Nuestra tarea debe ser liberarnos, ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todas las criaturas vivientes y la totalidad de la naturaleza y su belleza.

(Albert Einstein)

Dijo Emerson: «El ojo es el primer círculo, el horizonte que forma es el segundo, y esta figura primera se repite incesantemente a través de toda la Naturaleza». No hay texto de biología, química biológica o ecología sin explicaciones circulares. Todo tiene una ruta temporal no lineal. Un proceso natural que sea lineal -que empiece y termine sin una consecuencia que influya en la causa inicial- no tiene sentido. Lo único que tendría es dirección, pero no significado. Leemos en De Docta Ignorantia de Nicolás de Cusa: «...observamos que en todas las cosas naturales hay cierta tendencia a existir de un modo superior al que manifiesta la condición de la naturaleza de cada una...». Este principio deja entender que la meta de un proceso siempre se relaciona con su origen para tener significado. La flecha clavada en su blanco tiene un modo superior de entenderse: el arquero. No es recurso poético: hay información en el proceso y, de hecho, no hay azar: el círculo se asienta en su propia perfección y revoca la idea de comienzo o final. En el círculo, el alfa es la omega y la omega, alfa: el punto central expandido sobre sí mismo. Perfecto en el punto y en su expansión. Es a la vez su esencia y su existencia, y perfecto en ambas.

Como existencia sabemos -con pseudo Dionisio Aeropagita- que allende el círculo solo hay división y multiplicación. Hacia el círculo, unidad. Desde él, dispersión. Angelus Silesius: «el punto ha contenido el Círculo». Proclo: «Todos los puntos de la circunferencia se vuelven a encontrar en el centro del Círculo, que es su principio y su fin». Plotino: «...el centro es el padre del círculo»; «...imita a la inteligencia». El círculo perfecto será el círculo infinito de Nicolás de Cusa: sin centro y cuya circunferencia se nos aparece como una línea recta.

En el principio fue el círculo expandido del espacio: la esfera morfogénica, el huevo original; el del mundo egipcio sobre las aguas primordiales, las mismas sobre las que vuela el Espíritu de Dios en el Génesis o sobre las que vaga la canasta de Moisés. También las aguas (la fuente que se rompe para dar a luz) donde flota el embrión del Mesías. De la esfera, la copa: el Santo Grial que reaparece en los arcanos menores españoles: As de Copas, y franceses: As de Corazones. Sagrado Corazón o Santo Grial. El cáliz verde de la Rosa o del Loto. Y la cúpula sobre el cubo en la arquitectura islámica, hinduísta o románica. El cubo es la esfera espiritual en clave material: la Kaaba, negra, cúbica, rodeada de un círculo blanco, aunando materia y espíritu. Ciborios y pilas bautismales católicas -grandes como para recibir un cuerpo-, son octogonales para simbolizar transición de lo cúbico material a lo esférico espiritual. Esfera y cubo se autorrefieren simbólicamente en su estabilidad: el cubo tiende a la quietud como la esfera a la movilidad, pero siempre igual a sí misma, como si estuviera quieta: forma superior de la quietud.

Ruedas, rosetones, aureolas, etc.; incluyen en su circularidad, el espacio entre el punto y el perímetro. Cada mezquita tiene su alquibla para indicar la dirección hacia La Meca en una estructura llamada mihrab. Igual que la alquibla de mano -una brújula especial- y ahora también una aplicación digital. De este modo, cada musulmán orando constituye la periferia de una rueda universal cuyo centro inmóvil es La Meca.

Todo círculo es un cuadrado pitagórico. La inscripción del círculo en un cuadrado o «cuadración del círculo», está en el Hombre de Vitrubio de Leonardo. En efecto: si se repara en los detalles del diseño, se ve que el cuadrado tiene el cruce de sus diagonales sobre los genitales del hombre, mientras que el centro del círculo está sobre su ombligo. Los genitales responden a la materialidad, mientras que el ombligo refiere a la universalidad atemporal de origen. Esto lleva a los dos órdenes del sacerdocio: material, por herencia carnal o de Aarón (Hebreos 7:11) y espiritual, sin herencia carnal o según el Orden de Melquisedec (Hebreos 7:17).

