Tengo una debilidad por la mitología, siempre la he tenido, siempre la tendré. Durante mi infancia aprendí sobre dioses y héroes griegos, romanos y egipcios, me interesé por las leyendas celtas e hindúes. Últimamente mi atención se ha centrado en la mitología nórdica. Quienes me conocen están cansados de oírme criticar interpretaciones, comentar rasgos de las historias evidentemente cristianizados y suplicar a los creadores que me den un Loki pelirrojo.

Otra de mis grandes pasiones es, sin duda, la fantasía urbana. Historias ambientadas en el mundo real, pero con plumazos mágicos, monstruos, sociedades subterráneas, etc. Las posibilidades son infinitas y todas ellas me intrigan. Un hecho ampliamente conocido por todo el mundo. Así pues, no es de extrañar que mi cuenta de Instagram insistiera para que leyera La Marca de Odín.

La sinopsis prometía una saga literaria que entremezcla actualidad con mitología nórdica y ciencia ficción en la que

Luis es un joven universitario a punto de licenciarse como ingeniero aeroespacial y un paracaidista de élite que adora volar. Junto a su compañera de clase, Eva, aspira a contribuir en el desarrollo de una nueva generación de transbordadores dentro del nuevo Centro Aeroespacial Europeo (CAE) de Sevilla. Luis siente que su vida es perfecta, salvo por unos enigmáticos sueños que se repiten cada noche. Unos sueños que le harán plantearse preguntas para las que no encuentra respuesta.

Fantasía, ciencia ficción, la posibilidad de que Loki fuese pelirrojo y todo por el módico precio de 0 euros al tratarse de una oferta gratuita. ¿Dónde tenía que firmar?

Haciendo gala de mi habitual autocontrol me lancé en plancha.

Y, por citar la gran película de Tarzan (Disney, 1999): Vaya planchazo.

Empecemos por el principio

El libro es claramente fruto de la pasión de su autor, Xavier Marcé, un barcelonés nacido en 1982, licenciado en Periodismo en la ciudad de Sevilla, lugar que se ha convertido en su residencia y por el que siente una gran devoción. Especialista en comunicación y gestión de comunidades online desde 1996, fundó su propia editorial en 2012 para lanzar este proyecto transmedia. En 2017 publicó la versión en inglés del primer volumen y en castellano la segunda entrega de la saga: El camino a Valhalla.

La intención de Marcé era crear un universo transmedia. Un modelo literario que hace 8 años era revolucionario en España, en el que se podía «disfrutar de la experiencia de leer con el potencial de una plataforma online con características de gamificación. Todo ello apoyado por un universo de contenidos extendidos transmedia para aquellos lectores que quieran ir más allá tras finalizar el libro». Básicamente: ofrece un universo extendido. Por poner un ejemplo muy popular hoy en día: el MCU (Universo Cinematográfico Marvel). Las películas presentan un mundo que se ve ampliado y extendido a través de infinidad de cómics, libros, series, videojuegos, etc. Como consumidor casual puedes ver simplemente las películas o leer alguno de los comics porque funcionan como historias independientes. Pero si unes todas las narrativas, la experiencia es más rica. Asimismo, la opción transmedia permite al lector un papel mucho más interactivo con el universo.

Con el primer libro se recibe un acceso a un servidor de Discord (plataforma online para comunidades) a través del cual se puede chatear con el autor y otros fans.

El libro ha sido autopublicado y me gustaría aprovechar para expresar mi admiración por cualquier autor con suficiente valor para autopublicar su obra. Algunos de mis libros preferidos han sido publicados de esta manera, bien a través de Amazon o por campañas de crowdfounding. Uno de ellos es la saga de C. Gockel I bring the fire (Yo traigo el fuego), que, al igual que La Marca de Odín, combina mitología nórdica con fantasía urbana y ciencia ficción.

Muy loable es también el exhaustivo trabajo de investigación que realizó Marcé para intentar darle realismo a su universo. Describe en gran detalle vehículos de combate y jerga militar. No solo eso, sino que aprovecha para aclarar términos que no son de conocimiento general, como el nombre de diversos armamentos o terminología que, cuando se publicó el libro, podían resultar desconocidas. Esto último, me resultó muy curioso, ya que, palabras como «hashtag» o «streaming», son, a día de hoy, parte de nuestro vocabulario diario. Desgraciadamente, esta minuciosidad y cuidado al detalle se ve desperdiciado por una expresión muy pobre y unos diálogos ridículamente poco realistas.

Arma de Chéjov

Si en algo fracasa este primer volumen es en «despertar» a su lector. La historia tiene un ritmo tedioso que se arrastra por las paginas, extendiéndose ad eternum sin que ocurra absolutamente nada relevante o, peor aun, de interés.

El arma de Chéjov es un principio dramático que indica que «todo lo que no tenga relevancia en la historia, debe ser eliminado». Mucho me temo que, si Marcé lo acatara, esta historia quedaría reducida a un tercio.

