Ser autosuficiente y saber gestionar una elevada dosis de responsabilidad forman la piedra angular de todo teletrabajador; sí, del que resuelve y traslada sus tareas laborales desde la oficina a su propia casa. Sin embargo, esta nueva modalidad de trabajo, tan en boga actualmente, requiere una serie de habilidades muy determinadas: las necesarias para llevar a buen término nuestras obligaciones, pero sin permitir que la jornada se nos haga ilimitada. Se trata, en fin, de alcanzar un cierto pero difícil equilibrio.

Exactamente igual sucede desde la otra cara del espejo, donde se encuentran los jefes y superiores: de un día para otro han pasado a liderar el equipo de siempre, pero ahora en la fría distancia, desde lejos. Es entonces cuando surge la interrogante: ¿cómo se puede confiar en los empleados si nadie los mira, si nadie los controla?

Diferentes estudios de investigación han observado que muchos de los responsables que no pueden estar en estrecho contacto con su equipo de trabajo muestran serias dificultades para confiar en que los trabajadores que están a su cargo están haciendo lo que tienen que hacer. Así lo explica Elisa Sánchez, psicóloga laboral y directora de la consultora Idein, «es frecuente el tipo de responsables que utilizan el control durante el teletrabajo. No basan su estilo de liderazgo en la confianza, sino en la necesidad de saber qué está haciendo su equipo la mayor parte del tiempo».

Por otro lado, un análisis reciente de la Universidad Curtin, en Australia, señala que aproximadamente el 40% de los supervisores está de acuerdo en que los empleados en remoto generalmente trabajan peor que los que están en una oficina, y el 22% no está seguro. «Aunque es alentador ver que no todos los gerentes que participaron en nuestra investigación compartieron esta idea, el hecho de que, en conjunto, más de la mitad de los encuestados estuvieron de acuerdo o no estaban seguros sugiere que muchos todavía tienen opiniones bastante negativas sobre el teletrabajo», declara Sharon K. Parker, responsable de la investigación que analiza distintos aspectos del trabajo desde casa durante la pandemia.

Y esa desconfianza por parte de los jefes se traduce de forma inmediata en una necesidad casi compulsiva de controlar todo lo que los subordinados tienen que realizar; es decir, las llamadas recurrentes —incluso fuera del horario laboral— comienzan a convertirse en una verdadera pesadilla junto con las preguntas exhaustivamente puntillosas sobre cómo se está desarrollando el proyecto dado. Dos simples ejemplos de control que abren las puertas del mismo infierno.

Como añade Parker, «cuando surgen estas dudas y comportamientos, los gerentes comienzan a desarrollar expectativas irrazonables, como esperar que esos miembros del equipo estén disponibles en todo momento. Eso, en última instancia, interrumpe el equilibrio entre el trabajo y el hogar, hace aún más difícil la conciliación y causa más estrés laboral».

A pesar del escenario descrito, no toda la culpa es del mal jefe; sí, es verdad que existen ciertos factores, sobre todo culturales, que podrían explicar esa falta de confianza en el empleado a la hora de teletrabajar. Sánchez lo resume del siguiente modo: «en España, uno de los males que seguimos teniendo es el presentismo, que es básicamente una forma de control: solamente estás trabajando cuando estás en la oficina».

«Ahora, con el teletrabajo, también hay una forma de presentismo digital: cuando tu jefe te convoca a todas las reuniones o te pone en copia en todos los correos (en más de los que son imprescindibles). Es una manera de pedirte más visibilidad, de querer saber dónde estás, aunque sea virtualmente. Solo parece que estés trabajando cuando te dejas ver y muestras lo que haces», agrega la psicóloga.

No obstante, y dejando a un lado la cultura empresarial, también es cierto que el carácter y la personalidad del manager marcan una nueva pauta a la hora de controlar en el trabajo a distancia. En términos de Elisa Sánchez, «cuando una persona es insegura necesita tenerlo todo bajo control. También cuando tiene poca tolerancia a la incertidumbre y necesita sentir que maneja la situación. Es algo recurrente entre aquellas personas que tienen lo que en psicología llamamos pensamiento único o rígido. En este caso, para que las cosas estén bien tienen que ser de una única manera: la suya. Y tienen que controlar que todos a su alrededor estén en su misma línea. Además, en España, la tendencia en las empresas es que el estilo más habitual de jefe sea el autoritario, que se centra más en la tarea y en los resultados que en las personas».

Paralelamente, el estudio sobre el teletrabajo llevado a cabo por la Universidad Curtin también analiza la percepción de los trabajadores. Casi la mitad de ellos, el 43%, notó niveles altos de vigilancia e informó que su supervisor evaluaba constantemente su trabajo. Otro gran porcentaje tuvo la sensación de que su jefe no confiaba en su capacidad para realizar el trabajo.

Como consecuencia, la motivación de los trabajadores disminuye, y este es un factor que redunda en la productividad, lo que puede hacer que la percepción del jefe de que sus empleados no están trabajando lo suficiente se acabe haciendo realidad. Es, en fin, la pescadilla que se muerde la cola: el jefe desconfía, intenta controlar a su equipo, ellos notan la desconfianza, se desmotivan y son menos productivos. Pero en este caso, es la actitud del jefe la que provoca los malos resultados, no la falta de responsabilidad de los trabajadores.

Para Sánchez, «es habitual que se entre en este círculo vicioso cuando una figura de autoridad te dice constantemente cómo tienes que hacer las cosas, está encima de ti, se impacienta o prefiere hacerlas a su manera. Esto produce en los empleados incomodidad e insatisfacción. Y ante esta situación, unos reaccionan con rebeldía y otros se adaptan de forma sumisa».

Nota

Nadal, M. V. (2021). Cuando el jefe no se fía de los empleados que teletrabajan. El País. Enero, 4.