Nos citamos a mediodía frente al Museo de la Revolución, nos encontramos bajo el tanque de Fidel, el sol habanero quemaba. Comimos juntos en un paladar cercano: ensalada de pepino y tomate, arroz moro, ropavieja, cerveza fría. Charlamos, nos pusimos al día; y nos retiramos en bicitaxi hacia mi residencia, cerca del Parque de la Fraternidad.

Está en una casa noble con largas escaleras de mármol destruidas por el paso de los años; en las barandas, en los reposamanos, hay conchas de Santiago talladas en mármol blanco, quizá fue lugar de una Sociedad Gallega. El edificio aparenta ruinoso, tuvo tiempos mejores décadas atrás. Mi apartamento es de techo alto —seis metros—, tiene las paredes pintadas en verde, dos balcones que dan a la calle y dos columnas cilíndricas talladas en mármol de aguas ocres que alguien mandó traer desde Italia 100 años hace.

Ya dentro nos buscamos, nos acercamos, nos abrazamos. Yamila conserva la cabellera negra, larga hasta la cintura, grandes ojos negros y —a sus 55 años— las nalgas altas y las carnes bien duras. Me miró traviesa, primero a los ojos, después más abajo. Se retiró hacia atrás, hasta la cocina. Apoyada en la pared, se sube las gafas de sol por encima de la frente, al estilo diadema —en Cuba muchas mujeres llevan inmensas gafas de sol, incluso por las noches—; se desabrocha el botón central de los jeans; me mira lasciva, primero a los ojos, después más abajo; se mete los dedos hacia el pubis y, mientras se arrulla, me canta con voz sensual: «Ponme la mano aquí…, ponme la mano aquí».

Me acerqué: su piel cobriza huele a cacao y a vainilla. Nubló los ojos. Adelantó sus labios carnosos: los cubrí con los míos, primero el labio de arriba luego el de abajo, despacio. Un silencio. Con mis dedos, dibujé versos entre sus rizos húmedos...y se oyó un gemido, un gemido que resuena entre las paredes vacías. Echó la cabeza hacia atrás y el pubis hacia delante. Abrió su camisa: dos montes de chocolate. Cayeron los jeans. Brillaron las bragas (su blúme1) sobre sus piernas morenas. Aquellas bragas oscuras con flores rosa, amarillas y azules —recién estrenadas—, eran iguales a las que yo compré para ella en Victoria's Secret; se las envié desde Nueva York, años atrás, las conservó guardadas y hoy las trajo puestas. Volaron las bragas hasta quedar colgadas de una vieja lámpara. Volaron las sandalias rojas de sus pies mulatos. Descalza, descalza y desnuda en la cocina; sobre el piso frío de ese edificio largo tiempo deshabitado, ese edificio que se derrumba entre sueños mojados.

En una esquina hay una silla de madera oscura con asiento blando y rojo. Yamila me arrastra a la silla, me empuja hasta caer sentado con mis piernas bien abiertas. Se aleja. Se acerca de frente, contorneando caderas; ladea su cabeza hacia mi lado izquierdo. Me ojea turbada, primero a los ojos, después más abajo; se fija en mi boca, en mi comisura izquierda: ha descubierto una huella, un morado en mi labio, un mordisco reciente, pero suyo no es ¿Restos de otro encuentro, mordisco de otra mujer? ¡Se vistió airada! Se fue.

La veo desde el balcón: Un almendrón la lleva hacia el Malecón habanero. Dieron las seis. Vuelvo a casa solo, bajo la lluvia tropical de mayo. Solo. Me dieron «las dos y las tres…».

Días después le escribí:

En Barcelona son las 6 de un día 6 del mes 6. Allende los mares, ahora cumple un mes, que dos almas pelearon cuerpo a cuerpo en otro país, en otra ciudad, en aquel lugar. Llovía.

Cuando abro los ojos
te veo;
cuando los cierro,
también te veo.

Cuando los abro
veo tu mirada pícara
y
tus labios
carnosos.

Cuando los cierro
veo tu cuerpo,
unas veces cerca, otras lejos,
unas veces juntos, otras enfrente,
o encima o debajo,
o delante o al revés.

Cuando duermo
sueño con tus ojos
abiertos,
veo tu sonrisa,
muerdo tus labios
sabrosos.

Tu lengua me cosquillea,
buscona,
desayuno leche de cocos,
me alimentan tus caderas
locas,
tu fruta bomba2 inunda
mi boca;
jugos tropicales humedecen todo
mi ser.
Vas y vienes,
estoy, y no estoy.

Amanezco mojado,
en ti.

Y me dieron las dos y las tres...
...

En seguida me llegó un mensaje, por Messenger, el Messenger de Yahoo:

Quisiera
estar ensima3 o debajo,
delante o detrás,
enfrente o al revés.
Da igual, lo importante es estar
juntos.

Notas

1 Blúme: bragas en lenguaje cubano.
2 Fruta bomba: nombre de la fruta Papaya en la cultura caribeña, también usado para nombrar el órgano sexual femenino.
3 Ensima: encima, pronunciado con acento caribeño.