Las recientes elecciones efectuadas en Chile dieron un rotundo triunfo al candidato de las fuerzas de derecha, José Antonio Kast (59 años), quien se impuso con el 58,16% de los votos contra Jeanette Jara (51) que obtuvo 41,84%, representando una amplia coalición de partidos del centro izquierda incluida la debilitada Democracia Cristiana (DC). Los votos nulos y blancos alcanzaron al 7%, aproximadamente, mientras que la participación electoral llegó al 85,06% con un total de 13.421.650 votantes. En Chile, desde 2023 se volvió a reinstaurar el voto obligatorio, sumando cerca de cinco millones de personas que no participaban en las elecciones. Los 16,3 puntos de diferencia obtenidos por Kast son la mayor derrota de la izquierda desde el retorno a la democracia, en 1990, ya que le dieron el triunfo en las 16 regiones de Chile y en 310 de las 346 comunas o ayuntamientos del país.
Jara, quien abandonó el cargo de ministra del Trabajo para ser candidata, es militante del Partido Comunista (PC) desde los 14 años. Representaba la continuidad del gobierno del presidente Gabriel Boric, que está terminando su mandato con una baja evaluación ciudadana, de menos de 30% de apoyo. Se debe considerar que del 41,84% de votos de Jara, una parte importante de estos son de personas que entre votar por la ultraderecha o una candidata que representaba una amplia coalición de izquierda y centro izquierda, optó por esta última alternativa. La votación promedio del PC en elecciones parlamentarias desde 1990 a la fecha ha sido de 4,4% y si tomamos las últimas tres, entre 2017 y 2025, llega solo a 4,9%.
La derecha, que de hecho tuvo su propia primaria en la primera vuelta presidencial, donde participó con tres candidatos, sumó un total de 50,3% de los votos, la más alta desde 1990. Los otros cuatro candidatos restantes llegaron al 22,82% que posteriormente, en el balotaje, fueron mayoritariamente al candidato vencedor, Kast. Por tanto, el escenario era muy difícil para la candidata Jeanette Jara y así lo anticiparon todas las encuestas. La derrota es muy dura para el gobierno del presidente Boric y la amplia alianza que lo ha apoyado y ya han comenzado las recriminaciones entre partidos y culpar al gobierno.
Es muy breve el tiempo transcurrido para un análisis en profundidad y será tarea del conjunto de partidos efectuar una autocrítica profunda, sobre todo por el rumbo que tomarán al pasar a ser oposición al futuro gobierno del presidente Kast, que se iniciará el 11 de marzo de 2026. La pregunta central es la posibilidad de mantener una amplia alianza desde sectores liberales, regionalistas, verdes, humanistas, DC, Frente Amplio (FA), el Partido Socialista (PS), Partido Por la Democracia (PPD), Partido Radical (PR) y el PC.
Para ello se requiere un poco de historia. El regreso a la democracia fue trabajosamente impulsado en los años 80 del siglo pasado por 17 partidos que crearon la Concertación por la Democracia, a la cual no se sumó el PC. A partir de 1990, se iniciaron los mejores años en la historia de Chile en términos de crecimiento económico, reducción significativa de la pobreza, expansión de la educación y del consumo, entre otros, lo que se ha caracterizado como un proceso de desarrollo capitalista acelerado al que, por cierto, también contribuyó el primer gobierno de centro derecha del expresidente Sebastián Piñera (2010-2014). Las cosas comenzaron a cambiar a partir del 2014, cuando la presidenta Michelle Bachelet, en su segundo gobierno, incorporó al PC dando fin a lo que había sido la Concertación. Ello permitió a los comunistas entrar al gobierno, ser legitimados por el centro izquierda y tener mayor visibilidad pública. Con el gobierno de Boric, su presencia en el gabinete creció significativamente ocupando importantes ministerios y pasando a ser parte del comité político.
El PC es un partido con más de 100 años de historia en la política chilena y que en democracia siempre ha actuado en el marco de la ley. Sin embargo, ha sido y sigue siendo un partido ortodoxo, que nunca ha efectuado una autocrítica a lo que representó el comunismo soviético, tanto en la URSS como en otros países; nunca condenó la falta de libertades en Europa del Este o en Cuba, el muro de Berlín, las invasiones a Hungría, Checoslovaquia o Afganistán. En su último congreso, el XVII, efectuado en enero de 2025, en Santiago, se acordó: “el fortalecimiento del Partido a base de nuestros principios como el centralismo democrático, la unidad en la acción, la vigilancia revolucionaria, la disciplina consciente, el marxismo, el leninismo y el feminismo … reafirmando los principios leninistas de organización con foco en la vigilancia revolucionaria. Se propone realizar escuelas de cuadros con un seguimiento regular que incluya el aporte de los partidos comunistas de otros países”1.
