Iniciamos los años con nuevos propósitos, pero nunca los cumplimos. Parece que nosotros mismos nos iniciamos, pero nunca acabamos.

Cuadernos con páginas limpias, vírgenes, en blanco.

Parece que 2020 se esfumó, como si nada, como si todo, y aquí estamos, en este nuevo año pandémico y repleto de más incertidumbres, más inseguridades y más miedos.

De nuestras desgracias tendemos a culpar a los demás. La autorresponsabilidad brilla por su ausencia.

La ciencia demuestra la existencia del mundo real, pero la misma ciencia señala que el mundo es solamente una proyección de la mente. Quiere decir que esas incertidumbres, esas inseguridades, esos miedos, van a responder única y exclusivamente a nosotros, a nuestra actitud, porque son fruto de aquello que percibimos.

Todos tenemos un poder interior capaz de levantarnos, de superar cada embestida del camino. Es tu líder, eres tú.

Muchos de esos obstáculos nos los provocamos nosotros:

  • Desidia
  • Desilusión vital
  • Indisciplina
  • Agresividad
  • Analfabetismo emocional
  • Falta de propósito vital

Cómo comenzamos el día, nuestra actitud, es el primer paso para estar bien y alcanzar nuestros objetivos.

Aprovecha el día desde el mismo instante que comienza.

Tú decides.

Cuando cumples años, sobre todo en edades avanzadas, dejas de hacer planes. ¿Para qué? O eso dicen.

El caso es que yo sigo creyendo, aunque no deja de ser bueno el dejarse llevar por las sorpresas, que hacer planes es positivo, es mejor, te ordena, te marca un camino y cada día te hace despertar con ilusiones, tareas y objetivos que cumplir.

No tener un plan es no tener dirección. Que nos lo digan a los españoles con la maldita pandemia.

Cualquier líder que lo sea o pretenda ser, debe tener un plan: un plan para su organización, un plan para su equipo, un plan para su vida.

Cualquier persona que quiera liderarse a sí mismo debe tener un plan, un propósito de vida, un camino, una dirección.

¿Cuál es tu plan?

Define tus metas. Ahora. No esperes ni un minuto más. Mañana será tarde.

¿Qué quieres? En tu empresa, en tu vida.

Especifica los tiempos de consecución.

¿Qué meta tienes este año?

¿Dónde quieres estar dentro de cinco años?

Establece objetivos a corto plazo, así evitarás frustraciones si las metas son ambiciosas.

Objetivos a medio plazo. Te servirán para examinar si vas por el buen camino.

A largo plazo. Piensa siempre como un líder eficaz, auténtico, motivacional, comunicativo, completo.

A cada objetivo, ya sea a corto, medio o largo plazo, ponle un tiempo y fecha de consecución. El objetivo final es tu meta.

Define cuál será el éxito, el beneficio de conseguir esa meta y escríbelo en letras bien grandes.

¿Qué harás para conseguirlo?

¿Qué acciones, qué herramientas vas a utilizar para conseguirlo?

Y, por último, responde a estas preguntas:

¿Cómo eres? ¿Estás contento con tu situación actual?

¿Qué quieres? ¿Qué es lo que quieres?

Si no estás contento, qué querrías para sí estarlo.

¿Hacia dónde vas? ¿Lo sabes?

Tu meta es tu propósito. Tu propósito requiere un camino y para recorrer el camino necesitamos un plan.

Tener los pies bien apoyados en el suelo, manteniendo recto y equilibrado el cuerpo, con la mirada al frente y no cabizbaja, es imprescindible en los tiempos que corren.

No son buenos tiempos para nadie, pero serán peores para aquellos que no sean capaces de caminar con paso firme, erguidos, con los hombros hacia atrás y mirando al frente, aunque los vientos traten de hacernos caer. Solo irradia luz el que la tiene. Si vives en la oscuridad hasta el día te será como la noche.

El mundo está cambiando a una velocidad que nos ha sorprendido. Las crisis nos obligan a cambiar. Muchos de nosotros estamos aprendiendo a trabajar de otra manera, incluso las relaciones con organizaciones, instituciones o personas son diferentes.

Es imprescindible tener un propósito de vida; un guion, un plan. En caso contrario caminaremos desorientados o perdidos.

Sabemos lo que no queremos, pero ¿sabemos o tenemos claro lo que sí queremos?

«No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va», decía el maestro Séneca.

¿Sabes a dónde vas?

En ocasiones estamos tan preocupados por lo que pasará que se nos pasa el tiempo de ocuparnos en lo auténticamente real, que es el hoy.

La vida continua, aunque sea desfavorable y parezca que el túnel no tiene final.

No podemos modificar nada de lo que está ocurriendo en el exterior, pero sí podemos cambiar nuestra actitud interior y no añadir más sufrimiento a nosotros mismos.

¿Dónde está tu presente?

¿Dónde está tu futuro?

Todos contemplamos, con asombro y estupefacción, con algo de vergüenza, cómo se está gestionando la crisis del covid en nuestro país. Cómo nuestros políticos, más allá de colores e ideas, son incapaces de ponerse de acuerdo por el bien común. Piensan única y exclusivamente en sus intereses particulares, políticos. Parece que no entienden que una crisis no tiene ideología y que al enemigo se le vence con el poder de la fuerza que representa la unión y la diversidad de opiniones.

Reflexionando sobre ello, he llegado a la conclusión de que estamos en ese momento en el que cada uno debe ser responsable de sí mismo y de su futuro. Solo así, desde la responsabilidad individual, podremos caminar hacia un futuro mejor para toda una sociedad.

Cuánta más firmeza a la hora de plantear tu propósito vital, menos posibilidades habrá de que la corriente te lleve.

Ocúpate.