Con el paso del tiempo el lenguaje va construyéndose y evolucionando. Las palabras que conforman una lengua no siempre son las mismas ni tienen los mismos significados.

Las palabras se van transformando a lo largo del tiempo en forma y significado, repercutiendo no solo en el propio lenguaje, sino en la realidad.

Este artículo no pretende realizar un análisis profundo del tema, sino abordar la historia de la palabra «quimera» como ejemplo de algunas de estas transformaciones.

La elección de esta palabra está motivada, porque su significado original ha llevado a otro, metafórico. Ambos han dado lugar a hermosas representaciones e ideas que forman parte de nuestro acervo artístico y literario.

En la literatura ha sido objeto de las más diversas recreaciones y transformaciones. Su significado metafórico ha inspirado a autores de todas las épocas y estilos.

Significado y origen

El Diccionario de la lengua española (DLE) nos ofrece tres acepciones de la palabra quimera:

  1. f. En la mitología clásica, monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.

  2. f. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo.

  3. f. Pendencia, riña o contienda.

La Fundación del español urgente (FUNDÉU) incluye otro significado que no aparece en el diccionario por tratarse de un término técnico. Esta acepción se refiere a «un organismo con tejidos genéticamente distintos» y se aplicaría al campo de la biología.

La palabra «quimera» proviene del latín chimaera, y este del gr. χίμαιρα chímaira, con el significado de «monstruo mitológico». En las primeras traducciones y textos aparece con la voz cimera, que deriva del vocablo latino directamente, refiriéndose a la figura de una Quimera que lucían los combatientes en la parte superior de los yelmos.

En los textos y traducciones de los siglos XIV y XV también encontramos la voz chimera. Con su inclusión en la primera edición del Diccionario usual de 1780 aparecerá en su forma definitiva: quimera, aunque con un significado hoy en desuso: pendencia, riña o contienda.

En la cuarta edición del diccionario en el 1803 aparecerá con el significado de «lo que se propone a la imaginación como posible, o verdadero, no siéndolo». En 1822 se incorporará la acepción mitológica.

Mito y trascendencia

En la mitología la Quimera se describía como una criatura monstruosa con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. También, se decía que escupía llamas por la boca. Era hija de Tifón y de Equidna. Belerofonte subido en el caballo alado, Pegaso, consigue derrotarla con una lluvia de flechas.

Homero en el libro VI de la Ilíada fue el primero en describirla: «por delante león, por detrás serpiente, y en medio cabra, y exhalaba la terrible furia de una ardiente llama». Más tarde, Hesíodo en su Teogonía la identificaría como hija de la Hidra de Lerna.

Otros autores como Apolodoro, Higino, Pausanias o Píndaro recogen el combate de Belerofonte con la Quimera. Todos incluyen alguna característica o resaltan las que ya se habían descrito con anterioridad desde Homero. Servio ubica su origen en la región de Licia, donde existe un volcán que lleva su nombre.

La imposibilidad de que existiera un ser formado por tres criaturas a la vez provocó que se convirtiera en una metáfora de lo imposible. Su significado se amplió y a lo largo de la historia de la literatura los más diversos autores la usarían en este sentido.

Algunos escritores aprovecharon la polisemia de la palabra para conferirle a sus obras no solo un título, sino una pluralidad en su sentido más profundo y complejo, como La Quimera de Lorca o la de Emilia Pardo Bazán.

Como en la Introducción sinfónica de Gustavo Adolfo Bécquer ese sentido profundo y complejo se adentra en un espacio donde lo soñado y lo vivido se entrelazan, transportándonos a ese interior solitario y quimérico en la mente del escritor.

Para Víctor Hugo «la palabra quimera tiene dos sentidos, significa sueño y significa monstruo». Esta dualidad en la que repara el autor francés nos lleva a conferirle un simbolismo más allá de las palabras.

La propia monstruosidad y deformidad de la Quimera se puede interpretar como una transformación del simbolismo de las criaturas que la componen, es decir, una suerte de perversión de sus cualidades positivas.

Su triple significación en español, así como su triplicidad de forma nos remite a las ideas de monstruo, de sueño y de contienda. Una tríada irreductible que lucha en un espacio entre la fantasía y la realidad.

Me pregunto dónde habitarán los verdaderos monstruos, si lo harán en nuestros sueños o en lo que nos rodea.

Los seres humanos queremos alcanzar lo imposible. Aquello que se alza más allá de lo que denominamos «realidad» y que pertenece al mundo de los sueños.

Queremos obtener cuotas de conocimiento nuevas que nos permitan comprender los misterios que aún no hemos sido capaces de resolver. Las eternas preguntas flotan como las estrellas en el firmamento, inalcanzables y lejanas.

Como la Quimera, nuestros sueños son una criatura imposible a la que queremos dar forma a nuestra imagen. Posibilidades que se escapan hacia mundos invisibles, extraños y arcanos, donde solo ellas pueden habitar.

Una Quimera

Una imagen se dibuja frente mí,
deslizándose a través mis sueños,
como el espejismo de un oasis en el desierto,
inalcanzable y repleto de posibilidades.

Una criatura
que solo existe en mi imaginación
se desvanece con rapidez
con los últimos rayos del sol,
tras el horizonte de mi conciencia.

Un imposible, una quimera,
que persigo y que nunca logro alcanzar.

En ocasiones, casi puedo tocarla,
pero se evapora,
sumiéndose en un espacio invisible y
devolviéndome a la realidad.

Sueño con poder al menos,
vislumbrar la luz tras ella,
hermosa y resplandeciente,
como el devenir de los tiempos.

Un imposible, una quimera,
que persigo y casi logro tocar.

Sueño con descubrir de nuevo
ese pasado remoto
que se oculta tras sus fauces leoninas
y la sabiduría latente en su interior.

Ella se alza majestuosa y ruge
con el fuego del conocimiento,
cubierta por una magia ancestral.

Un imposible, una quimera,
que persigo sin cesar.