Es decir, es un partido que sigue mirando la realidad con los ojos del siglo XX, en un mundo que ha cambiado, donde los partidos comunistas occidentales ya no existen o son minorías electorales, y en América Latina continúan entregando su respaldo a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Seguramente el PC llamará a la movilización de la izquierda dura y a la creación de un gran frente o alianza para oponerse al gobierno de Kast. Ello contribuiría a mantener su legitimidad junto a fuerzas socialdemócratas y otras, pero así se enfrentó la elección presidencial con los resultados ya conocidos.
Por otro lado, el partido del presidente Boric, el FA, que aspira a posicionarse como el referente de la nueva izquierda chilena, enfrenta problemas de credibilidad luego de su paso por el gobierno. Si bien Boric ha dado muestra de madurez, de un cambio real y acercamiento a posiciones socialdemócratas, antes denostadas, deberá consolidar un nuevo liderazgo que se topará con las promesas incumplidas de su gobierno, como poner fin al neoliberalismo o la pretendida “superioridad moral”, pregonada por sus más cercanos colaboradores.
Sectores dirigentes del FA se asumieron como un partido de vanguardia, con sueños de transformaciones revolucionarias, que terminaría con el neoliberalismo. Nunca han abandonado esa creencia que mantuvieron con arrogancia y contra la fuerza de la realidad. Su fortaleza está en que moviliza a una parte importante de la juventud. Asimismo, se responsabiliza al FA y al PC, principalmente, por la propuesta de nueva constitución que fue ampliamente rechazada con el 61,89% de los votos de los chilenos, en 2022, mientras que uno de los líderes del PC, Daniel Jadue, ha culpado directamente al presidente Boric por la derrota electoral, mientras que el senador socialista, Fidel Espinoza, se la asigna al FA y al gobierno.
El grupo socialdemócrata, formado por el PS, PPD y el PR, llamado “socialismo democrático” al que se aproximan los liberales, ecologistas, humanistas y demócratas cristianos, conforma el llamado “progresismo”, donde se reivindican con fuerza los años del crecimiento económico y mejoramiento de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población, generados por la Concertación. Sin embargo, obtuvieron un pobre resultado en la elección parlamentaria efectuada junto a la presidencial: el PS obtuvo un 5,4%, la DC 4,2% y el PPD 4,0%. Por su parte, el FA alcanzó al 7,5% y el PC al 5,0% de los votos. Adicionalmente, los otros miembros de la alianza –radicales, humanistas y ecologistas– no llegaron al 5% de los votos en ninguna región ni lograron elegir al menos cuatro parlamentarios como exige la ley, por lo que están en proceso de disolución. En el Parlamento, la mayoría obtenida por las fuerzas de derecha en ambas cámaras no será suficiente para efectuar cambios constitucionales.
Estos tres sectores ideológicos, algunos con visiones políticas muy diferentes, fueron capaces de enfrentar la elección unidos con Jeanette Jara como candidata. Hoy deben definir su destino y se buscan afinidades para reconquistar a parte del electorado. El PS y el FA compiten por la hegemonía del sector, lo que ha llevado a la presidenta del PS, senadora Paulina Vodanovic, a declarar que su partido es de izquierda y no de centro izquierda, no quedando muy claro su significado. Otros plantean la posibilidad de reconstruir el eje socialista-comunista de los años 70 que dio el triunfo al expresidente Salvador Allende.
Una de las decisiones trascendentales será si continuar aliados en un proyecto político con el PC, que tiene una mirada diferente de la sociedad, del estado y de la política internacional. Asimismo, recurrentemente ha invocado el llamado “a la calle”, o a “estar con un pie en el gobierno y otro en la calle”, que se ha transformado muchas veces en escenarios de violencia y destrucción por parte de pequeños grupos radicales. Por el lado socialdemócrata y progresista plantean que será un largo camino recuperar la confianza ciudadana y que debieran diferenciarse claramente de la visión ideológica del PC reafirmando la senda reformista de la social democracia.
