El fantasma de la presencia de la mujer en todos los ámbitos de la vida recorre Chile: desde la política a la economía, de la ciencia a la literatura, del campo a la ciudad, de las montañas al mar, del desierto a la Patagonia. Hace tiempo que no es aceptable asignarle el papel de la casa, los hijos y algunas profesiones. Hoy han logrado un hecho sin precedentes al ser aprobado en el Parlamento el proyecto para que en el próximo plebiscito para aprobar una nueva Constitución que se votará el 25 de octubre, el 50% de quienes la redacten serán mujeres. Claro, en el entendido que el plebiscito sea aprobado, como indican todas las encuestas que sucederá. Será un hecho inédito en la historia constitucional del mundo.

La lucha de las mujeres en Chile tiene una larga historia, que se inicia con la llegada de los conquistadores, en el siglo XVI, y continúa en los 300 años que el pueblo mapuche resistió la colonización española primero y luego el sometimiento al naciente Estado chileno, en el siglo XIX. Los nombres de Guacolda y Fresia, esposas de guerreros mapuches, quedaron registrados magistralmente en el cantó épico La Araucana, escrito por Alonso de Ercilla y publicado en Madrid, en 1569, y grabado para siempre en el imaginario del pueblo chileno.

Lo mismo ocurrió en las guerras de la independencia contra España y en las que sostuvo Chile con sus vecinos: primero contra la Confederación Perú-Boliviana y luego en la Guerra del Pacífico, ambas en el siglo XIX, donde participaron las primeras mujeres vistiendo el uniforme militar. Quedó claro para la historia su participación, valentía, pero solo obtuvieron mezquinos reconocimientos, quedando solamente el nombre de una de ellas en una calle que lleva su nombre en Santiago: Irene Morales. Y si de discriminación se trata, terminado el último conflicto bélico, en 1883, los soldados recibieron una pensión de 200 pesos mientras que las mujeres solo 15 pesos, según se lee en la página del Museo Histórico Nacional. Es el llamado «pago de Chile».

La presencia ascendente de las mujeres en el siglo XX acompañó al movimiento social chileno en las grandes huelgas de los mineros del norte y sur del país, en las tomas de terrenos para poder tener acceso a una vivienda, en las luchas por el derecho a voto, en la resistencia a la dictadura militar donde cientos dejaron la vida, conocieron la tortura, violaciones, toda clase de humillaciones y muchas continúan desaparecidas. Durante el estallido social de octubre de 2019, también las mujeres han demostrado estar en la primera línea, buscando una real igualdad en todos los planos de la vida. Una de las mejores expresiones fue del colectivo Las Tesis, que presentaron la performance Un violador en tu camino, que se ha transformado en un ícono del movimiento feminista mundial.

En Chile, como en casi toda América Latina, la lucha por el derecho a la participación política de las mujeres se hizo fuerte en la primera mitad del siglo XX. Las olas de inmigrantes europeos que llegaban traían las semillas de los movimientos sociales; se formaron asociaciones anarquistas, nace el partido obrero socialista, en 1912, que tomará el nombre de partido comunista, en 1922 y también surgen las primeras feministas. Chile, un país olvidado en el fin del mundo, con una fuerte presencia conservadora de la Iglesia católica, de la cual recién en 1925 el Estado logra la separación, fue testigo de la perseverancia de un puñado de mujeres que iniciaron la larga marcha por sus derechos políticos, sociales y reproductivos que aún no concluye.

En 1922 forman el partido cívico femenino, que se declara laico e independiente, y surgen otros hasta llegar, en 1935, a la formación del Movimiento Pro Emancipación de Mujeres de Chile (MEMCH) donde confluyen varios grupos encabezados por Elena Caffarena (1903-2003). Hija de inmigrantes italianos de la Liguria (Génova), su padre se instaló en el norte, en la ciudad de Iquique, donde ella nació, para luego partir a Santiago a estudiar derecho en la Universidad de Chile, graduándose de abogada en 1926. Dicen sus biógrafos que su participación en la vida política fue fuertemente influida por uno de los principales luchadores sociales de la época y fundador del Partido comunista, Luis Emilio Recabarren, quien proclamaba que socialismo y feminismo estaban indisolublemente unidos. Si bien Elena nunca militó, contrajo matrimonio con un dirigente de esa organización, lo que le significó la exclusión de las actividades políticas en los años de vigencia de la llamada Ley Maldita, 1941-1951, que proscribió a los comunistas de la vida nacional. En 1953 fue electa la primera mujer al Senado, María de la Cruz y recién en 2014, la primera en presidir la Cámara Alta, Isabel Allende, hija del Presidente Salvador Allende, depuesto en 1973, por la dictadura militar de Pinochet.

Chile tuvo la primera presidenta de la República en 2006, Michelle Bachelet, reelegida en 2014. Llegar a ser nominada candidata a la presidencia no fue fácil. La política era tierra de hombres y en gran parte lo sigue siendo. Son innumerables las leyes aprobadas en su Gobierno referidas a la igualdad de derechos y la búsqueda de la paridad. La realidad nos muestra que de las 10 principales universidades chilenas, solo una tiene como rectora a una mujer. En la Cámara de Diputados el porcentaje alcanza a 22,5% y en el Senado al 26%, mientras que en el mundo de los negocios, en los directorios de las 100 mayores empresas de Chile, las mujeres tienen solo un 10% de los asientos.

El pasado 8 de marzo, cerca de dos millones de mujeres marcharon por la Alameda de Santiago y alrededor de un millón en otras ciudades del país bajo el lema: La revuelta feminista debe seguir hasta que valga la pena vivir. Convocadas por la «Coordinadora Feminista 8M», las machas pacíficas han demostrado la toma de conciencia masiva de las mujeres chilenas que luchan por una igualdad total, reflejando un inmenso cambio cultural. Fueron marchas alegres, coloridas, con abuelas, hijas y nietas; música, bailes, senos al aire, cuerpos pintados, pañuelos lilas y verdes, con miles de carteles creativos alusivos al machismo donde no se salvaron ni los versos de Neruda: Me gustas cuando callas, porque estás como ausente. «Cállate tú, Neruda», decía un cartel.

El mundo desarrollado y en particular los países del norte de Europa van rápido en lo que igualdad de derechos se refiere. Hay jefas de Gobierno en Alemania, Finlandia, Bélgica, Islandia y Dinamarca. También, en Nueva Zelanda. Son un indicador de lo que viene: igualdad en la participación política en los más altos cargos del Estado. Chile despertó y las mujeres también, hace tiempo, pero no ha sido ni será fácil. El plebiscito que deberá realizarse en octubre será una oportunidad para abrir el debate por una nueva Constitución donde las mujeres tendrán el 50% de participación en su redacción. El progresismo deberá levantar las banderas por la igualdad de derechos, el fin de la propiedad privada del agua y un estado de bienestar.