En ese andar de lectores curiosos, tenemos a veces hallazgos felices, de insospechadas fuentes. Es este el caso de la obra literaria de Mariana Lev, que ya suma tres libros, hecho que nos ubica en el grupo de lectores que acaba de conocerla, y enhorabuena. Conocerla en persona fue asimismo recordarnos, como si Mariana fuese una parte nuestra que siempre ha estado allí, pero por alguna razón hacía tiempo habíamos olvidado. Traerla a la memoria y dejar que las palabras entre nosotros restituyeran esa conexión que nos ata ineluctablemente fue agregar un ladrillo más en el edificio que somos, como una torre que busca llegar al cielo, con lo que nos ligamos finalmente a la temática de esta ocasión: la torre de Babel.

Antes de empezar, le daremos una mirada al metalenguaje en la poesía de Mariana Lev. Para ayudarse, el estimado lector puede usar herramientas de nuestro tiempo como la Wikipedia y encontrar cosas como la siguiente definición:

En lógica y filosofía del lenguaje, un metalenguaje es un lenguaje que se usa para hablar acerca de otro lenguaje. Al lenguaje acerca del cual se está hablando se lo llama el lenguaje objeto. El metalenguaje puede ser idéntico al lenguaje objeto, por ejemplo, cuando se habla acerca del español usando el español mismo. Un metalenguaje a la vez puede ser el lenguaje objeto de otro metalenguaje de orden superior, y así sucesivamente. Distintos metalenguajes pueden hablar acerca de diferentes aspectos de un mismo lenguaje objeto.

En el caso que nos ocupa, nos enfrentamos al lenguaje poético, que sigue reglas distintas al lenguaje cotidiano. Luego, tenemos la simbología cruzada, propia de Mariana Lev, derivada de su experiencia, y la simbología de la fuente de la que surge la idea del poema; es decir, la historia de la torre de Babel. Para fines prácticos, hemos obviado otros factores, como la traducción cultural, etc.

Así pues, dado el tema del poema, bien conviene descifrar su mensaje. ¿Qué significa la historia de la torre de Babel? ¿Y esa presencia soterrada del egoísmo humano y la corrección en la obra literaria de Mariana Lev, a qué nos lleva? ¿Cómo conjugamos elementos tan heterodoxos en lo que, leído a la ligera, es un poema sobre una historia del Viejo Testamento, vertido de la Torá? ¿Qué tiene que ver aquella antigua historia con nosotros, con nuestra actualidad?

Para empezar, hablemos del ego. El Dr. Michael Laitman, en su libro, Torre de Babel: último piso, nos dice:

En la antigüedad, el hombre era más cercano a la Naturaleza y trataba de mantenerse ligado a esta. Había dos motivos para ello.

El egoísmo no desarrollado aún no había distanciado al hombre de la Naturaleza, permitiéndole así sentirse como parte integral de esta.

El insuficiente conocimiento de la Naturaleza provocaba temor hacia ella, obligando al hombre a considerarla como superior.

Por estas dos razones, el hombre aspiró no solo a acumular el conocimiento sobre los fenómenos del mundo circundante, sino a conocer las fuerzas que lo gobiernan. La gente no podía esconderse de los elementos como lo hace hoy, evitando las fuerzas de la Naturaleza en un mundo creado artificialmente. Sus órganos sensoriales, aún no deformados o degenerados por la tecnología contemporánea, eran capaces de sentir el mundo circundante con mayor profundidad. El miedo a la naturaleza y, simultáneamente, la proximidad a ella impulsó al hombre a descubrir lo que esta quería de él, si tenía alguna meta, y para qué creó los humanos. La humanidad aspiró a entenderlo tan profundamente como le era posible.

Pero, nos dice el Dr. Laitman, en el desarrollo del libro, que el egoísmo, como parte intrínseca a la naturaleza humana, fue evolucionando con el ser humano:

La evolución del egoísmo del hombre determina, define y, de hecho, diseña la historia completa de la humanidad. El egoísmo en desarrollo impulsa a los seres humanos a estudiar el medio ambiente para poder materializar los crecientes deseos egoístas. En contraste con lo inanimado, vegetativo y animado de nuestro mundo, los humanos evolucionan sin cesar en cada generación, y ocurre en cada individuo durante su breve existencia.

