Los reality shows son uno de los fenómenos televisivos más potentes de nuestro tiempo. Su aparente función es el entretenimiento, pero van mucho más allá: exponen dinámicas sociales, moldean comportamientos y reflejan los anhelos y miedos de la audiencia.
El éxito de estos programas —medido en índices de audiencia, interacción en redes y comentarios— demuestra que no solo capturan la atención del público, sino que llegan a convertirse en espacios de participación y debate colectivo.
El entretenimiento como algo histórico
Remitiéndonos a la Antigua Roma, los espectáculos públicos gozaban de una importancia central en la vida social. Había una estrecha relación con el concepto de “pan y circo”: se ofrecía alimento y abundante entretenimiento para distraer a la población, cohesionar a las distintas clases y alejarla de los asuntos políticos más relevantes. La asistencia era masiva y transversal —desde senadores hasta libertos y delincuentes—, lo que permitía al poder afianzar su control sobre todos los estratos de la sociedad.
Dentro de los espectáculos se ofrecían carreras de carruajes, obras de teatro, combates de diferentes tipos, exhibición de animales exóticos, entre otros eventos. Si bien la sociedad no tenía participación directa en la elección de los ganadores, la presencia de los espectadores gritando desde la arena, es el éxtasis de la fiesta. El público es la base de la existencia de la industria del entretenimiento.
El entretenimiento como desviador de atención en la sociedad
Desde la llegada de medios de comunicación, como el televisor y la radio, se empezaron a generar contenidos, con cámaras ocultas o de participación espontánea. Este tipo de contenidos funcionan como espectáculos de consumo emocional, donde el conflicto, la exposición, la competencia o la humillación son parte del show.
En la actualidad el contenido de los realitys reproduce dinámicas de poder, exclusión, competencia por recursos, basado en presentar a personas “reales” —no actores profesionales— en situaciones de la vida cotidiana o de competición, con una gran dosis de emoción, conflicto y “drama” producido por la propia dinámica del programa.
Los formatos actuales eligen influenciadores, actores, músicos, presentadores, figuras públicas. Una “buena” estrategia de parte de los canales y medios que ofrecen estos formatos, fue elegir personas influenciadoras en redes sociales, eso ocasionó que no solo se consuma por canales por cable, sino que se inunde en el algoritmo con este contenido.
Hay diferentes tipos de formatos, algunos como American Idol, es un programa que fomenta la competencia, pero al mismo tiempo se destaca por el nivel de competidores, se presentan para mostrar habilidades, diferente al formato Gran Hermano (Big Brother), la competencia se da por medio de pruebas pero el eje central es la convivencia, se tiende a elegir participantes con diferentes tipos de personalidad con el fin de dar el suficiente contenido.
Rol de espectador
En la Antigua Roma los asistentes tenían una participación indirecta, con el paso del tiempo, la participación tuvo un giro, la audiencia tiene una participación casi directa. Es el público quien decide la permanencia o eliminación de la competencia, es el público quien posiciona a los integrantes.
Hace unos años, la manera participativa de las audiencias se producía por vía telefónica, las personas realizaban su voto por medio de llamadas donde digitando el código del participante se tomaba como una elección del público.
En la actualidad, con ayuda de las apps, el público no solo puede consumir las 24 horas al día, los 7 días de la semana, sino también, elegir el destino de los participantes. El consumo de este tipo de producto está al alcance de la mano y de manera mucho más incisiva con la ayuda de redes como Instagram, Tik Tok y X (antes llamada Twitter).
Atractivos para la audiencia
Como ya mencioné anteriormente, lo que mueve este tipo de entretenimiento, son las emociones que va generando este tipo de contenido, así mismo el suspenso que va tomando forma con el transcurso de la historia, un alto enganche para el consumidor, por las alianzas, giros y pruebas a las cuales los participantes son sometidos.
Por otra parte, la sensación de apropiación del público en términos de identificarse más con unas personalidades que con otras, la simpatía por los participantes, generando así impacto en el comportamiento de la audiencia, posturas. Todas acciones que generan interactividad, el público participa con los votos, se une para el apoyo por medio de los llamados fandoms, llegando a generar conflicto en las comunidades de fans que se van formando.
No se puede dejar de lado, que así como en la Antigua Roma, los espectadores eran embelesados por estos shows para mantenerlos alejados de los temas de importancia, sigue sucediendo esto en la actualidad, teniendo a la sociedad entretenida, con un consumo constante.
Riesgos y consecuencias
En primer lugar, creo que las formas como la sociedad reacciona habla bastante de cómo se encuentra la sociedad. En X la manera de cómo se interactúa demuestra con comentarios como la sociedad está violenta, de cómo se apasiona al mismo tiempo de violentarse. Es claro que un ejemplo claro, son los hinchas de fútbol, pero en las redes también se logra visualizar esta forma de relación.
Por otra parte, un comportamiento que la sociedad mantiene, es la cohesión por medio del entretenimiento, seguimos dejando que lo mediático, tenga alejado al ser humano de crecimiento y evolución, incluso, no pensando en los poderes políticos y grandes poderes en el mundo, no creyendo que la sociedad se va a equilibrar, sino el nivel de adicción por el consumo excesivo.
Comprendo que seguir este tipo de programas es algo inevitable, ya que la sociedad los consume, sin embargo es clave entender lo que genera en la sociedad. Tener conciencia de la fomentación de estereotipos, de manipulación psicológica, humillación. No perder de vista que consumir esto es una forma de escapismo, de búsqueda de dopamina rápida y un exceso de cortisol en algunas ocasiones de tensión.