Desde mis 13 años siempre quise aprender a tocar la batería, me pareció y me parece que es un instrumento hermoso. Vivir de tocar el instrumento ha sido un sueño que aún no cumplo del todo.
He pasado por muchas facetas, pero la batería siempre ha sido ese sueño base de ese joven que quiere tocar por diversión, porque le encanta y porque ahí existe. Así que aproveché la oportunidad que un amigo que está haciendo la licenciatura de batería iba a dar unas clases especializadas y quise expandir mis conocimientos en el instrumentos en géneros que yo no conozco, yo no domino y aprovechar aprender cosas totalmente nuevas para mí.
Mi intención era clara, ser un vaso vacío. Estar dispuesto a que me dijeran que debo mejorar y sentarme para hacerlo. La intención era salir mejor de como entré en ese salón. Sin embargo, me empecé a dar cuenta de algo bastante particular y curioso digno de esta época tan digital, que no había visto porque no estaba estudiando.
Inconscientemente mientras estudiaba me interrumpe en mi concentración la hiperconexión y el entretenimiento de las redes sociales y el contenido infinito que se consigue.
Claro, en mis primeros pasos en la batería cuando tenía 14-15 años, no se hablaba de redes sociales y mucho menos se podía conseguir algo tan intrusivo en la vida diaria como lo era el celular. Existían, pero para mensajes y llamadas solamente, pero al volver a clases y querer retomar el rigor que llegué a tener en aquel momento no lo podía hacer por el bendito celular.
Y sin querer hice un balance de lo difícil que es concentrarse en la actualidad con algo. El formato de contenido corto, 3seg, 10seg, 15 seg, acostumbra al cerebro a que debes ser tan rápido, que lo que hagas debe estar ya, es inmediato y el hecho que no te guste no lo arregla, porque es tan fácil ver el siguiente contenido que se vuelve en un bucle infinito de contenido audiovisual enfocado en entretenerte.
Y ahí estoy yo, sentado frente a mi bateria, cuando solo quise entrar a ver la hora para configurarla y poder estudiar un tiempo determinado, pero sin darme cuenta que caí en un mar de contenido que salir es tan complicado de lograr, se me olvida para qué entré y mientras todo eso sucede el tiempo que tenías determinado para una cosa, es decir, tiempo productivo del día simplemente se va.
Logro entender que este caso puede ser bastante personal, porque debo aceptar que, trabajar de las redes sociales como Social Media y crear contenido para redes, vuelve mi día a día el entrar de una a otra aplicación. Sin embargo, conversé con tantas personas que me contaban que se sentían identificadas con esta “pérdida” de tiempo que lo particular es que somos parte de una generación que vivió la transición de existir con nuestros órganos normales a esa extensión digital llamada celular, que no logramos controlar, porque se vuelve necesaria para nuestra diversión, conectividad, información y para todo lo que ocurra.
Sin embargo, sabemos que está mal tanto uso del celular y tanta inmersión al contenido, pero no hacemos nada para detenernos porque cuando uno levanta la cabeza, los demás la tienen plantada en el teléfono. Claro, sé que han salido leyes que indican que los niños no pueden usar el celular, porque se entiende que es un producto para personas adultas, pero ¿qué sucede si no damos el ejemplo?
Es una costumbre común darle a un niño un celular para que se entretenga o para que deje de llorar y ahí ves a un bebe de edad con un celular como biberón, pero también vemos a un bebe adulto con otro biberón de celular. Es complicado indicar o rechazar un comportamiento si nuestro ejemplo no cumple con nuestras exigencias, ya que entramos en un discurso de doble moral que nadie va a querer seguir.
Quisiera tener una solución a esto, pero como menciono en otro de mis artículos, las redes sociales son nuestro canto de sirena, no podemos evitarlas, necesitamos pasar por ese camino lleno de peligro, pero aceptarnos como seres humanos vulnerables e incapaces de sobrellevar todo esos niveles de distracción que nos superarán creo que sería el primer gran paso.
Una de mis soluciones ante esto ha sido el “No molestar”, ya que oculta todo tipo de notificaciones, pero en estos momentos mi modo de vida, mi trabajo, me lo permiten. Sé perfectamente que habrá personas que no puedan hacer eso y mientras eso sucede el internet se llena de nuevo contenido que te hace sentir que debes verlo todo inmediatamente porque de no hacerlo te vas a atrasar.
Si es complicado para alguien que trabaja con esto y siente ese cambio de urgencia que produce la piel, no sé cómo será para esas personas que aún no han visto o sentido la necesidad, porque hay dos opciones, o la tienen y no se han dado cuenta o la tienen y no han aprendido a identificarla.
Estas sensaciones considero que resultan un gran problema para el trabajo y para el estudio, pero en general para la concentración. Y el caso más preocupante es para las personas más jóvenes que normalizan el proceso de rapidez, el nivel de distracción y no tienen un punto de comparación.