Buena parte de las escenas no cumplen ninguno de los objetivos básicos de una escena: avanzar la trama o desarrollar a los personajes. Acciones se repiten hasta convertir la lectura en un enervante día de la marmota.

El autor establece constantemente personajes y situaciones que no tienen ningún tipo de impacto sobre la trama. Momentos de «tensión» prefabricada que parecen sacados de películas de Michael Bay y que, lejos de enriquecer el mundo, lo convierten en insoportable.

La pluma es más fuerte que la espada

Siempre me ha gustado más escribir novela que artículos periodísticos, principalmente porque la novela no está encorsetada por las normas y restricciones de columnas y límites de páginas de un periódico o revista. Incluso en artículos periodísticos online, que cuentan con mayor libertad de espacio, es mejor tender hacia un texto más reducido para mantener la atención del lector.

En narrativa, sin embargo, el autor se vuelve un pintor que esgrime la palabra para dibujar retratos, escenas vibrantes de acción y pasiones arrebatadoras. Las descripciones no se encuentran coartadas por objetividad y precisión. La vida interior de los personajes se convierte en protagonista cuando el escritor nos introduce en la mente y corazón de sus héroes y villanos. Para ello, las palabras han de retener la atención del lector, tomándole de la mano y, como un amante excitado, arrastrarle por la corriente de acontecimientos, hacia el futuro o hacia el pasado. A través de aguas que pueden ser turbulentas o tranquilas como las de un lago.

Marcé procede torpemente con descripciones superficiales, frases de construcción repetitiva y casi infantiles en su simplicidad. Como ejemplo me gustaría destacar esta pequeña gema de la literatura española a la hora de describir Sierra Nevada:

Llena del color de la vegetación, los árboles y sus picos nevados.

Si esto fuese un libro para niños o adolescentes, posiblemente la elección del lenguaje no me habría llamado tanto la atención: «Alfonso (…) entró por la puerta» es una expresión suficientemente coloquial como para no destacar en otro tipo de novela. Pero el propio autor ridiculizó la idea de que su saga pudiera calificarse como obra «juvenil» en el post que publicó para el día de los inocentes, La marca de Odín se une a la familia Disney.

De acuerdo, una expresión mala puede resultar tediosa, pero no necesariamente ha de arruinar la experiencia al lector. Pero La Marca de Odín: el Despertar tampoco consigue transmitir «vida interior» de los personajes de una forma concisa. Marcé se queda en el nivel más superficial de los sentimientos (contento, triste, estresado, etc.) sin dar detalles o ayudar al lector a meterse en situación. Como muestra, esta maravillosa cita del clímax:

Luis había logrado protegerse la cabeza instintivamente, pero el impacto fue demasiado para él. Empezó a vomitar sangre y a perder la cordura de su cabeza.

Incluso situaciones de mucha tensión emocional, como el ejemplo siguiente, se describen con una sequedad propia de una nota de prensa. Solucionando dilemas morales en dos frases.

Se encontraban a tres kilómetros de mi posición. Les conté mis planes de ir a por Jack y dónde creía que podía estar. Me dijeron que, con estas condiciones y con la noche cayendo, era un suicidio intentar llegar hasta nosotros. Saldrían cuando despuntara el sol. Me aseguraron que no iban a dejarnos en la estacada. Así que, ahí estaba mi dilema. Refugiarme donde pudiera y pasar la noche para no morir congelado, dejando a Jack a su suerte, o lanzarme a una búsqueda suicida para encontrarlo ante el miedo de que estuviera inconsciente y pudiese morir. Como no podía ser de otra manera, opté por lo último. Corté la tela del paracaídas y me la enrollé para intentar abrigarme todo lo posible.

La falta de conexión sentimental con el personaje, Marcé la suple describiendo en detalle todos y cada uno de los gestos de sus personajes y regodeándose en sus conocimientos sobre armamento y tácticas militares. No tengo experiencia con libros bélicos – creo que nunca he leído uno – así que no puedo decir si Marcé se adapta a ese género literario, si la minuciosa explicación de rangos y formaciones es lo que un ávido consumidor de literatura bélica espera encontrar. Personalmente, como consumidora de fantasía urbana y ciencia ficción con más ficción que ciencia, me da igual qué tipo de misil se utilice para hacer que algo explote, mientras explote. Mas esto es un apunte completamente subjetivo. Si el lector es alguien que disfruta con detallados informes militares, es posible que encuentre en la Marca de Odín una obra maestra.

Epílogo

En este primer capítulo hemos abierto la puerta al mundo de la Marca de Odín desde sus elementos más técnicos. Si hablara de todos los elementos que componen esta catástrofe, estaríamos aquí hasta el fin de la cuarentena. Así pues, he decidido convertir esta critica en una saga propia en la que echaremos un vistazo a los personajes, el mundo y el fandom creado alrededor de esta obra y, quien sabe, quizás cuando acabe de leer el segundo libro, aparezca un spin off sobre el universo expandido y El camino a Valhalla.