El egoísmo humano evoluciona en cinco niveles de intensidad. En la antigüedad, el hombre no era lo suficientemente egoísta para oponerse a la Naturaleza. La percibía a esta y a todo lo que le rodeaba, y la sensación de reciprocidad era su forma de comunicación con ella. En muchos aspectos era hasta silencioso, como en la telepatía, en un cierto nivel espiritual. Este modo de comunicación todavía puede ser encontrado entre pueblos indígenas.

El primer nivel de crecimiento egoísta provocó una revolución en la humanidad. Esto creó un deseo de cambiar la Naturaleza por el propio bien del hombre, en vez de cambiar al hombre para hacerse similar a ella. Metafóricamente, este es descrito como un deseo de construir una torre que alcanza el cielo para dominar la Naturaleza.

El aumentado egoísmo arrancó al hombre de la Naturaleza. En vez de corregir la incrementada oposición a ella, el hombre se atrevió a imaginar que podría alcanzar al Creador egoístamente, no a través de la corrección del ego, sino que dominando todo.

Así, el hombre colocó su «yo» en contraste con el ambiente, opuesto a la sociedad y a las leyes de la existencia, en vez de percibir a los demás como similares y cercanos, y a la naturaleza como el hogar. El odio reemplazó al amor; las personas se alejaron entre sí, y la única nación del mundo antiguo fue dividida en dos grupos, los cuales se bifurcaron en este y oeste. Como consecuencia, cada grupo se dividió en muchas naciones, y hoy, de nuevo estamos siendo testigos del comienzo de un acercamiento y de una reconexión hacia una sola nación.

Bien, regresemos a Babel y a Mariana Lev, pero antes refresquemos la historia de la torre de Babel, a la luz de las interpretaciones «oficiales»:

La torre de Babel, en la tradición bíblica, es una construcción mencionada en el Antiguo Testamento. Según algunas interpretaciones del capítulo 11 del Génesis, los hombres pretendían, con la construcción de esta torre, alcanzar el cielo.

De acuerdo con la Biblia, el Señor, para evitar el éxito de la edificación, hizo que los constructores comenzasen a hablar diferentes lenguas, luego de lo cual reinó la confusión y se dispersaron por toda la Tierra.

En el libro que mencionamos del Dr. Laitman, él aclara el significado de la torre de Babel en estos términos:

La Torá describe esto alegóricamente (Génesis, 11:1-8) de la siguiente manera: «Y toda la tierra tenía una sola lengua y un solo discurso. Y aconteció, cuando viajaron al este, que encontraron una llanura en la tierra de Shinar; y allí se establecieron..., y dijeron: ‘Vamos, edifiquemos una ciudad, y una torre, con su cúspide en el cielo, y hagámonos un nombre famoso; por miedo de que seamos dispersados en el extranjero sobre la faz de toda la tierra’. Y el Señor descendió para ver la ciudad y la torre que los hijos de los hombres construyeron. Y el Señor dijo: ‘contempla, son un solo pueblo, y todos tienen una misma lengua; y esto es lo que comienzan a hacer; y ahora nada les será imposible, lo que se propongan hacer. Vamos, descendamos y confundamos su lengua, para que no puedan comprender el lenguaje del otro’. Entonces el Señor los dispersó desde allí en el extranjero, sobre la faz de toda la tierra; y dejaron de construir la ciudad».

Flavio Josefo escribe que Nimrod instó a la gente a desafiar al Creador. Les aconsejó que construyeran una torre más alta de lo que las aguas pudiesen elevarse, por si el Creador enviase de nuevo una inundación, y así se vengarían del Creador por la muerte de sus antepasados. Sin escatimar esfuerzo alguno o entusiasmo, comenzaron a construir una torre. Al ver que la gente no se corrigió después de la lección de la inundación, el Creador causó que hablaran muchas lenguas. Por lo tanto, no se entendieron el uno al otro y se dispersaron. El lugar donde la torre fue construida fue llamada Babilonia, por haber sido el lugar donde las lenguas se mezclaron, en vez del único idioma que antes existió.

A principios del siglo 20, un arqueólogo alemán, Robert Koldewey, descubrió en Babilonia las ruinas de la torre de una dimensión equivalente a 90 x 90 x 90 metros. A su vez, Heródoto (aproximadamente 484-425 AEC) describió la torre como una pirámide de ese mismo tamaño con 7 niveles.