El anillo zodiacal también expresa la cuadratura del círculo: cuatro estrellas -llamadas «reales»- lo definen como cuadrado: Fomalhaut (hoy del Pez Austral, antiguamente de Acuario); Aldebarán (Tauro); Régulo (Leo) y Antares (Escorpio). Como rueda, el círculo es símbolo del tiempo. Los babilonios utilizaron círculos para medirlo: entre el punto y el círculo exterior se define un mandala en cuyo espacio intermedio se define una cruz, símbolo caro al cristianismo. Así, el círculo contiene su propia «cuadración» con cuatro ángulos de 90º en cruz: los 360º de la circunferencia. Babilonia sacó del círculo el tiempo indefinido, cíclico y universal, que cristalizó en Occidente como la serpiente Uroboros (la que se muerde la cola). El carácter circular de los números aparece en el 49 del budismo lamaísta como cuadrado del 7 -cumplimiento de un ciclo- y es equivalente al 40 de cristianos (ortodoxos, católicos, anglicanos) y musulmanes como «tiempo de espera». Así, 40 son los días de exilio al desierto del Cristo; 40 los días que el varón esperará a su mujer tras el parto o el tiempo de descanso del suelo antes de ser cultivado, reiniciando el Círculo de la vida.

El Hombre mismo puede llevar en sí el círculo con la circumambulación o caminar en círculos. Los hebreos alrededor del Templo o los musulmanes alrededor de la Kaaba. En general se lleva adelante de espaldas al sol, en sentido horario (H. Norte) para seguir el movimiento solar. Y con significados análogos de acabamiento e integridad espirituales se ve en Camboya, India, China y Nepal. La Masonería repite en sus trabajos del templo una circumambulación análoga simbolizando el movimiento de los astros y la unión del conocimiento, ciencia en común o conciencia.

Para terminar -arbitrariamente- este listado, recordamos la práctica del dibujo budista del Ensō: un círculo que se traza a mano alzada con tinta sobre papel de arroz o seda. Ensō (円相) significa círculo y está relacionado con el zen. Simboliza el satori o iluminación, fuerza, elegancia, vacío (mu) y la estabilidad del Dharma. En pintura zen, el ensō simboliza un momento de la mente. Se hace de un solo trazo y no puede corregirse. Expresa un momento del espíritu y armonía cósmica: la brocha o pincel del artista expresan, en su aspecto, el carácter del artista en ese instante, acercándose al poema Haiku: necesita para ser un auténtico Ensō o Haiku, mentes y espíritus completos en su ontología y ecología.

Algunos Ensō son incompletos (enseñan su pertenencia a algo mayor y la incompletud humana) y otros son cerrados (adscritos al Dharma). El Ensō forma parte del Hitsuzen dō: el «camino del pincel»: caligrafía zen, que nos lleva al reencuentro con nosotros al final del camino, paseando por los arrabales del Universo, exteriores al universo cerrado del Ensō... y si atendemos al viejo dicho de que al final de todo camino solo hay un espejo, el viaje del Ensō debe enseñarnos el respeto al Universo como sagrado: porque somos sus artífices y herederos.

Metafísica del Círculo

El Universo está en el círculo. El Universo es el círculo.
Le damos la espalda al Principio: es hora de verlo en el futuro. El destino es el Principio. Cerrar el círculo y convertir nuestra manifestación en nuestro círculo. Estar en el círculo no es estar dentro o fuera del círculo. Dentro del círculo solo hay silencio. Fuera del círculo solo hay ausencia. El círculo le da significado al silencio: nada entra ni sale de él.

Hablamos, nos afanamos, alegramos y sufrimos. Deseamos, ansiamos, necesitamos. Todo eso transcurre en el siglo, fuera del círculo, en la soledad de nuestra multitud. El que no sabe de su existencia no quiere entrar en él porque no lo sabe. El que sabe de su existencia no quiere hacerlo porque ya está en él: nadie que sepa del círculo está fuera del círculo.

El círculo es en sí mismo y por eso habita y es habitado por el silencio.
El círculo es en sí mismo y por eso habita y es asediado por la soledad.
En el círculo no hay acción.
En el círculo no hay pasión.

En el círculo el tiempo ya no transcurre. El círculo no sabe qué es el tiempo. El círculo no sabe que existe, porque él es el que sabe. En el círculo, el tiempo se extravía como el viento en remolinos por una calle vacía.

En el círculo, el tiempo es un niño que duerme sonriendo para despertar como Hombre.

En el círculo giran eternamente todos los dioses que en el mundo han sido. Todos los dioses, espectros y pesadillas. En el círculo está la voz de los que no tienen voz, la luz de los ciegos y la música de los soñantes. El círculo es la risa de los que lloran y la alegría de los dolidos. Los dioses retienen la fuerza de los débiles y la seguridad de los perdidos. Saben el nombre de todos los olvidados y los sin nombre. Las manos y garras de los dioses retienen para la gloria del círculo la sombra del sol. Y en su Santa Piedad retiene la resurrección de todas las muertes que habremos vivido.