El teatro, como forma organizada de representación escénica, tiene sus inicios en la antigüedad y se desarrolló de manera independiente en diversas culturas.
Desde la Antigua Grecia, en el siglo V a.C., se realizaban representaciones en honor a Dionisio, dios del vino, pero también vinculadas a rituales religiosos y a la fertilidad. Las principales manifestaciones teatrales eran la tragedia y la comedia, representadas en los grandes teatros griegos.
En el Antiguo Egipto, las representaciones dramáticas estaban vinculadas a rituales religiosos, como el " Drama de la Muerte y Resurrección de Osiris" que data del año 2500 a.C.
En la India, el teatro encontraba sus raíces en el texto sagrado Natyashastra (siglo II a.C. — II d.C.), base del drama clásico indio.
Por su parte, China desarrolló sus propias tradiciones teatrales, destacando la ópera china, que se consolidó durante la dinastía Tang (siglo VII d.C.).
Tras la caída del Imperio Romano, el teatro resurgió en Europa durante la Edad Media, estrechamente vinculado a la Iglesia mediante representaciones religiosas como los misterios y las moralidades. Durante el Renacimiento (siglos XV-XVI), el teatro recuperó elementos clásicos y se profesionalizó, dando lugar a grandes dramaturgos como Shakespeare en Inglaterra y Lope de Vega en España.
Sin embargo, en el mundo islámico, debido a restricciones religiosas, el teatro no incluyó representaciones humanas hasta el período andalusí en España, donde se entremezcló con otras tradiciones culturales, incorporando elementos de poesía y filosofía.
En América precolombina, si bien no existía un teatro formalizado, se realizaban rituales y representaciones escénicas con fuertes elementos teatrales. La cultura maya combinaba música, danza y diálogos; la azteca representaba mitos, historias de dioses y eventos históricos mediante el uso de máscaras; mientras que la cultura inca incluía danzas, cantos y escenificaciones simbólicas.
A pesar de la diversidad de espacios escénicos a lo largo de la historia, desde los tablados a cielo abierto hasta los teatros griegos, italianos en forma de herradura o el teatro de caja alemán, en todos ellos la esencia del teatro radica en la acción física de la " actuación ".
La actuación es el arte de dar vida física a un papel. Para comprender mejor, podría decirse que evoca un sentimiento espiritual en el que la expresión corporal genera un estado creativo interno. Es decir, no es el llanto del actor por la muerte de su amada lo verdaderamente relevante, sino la razón interna de esa pérdida.
Es en ese momento cuando se derrumba la cuarta pared, porque las acciones del actor están basadas en sentimientos genuinos. Cuando un actor se apodera de su papel, es como si vive su propia vida en escena, mientras el espectador se convierte en un ente omnisciente dentro de la historia.
El arte del actor no radica solo en la interpretación de un personaje previamente guionado, sino en la adaptación de su humanidad a la esencia de ese personaje. Por ello, en la personificación de un papel, el actor debe anclar su propio sentimiento a la obra, logrando que la actuación sea creíble y auténtica.
Derribar la cuarta pared ocurre en dos momentos fundamentales:
Primero, cuando el actor decide vivir al " filo de la navaja", sintiendo la personificación sin perderse en la escena para evitar una representación exagerada o falsa.
Segundo, cuando el actor se comunica con su personaje y con los demás actores en escena.
A través de la repetición en los ensayos, sus pensamientos y palabras penetran en su interior, permitiéndole estar plenamente consciente del momento escénico. Esto hace que los espectadores sigan la obra de manera natural, comprendiendo indirectamente el proceso creativo que da vida a la actuación.
Pues, claro está que todos los actores en este proceso deben y están obligados a tener carácter, no para expresarlo en la escena, sino dentro de sí mismos, es decir, aquello que les permite encontrar su individualidad y que luego, en cada personificación de cada papel, le da vida. Por lo tanto, debes saber construir la imagen del personaje a representar. Si el papel que se quiere caracterizar no incluye una cuota de verdad, quedará incompleto. Entonces, la caracterización externa será débil, al contrario cuando se consigue, se logra, y es cuando empieza a transformarse en otro personaje distinto al individuo. Una especie de fantasma de reencarnación surge a medida que el actor estudia el papel.
Aquí es sensato y sutil, pero se manifiesta en cuerpo y alma; en la interpretación escénica se vive el papel y el público lo integra.
Este pacto entre actor y espectador es lo que da al teatro su belleza deslumbrante. La actuación puede emocionar por su sinceridad, simbolismo, psicotécnica, naturalidad, gestos, entonación, entrenamiento corporal y técnicas internas y externas. Al final, el arte es producto de la imaginación y el actor tiene el desafío de convertir la obra en una realidad teatral que traspasa la ficción.
Pero también, en ese juego de ficción y realidad, la representación encierra al público, hasta que la cuarta pared finalmente se rompe.
Finalmente, traspasando el umbral teatral no es solo un recurso escénico; es un símbolo de la profunda interacción entre actor y espectador, en el que dejan de ser entidades separadas para fundirse en la esencia misma del arte teatral. En otras palabras, derribar la cuarta pared es un acto de comunión de pura representación artística.