) prodigiosa pianista y compositora, viene de una familia de músicos, su padre, además, funda una fábrica de pianos por lo que su conocimiento sobre este instrumento viene desde su infancia. El progenitor distingue su don y crea un especial método de enseñanza que será usado incluso por su futuro marido, alumno de su padre, el gran Robert Schumann. La música de Clara deleita los finos oídos de Niccoló Paganini, Franz List e Goethe, por mencionar algunos.

No deja de componer ni de presentarse en distintas ciudades, pero la enfermedad del marido la lleva a ocuparse de él y otras labores, retrayéndola de la música.

Si hablamos de Albert Einstein inmediatamente se nos viene a la mente la famosa teoría de la relatividad pero poquísimos conocen a Mileva Maric (1875), física y matemática prodigiosa, quien estimulada por el padre viaja a Zúrich para continuar sus estudios pues, era el único país en aceptar mujeres en sus aulas. Es aquí en donde su vida se cruza con la del futuro marido, el premio Nobel Albert Einstein. Mucho se ha hablado del importante rol de Mileva en las publicaciones científicas de su marido y, sobre todo, en el profundo estudio sobre la teoría de la relatividad que lo lleva a conseguir el Premio Nobel de Física. Diversas anécdotas sobre la complicidad de la pareja en cuanto al estudio llegan hasta nosotros, sabido era que el físico siempre tuvo dificultad con las matemáticas y que cuando prestaba sus apuntes a Mileva, ella se los regresaba corregidos. De mucho análisis ha sido la utilización del pronombre «nosotros» en la correspondencia con su esposa, pues daría la confirmación de que los logros científicos serían de los dos.

Al momento de la recepción del famoso reconocimiento, la pareja se estaba divorciando y el físico destina lo recibido en dinero completamente a Mileva y sus dos hijos sobrevivientes, ¿reconocimiento al aporte intelectual de su mujer en el conseguimiento de este galardón?

¿Recuerdan la película Big Eyes (2014) dirigida por Tim Burton y basada en una historia real? Pues no es otra cosa que la historia de Margaret Ulbrich, quien al casarse con Walter Keane, toma su apellido. Su marido, agente inmobiliario y pintor en su tiempo libre, divisa rápidamente el talento de su esposa, logra exponer unos cuadros de ambos. Guiados por la curiosidad de las pinturas, los observadores demuestran mayor interés por los cuadros de Margaret y como ambas creaciones estaban firmadas como «Keane» se dio por entendido que eran de autoría de Walter quien tampoco aclaró la confusión. Es así como poco a poco el éxito del estilo de figuras de Margaret se transforma en un gran éxito, sus personajes de «grandes ojos» vendrían de la inspiración que le generaba su hija Jane, nacida de su anterior matrimonio.

Como es de esperar la unión con Walter comienza a desgastarse por todas las mentiras y engaños descubiertos, es así como Margaret llega a los tribunales de Hawái por la discusión de sus derechos de autoría de sus cuadros. Su marido pretende continuar con el engaño, pero es desenmascarado cuando les solicitan una importante prueba, pintar delante de la corte una de las famosas figuras de ojos grandes. Viene entonces reconocida, indiscutiblemente, la maternidad de los cuadros a Margaret Keane.

Si nos parece impresentable esta situación, ocurrida en la mitad de los años 50, ¿qué les parece que en pleno años 90 se le sugiriera a la escritora Joanne, firmar sus libros para adolescentes con un seudónimo con iniciales, porque así no se podría identificar su género? Inconcebible, ¿verdad? Pero así fue como Joanne alcanzó una «anónima» fama con el seudónimo J.K. Rowling, madre de la serie de libros sobre el pequeño mago, Harry Potter que ve la luz en 1997. La escritora confesaría más tarde que otro de los motivos del uso del seudónimo sería el miedo que le provocaba su ex marido, con el cual había estado unida poco más de un año, terminando a convivencia con una orden restrictiva contra él.

Estamos en pleno siglo XXI y aún continúan estas inconcebibles historias. Algunas cosas han cambiado, cada vez son más los hombres que valoran y reivindican los logros y metas alcanzadas por sus pares. Existen mujeres atentas y empoderadas que siguen abriendo espacios y defienden los que ya han sido conquistados.

Nunca más anónimas, nunca más detrás de nadie, nunca más discriminadas por género. ¡Que la única sombra que nos oculte sea la del árbol en que nos apoyemos para liberar nuestra creatividad y nuestros sueños!