Aquel trece de junio de 1936, decenas de miles de trabajadores de la naval donde se daba el bautismo a la nueva nave de la Armada alemana, levantaron el brazo para saludar a Adolf gritando: ¡Heil Hitler!

Decenas de miles de trabajadores, excepto August Landmesser.

Tal vez entre esas decenas de miles de trabajadores hubiera algunos que pensaban como August, que no estuvieran de acuerdo con lo que estaba haciendo Adolf; tal vez incluso algunos pensaran que era inhumano que se discriminara a los judíos solo por su raza, pero únicamente August decidió cruzarse de brazos y salir así en la foto que es un icono de la rebeldía.

Él no lo supo en ese momento, pero estaba firmando su sentencia de muerte. August tenía sus razones para estar cruzado de brazos. Se vio obligado a afiliarse al partido Nazi para conseguir trabajo, pero poco después de hacerlo conoció a Irma Eckler y entonces todo cambió. Vivían en pareja, pero sin estar casados; una estúpida ley, la de Nuremberg, prohibía a los alemanes contraer matrimonio con mujeres judías.

Cuando el Adolf visitó la naval, August ya tenía una hija llamada Ingrid y le habían echado del partido Nazi; aunque seguía trabajando en la naval Blohm + Voss, sabía que era cuestión de tiempo que le despidieran. Decidió huir a Dinamarca y le arrestaron. Cuando le separaron de su mujer, ella estaba embarazada. Nunca llegó a conocer a Irene. Él pasó por un campo de concentración y luego lo enviaron al frente. A Irma, después de dar a luz a Irene, la asesinaron. August murió en el frente y fue Irene, quien muchos años después, en 1996, dio a conocer la historia de su padre. Había sido llevada a un orfanato y luego de contactar con su hermana, que había sido criada por la abuela materna, ató cabos y contó lo sucedido a su familia.

August sigue siendo un símbolo de valor y convicción hoy en día. August Landmesser hoy son los partidos alemanes que rechazan pactar con la extrema derecha, el AfD. August Landmesser somos los que rechazamos y condenamos la violencia de género, la homofobia y el asesinato de personas por su raza o cualquier condición que los diferencie. En este mundo en el que a veces parece que todo vale, en el que todo puede ser políticamente correcto si lo acepta la mayoría, faltan August Lanmessers.

No todo es políticamente correcto. Y aunque cada día nos autocensuramos más, poco hacemos por dejar de lado las voces de los intolerantes y los que agreden a la sociedad con sus opiniones racistas.

No todas las opiniones son tolerables. Las que nos hacen menos humanos son deleznables y todo aquel que no las denuncia, inconscientemente las apoya. Estamos en una vorágine que puede transformar la sociedad para mal, no podemos consentir atropellos contra la diversidad. August se opuso en firme cuando el proceso ya estaba en marcha, nosotros podemos hacerlo antes de que suceda.

No siempre la mayoría tiene la razón. Las minorías merecen el apoyo de todos cuando defienden su supervivencia. Gestos así nos hacen más humanos, es lo que diferencia a nuestra especie de otros animales, nuestra trascendencia social.

¡Viva August Landmesser!