La Secretaría de Educación Pública (SEP) de México cumple 100 años de fundación. A pesar de las acciones para descentralizarla, luego ya mejor recentralizarla y demás vacilaciones que ha dado el sistema en su administración, sigue siendo un gigante falto de agilidad: un verdadero reto para quien esté al frente.

El presente aborda, muy por encima, la tarea de dos titulares excepcionales del ramo, José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet.

Sí, dos secretarios de Educación cuya gestión fue: a) clara, bien clara —los funcionarios sabían qué se proponían; b) abarcadora —porque llegaron a varios niveles educativos, sobre todo Bodet, y porque alcanzaron puntos remotos del país; c) perdurable —ha soportado, mal que bien, los vaivenes políticos.

José Vasconcelos

Por encima de sus varias virtudes y predilecciones, José Vasconcelos fue un político. Un ave rara de la vida pública que protagonizó hechos extraordinarios, lo que se ve desde su ser de filósofo, escritor, y… ¡promotor cultural!; perfiles raros en un personaje público (al menos, ¡oh!, de este lado del mundo).

A pesar de que hubiera querido trascender como filósofo, de que se esforzó en escribir —y con muy buena pluma— una obra sistemática en la materia, sus alcances más grandes fueron otros: la candidatura a la presidencia de la república y su gestión educacional (más que en las universidades donde fue rector, en la secretaría, cuyo centenario celebramos).

Ya desde la Universidad Nacional había lanzado una campaña de alfabetización nacional, gestionado y cabildeado la creación de una secretaría de Estado que emprendiera la inmensa tarea de educar al pueblo. Todo se hizo realidad en su persona ya que fue designado primer secretario de Educación Pública.

Así nació la gloriosa escuela rural mexicana, la «Casa del pueblo», como respuesta a una población mayoritariamente no urbana. Se delineó la figura del maestro mexicano como líder de su comunidad, se enfrentó complicaciones iniciales como por ejemplo habilitar a vecinos instruidos en el papel de profesores.

Este necesario impulso a la educación en los poblados no sirvió tan solo para dotar de saber a los menores, sino para enseñar a los adultos oficios que ampliaran sus armas para ganarse la vida y para una mejor organización del hogar: fue un mejoramiento social.

Otras iniciativas suyas fueron el Instituto Técnico Industrial (precursor del Instituto Politécnico Nacional), Radio Educación, el Estadio Nacional, el muralismo plasmado en las sedes de las instituciones que iba dirigiendo, las audiciones públicas de música… Todo lo cual habla de su abanico de intereses: la tecnología, los medios de comunicación masiva, los grandes espacios multiusos, la elevación del espíritu mediante las artes…

José Vasconcelos fue un amante de la música. Escuchemos Scherezada, de uno de sus autores favoritos, el ruso Rimski-Korsakov.

Jaime Torres Bodet

La historia de Jaime Torres Bodet da la impresión de que se desprende de la vasconceliana y que sigue sus pasos: muy jovencito fue su secretario, de modo que compartieron las preocupaciones por un área de la administración pública que sería ejemplar, en mucho, precisamente por ellos dos.

Así veía el colaborador a su jefe: «Quien no lo haya tratado en esos días de 1921 no tendrá una idea absolutamente cabal de su magnetismo como ‘delegado de la revolución’ en el ministerio. La juventud vibró desde luego ante su mensaje, de misionero y de iluminado».

Volviendo al paralelismo de las dos vidas, uno y otro habrían de ser titulares del ramo, ambos dos veces, y cada uno desarrollaría más y mejor en el segundo de sus ejercicios.1

Por sobre las curiosas coincidencias, con la gestión de Torres Bodet en la SEP ocurrió lo que no ocurre —al menos en México— con un funcionario nuevo: que continúe la labor de sus antecesores. «No, nada; (parece que dicen) yo traigo mis ideas» e importantes programas se detienen… en el mejor de los casos, si no es que, en el peor, se sepultan. Con don Jaime no, hasta las abandonadas «Misiones culturales» cobraron nueva vida. No se diga el apoyo al arte, las ediciones, las bibliotecas, los museos: la cultura en general.

En cuanto al impacto en la escuela, la obra más conocida fue los libros de texto gratuitos y un claro apoyo a la profesionalización y especialización del maestro, pero en realidad es incontable y vasta.

Es muy reiterativo encomiar su Museo Nacional de Antropología e Historia, encargado en sus edificios, igual que otras obras, a un colaborador que despuntó gracias al secretario de Educación: el arquitecto Pedro Ramírez Vásquez.

Torres Bodet se hablaba de tú con el mundo de la cultura; poeta y ensayista, unos años antes de su segunda etapa había sido director general de la UNESCO. Su promoción cultural y artística tuvo consonancia en el lugar menos pensado: el IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social) pues su titular Benito Coquet, era un amante de las artes escénicas que llenó de teatros y funciones el país como parte de las prestaciones sociales de su institución. Así que todo aquello fue un florecimiento.

Suicidio

Dos suicidios hay en las historias de vida de Vasconcelos y de Torres Bodet.

Antonieta Rivas Mercado, mecenas del arte mexicano, colaboradora ligada sentimentalmente a don José, se suicidó en el interior de Notre Dame, en París. El hecho —como lo refiere El Colegio Nacional— «baldó» la vida de José Vasconcelos.

En el caso de don Jaime, no consistió en la muerte de alguien cercano, sino en la de él mismo.

Curiosidades

Como en otros casos célebres, don José cambió (o dio bruscos giros), en la última etapa de la vida. El intelectual mexicano Carlos Monsiváis contó alguna vez a propósito de la autoría por parte de Vasconcelos del lema de la UNM (Universidad Nacional, entonces no autónoma, de México) que el espíritu (de «Por mi raza hablará el espíritu») en un principio era el espíritu de la raza cósmica, pero que hacia el fin de sus días el espíritu, según dijo, era el Espíritu santo.

Para concluir

Si con una palabra hubiera que definir a los secretarios de Educación Pública Vasconcelos y Torres Bodet sería «realizadores»; emprendieron y llevaron a término su misión. En el caso de Jaime Torres Bodet con un cariz trágico, ya que parte de ella la hizo habitado por un cáncer.

Otro tema: décimo aniversario luctuoso de Granados Chapa

El mejor periodista de México, Miguel Ángel Granados Chapa, cumplió en octubre de este 2021, la primera década de fallecimiento.

En un memorable artículo a propósito, su hijo Tomás menciona entre otros aspectos la fugacidad de los artículos de su padre por ser periodísticos, escritos para el momento. No obstante, dentro de ellos hay exposiciones históricas, hay reflexiones sobre política y más que siguen siendo válidas… Sería muy iluminador que fueran entresacadas de sus trabajos y puestas en libros para su aprovechamiento en el presente, y para ¡que viva Miguel Ángel Granados Chapa!

En este periodista tuvimos asimismo a un amante de la música; he aquí el segundo movimiento de la Quinta sinfonía de Tchaikovsky, predilecta suya.

Nota

1 Perdurable, por excelencia, la obra de Torres Bodet. Está a la vista en cualquier recorrido por tantas poblaciones de México. Sin embargo, en uno de los CREN (Centro Regional de Educación Normal), el de Iguala, en el estado de Guerrero, ya en este siglo, con motivo de un daño sísmico no estructural en un edificio, la férrea presión de los alumnos hizo que se demoliera y de nuevo construyese… De lo contrario, esa normal (obra de él como todas las de su tipo, inaugurada personalmente por él) estaría de pie tal cual, confirmando hoy en día lo duradera —aun físicamente— de su labor como secretario de Educación.