El regreso a la rutina está marcado, este año, por la novedad de que no es un regreso, dado que no es la misma rutina. ¿Todavía hace falta explicar lo de la «nueva normalidad»? Pues esto tampoco: los niños vuelven al colegio, pero con mascarilla y en horarios escalonados; sin poder verse con los de la otra clase y otros tantos protocolos. Algunos volvemos al trabajo, aunque desde el ordenador y otros vuelven a la oficina, pero detrás de mamparas, con mascarillas y hablándose de lejitos.

¿Más de lo mismo? Eso sería una repetición, pero estamos lejos de repetir algo pasado, dado que todo es nuevo. Las vacaciones no fueron vacaciones del todo y el regreso al trabajo es el ingreso a una situación estresante, porque es familiar y extraña a la vez.

Tuve una sensación similar mientras veía la entrevista a los tres integrantes vivos de Los Rodriguez. La discográfica Warner decidió que al público en general le puede interesar un concierto de 1993, donde la banda de rock hispano-argentina hacía de telonera de un conocido cantante español. El caso es que la compañía aprovechó que todos estamos acostumbrados a Zoom y otras plataformas virtuales para hacerle una entrevista a Germán, Ariel y Andrés, los ex Rodríguez vivos; uno desde Gerona, otro desde Madrid y el tercero desde Buenos Aires.

La entrevista se basó fundamentalmente en la experiencia que vivieron como grupo de rock en los años noventa. Las preguntas del público apuntaron, sobre todo, a la relación entre ellos a nivel personal y musical. Hablaron sobre los que ya no están y contaron anécdotas sobre sus ensayos. Decían que ensayaban a diario; que no faltaban ni un solo día a ensayar, pasara lo que pasara y que, antes de grabar el primer disco o tener el primer concierto, ensayaron durante más de un año. Tenían sus rutinas. Ariel Rot era el que marcaba esa disciplina y ensayaban todo el repertorio cada día y, después de esas dos horas, estaban otras dos horas componiendo, haciendo arreglos, disfrutando de la música haciendo música. Andrés Calamaro dijo casi al final de la entrevista que recuerda aquellos años como los mejores de su vida.

¿Adónde voy con esta antigualla de Los Rodríguez y qué tiene que ver con nuestra no-rutina de septiembre de 2020?

Germán Vilella recordaba que, el 7 de septiembre, se cumplían 27 años de aquel concierto y que, aunque todavía no tenían todas sus canciones, eran ya Los Rodríguez. Llevaban tanto tiempo tocando juntos, que se conocían mucho, incluso más allá de esas largas horas de ensayos.

Su rutina era tan fuerte que pudo trascender el disco siguiente, las discusiones (de las que no hablaron), las idas y venidas de los bajistas que nunca terminaban de cuajar, la separación del grupo y la muerte de Julián Infante. La rutina de los ensayos, la constancia y la repetición, era tan importante que Andrés Calamaro le preguntó durante la entrevista a Ariel Rot si, después de Los Rodríguez, había vuelto a sentir esa importancia de ensayar, esa sensación de oír sus canciones una y otra vez y pulirlas hasta el cansancio antes de ir a grabarlas y Ariel, con tristeza, sostuvo lo que Andrés le decía: «no, yo tampoco he vuelto a sentir lo mismo».

La rutina, aunque solo sea parecida y no igual, es algo que nos construye un poco. Destruye la inseguridad y nos vuelve a poner en nuestro sitio. Alegres, los tres músicos dijeron que si tienen oportunidad volverán a disfrutar dos días, dos semanas o dos meses de ensayos juntos. Andrés y Ariel tienen sus carreras como solistas, Germán es profesor y, aun así, treinta años después, les atrae esa idea de volver a ser, aunque sea por unos días, Los Rodríguez, la banda que disfrutaba de los ensayos tanto o más que de los conciertos o de las grabaciones de discos.

Es una nueva rutina, una novedad inesperada reencontrarse con músicos que te marcaron en el pasado. También lo es empezar el curso, el trabajo con la covid. Tenemos que lanzarnos hacia esta nueva aventura con ganas, con lo que ya sabemos y con la esperanza de lo que viene. Somos los mismos, los de las experiencias de antes de marzo de 2020; somos los que no usábamos mascarillas y los que nos abrazábamos e íbamos a las oficinas a trabajar sin pantallas. Ahora nos toca reencontrarnos de nuevo, hacer lo mismo, pero de otra manera. Ahora nos toca reconocer que esta experiencia, como todas en la vida, va a dejarnos algo bueno y que, como Los Rodríguez, podemos volver a ser los que éramos, aunque no seamos los mismos ni estemos todos.