Las fuentes históricas dicen que en el centro de Babilonia se encontraba el templo de la ciudad Esagila, y cerca, el templo de la deidad suprema, Marduk, la torre de Babel. Fue llamado Etemenanki, lo que significa la piedra angular del cielo y la tierra.

En aquel tiempo, Esagila era el centro religioso del mundo en la lucha contra la religión monoteísta. La astrología, los signos del Zodíaco y los horóscopos, la adivinación, el misticismo numerológico, el espiritualismo, la magia, la brujería, los hechizos, el mal de ojo, la invocación de malos espíritus, todos ellos fueron desarrollados en Esagila. Estas creencias todavía persisten, y en particular hoy somos testigos de su explosión definitiva.

Desde entonces, y durante los últimos 5,000 años, el hombre ha estado confrontando a la Naturaleza, el atributo del altruismo absoluto. En vez de corregir el siempre creciente egoísmo en altruismo, la humanidad ha erigido un escudo artificial para protegerse de ella. Para ayudar a salvaguardarse, la humanidad ha estado desarrollando la ciencia y la tecnología durante los últimos 5,000 años, y esta es, de hecho, la erección de la torre de Babel. Así, en vez de corregirnos a nosotros mismos, queremos gobernar la naturaleza.

¿Y qué nos dice entonces Mariana Lev en su poema Babel? Le invitamos a que reconsidere su lectura, a que, más que desear aprehender algún significado con el uso de la razón, se decida a darle una oportunidad a su alma, al deseo que aspira a la corrección de egoísmo humano, y verá como los versos de Babel le hablan de otra manera, conectándolo de un nuevo modo.

Babel

I

Babel era una cama enorme,
carcelaria,
llena de ayes
y silencios extenuantes
derramados
entre almohadas secas.

La cama naufragaba
sostenida apenas sobre sí,
salida de la nada
y vuelta a ella
por todos los milenios,
en el infinito laberinto
de los gestos aprendidos.

Con su peso de adioses
y retornos
olorosa a los sudores
de ellos
de ellas,
entristecida y muda
Babel era una cama
demencial y trágica
como nosotros.

Una cama
–nos dijeron–
para ser
para amar
para envejecer
para morir
juntos.

Babel era el eterno presagio
De todas las confusiones.

II

Babel era la torre maldita
de nuestros sueños,
siempre trepando
a los cielos irreales.

Una telaraña quebradiza,
asesina de nuestros juegos.

La torre se erguía
poderosa en su miseria,
y nosotros
ingenuos aun
intentábamos subir
un sinfín de escalones,
mientras nos desintegraba
el aire gélido.

III

La torre era una cama
retorcida de crujidos
donde intentábamos
reinventar
entre siglos y sigilos
estos cuerpos maltrechos
cenicientos,
en una sola noche milenaria
en la duermevela
de los amantes primerizos
en la agonía ilimitada
de los desamores.

IV

Babel era el infierno
de nuestras voces sin eco.

Ahí buscamos
perpetuar
esta especie nefasta,
haciendo
deshaciendo
todas las palabras.

Cada noche
nos sumergimos
en nuestra cama,
escalamos nuestra torre
para hacer el milagro
que nos permitiera
hallar al fin
el verbo consagrado.

Pero fue inútil.

Solo repetimos
las odiosas rutinas
sin poder descifrar
los misterios
de la torre.

Cobijamos la carne
bajo el mismo manto
fantasmagórico
de nuestros padres,
remontamos las almas
por los sueños repetidos
sin agregar nada,
sin siquiera abrir
los propios cerrojos.

Nuestra Babel
era ya una pila de huesos
polvorientos
yaciendo inevitablemente
sobre las sábanas deshilachadas.

V

No hay en Babel
muerte o vida
solo esa nada
informe
pegajosa
de dos seres
intentando amarse
sin lograrlo jamás.

La torre
renace poderosa
sobre la esperanza hecha sangre.

El viento
se adueña de la cama
recién tendida
para los nuevos amantes.

Sin la fatídica certidumbre
de su derrota,
ellos también lo intentarán.

Nosotros somos historia.

Notas

Laitman, M. (2006). Torre de Babel: último piso. Toronto: Laitman Kabbalah Publishers.
Lev, M. (1998). De alas y raíces. C. R.: Editorial Costa Rica.