Será un largo camino donde se verá el surgimiento de nuevos líderes o el papel que tendrá desde marzo próximo Gabriel Boric, quien deberá mantener a su partido unido, pero donde despuntan nuevos liderazgos. También existe la posibilidad, muy pequeña, de una “perestroika” dentro del PC y se definirá el papel que tendrá Jeanette Jara por mantenerse vigente. El PS tendrá que optar por una política de alianza: con el FA, con el PC, o con ambos, o con los sectores progresistas y social demócrata a los que pertenece y donde se ha sumado la DC. Con este último partido fueron el eje central en los exitosos años de la Concertación. El PPD ha tomado la iniciativa con una propuesta plasmada en un documento, donde invita a la creación de una nueva fuerza que incluya a los sectores progresistas dispersos, excluyendo a los comunistas. El Parlamento será el lugar en que las fuerzas de izquierda y del centro izquierda deberán enfrentar al gobierno y a los sectores de la derecha más dura y donde se fraguarán alianzas diversas.
La sociedad chilena ha sufrido transformaciones profundas, caracterizadas por privilegiar lo privado por sobre lo público. Ello es notorio en la educación, salud y pensiones, principalmente, donde se accede por el nivel de ingreso. Asimismo, la inmigración masiva ha traído cambios y ha sido asociada al alza de la criminalidad. El miedo a la delincuencia atraviesa a todos los sectores sociales y eso no fue leído bien ni por el gobierno ni por los partidos de izquierda.
Es notable que los tres candidatos de derechas fueron partidarios de la dictadura de Augusto Pinochet, y más aún que Kast pasará a ser el primer presidente electo que nunca lo ha ocultado y al que la gente entregó un masivo respaldo. Ello confirma, en opinión del académico David Altman, que el clivaje que marcó la política chilena durante 32 años, basado en quienes votaron en el plebiscito de 1988 por Pinochet o contra él, ha terminado. El nuevo referente sería el referéndum constitucional de 2022, donde a solo seis meses de iniciado el gobierno de Boric, se rechazó mayoritariamente la propuesta maximalista de nueva constitución presentada por la izquierda más dura. Es decir, la dictadura militar estaría sepultada y veremos si este nuevo clivaje se mantendrá en el tiempo.
Rápidamente esta tesis ha sido refutada por otro académico, Andrés Dockendorff, quien señala que esta tesis no es sostenible por cuanto si bien pareciera haber una correlación en términos de la votación de Kast y la obtenida en el rechazo a la propuesta constitucional de 2022, no se ha estructurado un eje divisorio de esas características ni ha sido incorporadas las propuestas como un elemento ideológico de los partidos. Hay que recordar que sectores de izquierda tampoco aprobaron la propuesta. Otros estudios preliminares señalan el peso del voto obligatorio, con castigo de multa, donde cinco millones de personas que no votaban, de sectores vulnerables principalmente, lo hicieron y mayoritariamente por Kast, es decir, emergió el voto silencioso, un voto conservador.
La pregunta que deberán responder los especialistas es si fue un voto ideológico o del temor por los miedos que acechan a los chilenos. Otro factor a tener en cuenta puede ser un cansancio social con la agenda “woke” que extremaron algunos sectores del gobierno de Boric, sustituyendo funciones tradicionales, como el de la primera dama que cubría aspectos sociales; el animalismo, feminismo, ambientalismo que ha frenado muchos proyectos de inversión, el indigenismo en un país con solo 10% de la población que se declara perteneciente a alguna etnia, los temas de identidad de género, lenguajes y otras. Esta agenda ha sido llevada al extremo en algunos casos, provocando rechazo y cansancio. No es que estos temas no estuvieran presentes, pero fueron catapultados más allá de lo razonable para una sociedad que sigue siendo en muchos aspectos conservadora.
En resumen, la izquierda puede tener un largo camino para recuperar la confianza de la gente. El ciclo electoral de cuatro años sin reelección inmediata es muy corto, por lo que el mismo 11 de marzo próximo se abrirá el apetito de los que se sienten llamados a ser el próximo presidente o presidenta. La derecha y sus partidos también enfrentarán rivalidades, competencia y deslealtades e igualmente tendrán a la vista la próxima elección. Kast deberá manejar al grupo de partidos que lo apoyan que van desde la extrema derecha, pasando por religiosos, conservadores, otros de centro derecha, moderados y grupúsculos de oportunistas. Si en el gobierno de Kast prima la prudencia con autoridad, separando la paja del grano, y cumple con las promesas básicas de seguridad, frenar la inmigración irregular, austeridad, hacer crecer la economía expandiendo la inversión, el empleo y no alterando lo derechos ya conquistados en el plano valórico, Chile podría enfrentar un ciclo de gobiernos de derecha, de cierta manera similar a lo que fue la Concertación entre 1990 y 2004.
Notas
1 Acceso al documento Resoluciones del XXVII Congreso Nacional Partido Comunista de Chile.















