¡Ya han pasado 10 años desde la aprobación del "Acuerdo de París" de 2015! Prácticamente se han puesto en marcha todos los instrumentos, se han acabado de tomar la mayoría de las decisiones pendientes necesarias, han empezado a funcionar todos los mecanismos requeridos y, por tanto, todo lo que se preveía para poder decir que el acuerdo ya estaba en marcha ya era así, ya "funcionaba".
El estado de la problemática global
¡Pero resulta que casi se puede decir, desgraciadamente, que ni se ha notado!
¿Cuáles son los datos que nos informan del estado actual de la problemática global que nos ocupa?
La concentración de dióxido de carbono, CO2, -principal gas de efecto invernadero- en la troposfera ha continuado aumentando y ha alcanzado, por tanto, otro máximo histórico: 423 ppm el pasado 2024 (NOAA laboratory)– en 2015 esta concentración era de 400 ppm: la cual ya era entonces 144 veces la del 1750 cuando comenzaba la revolución industrial basada en la utilización de los combustibles fósiles).
Seguimos sabiendo que esto se debe a que las emisiones de los gases de efecto invernadero desde la superficie de la Tierra hacia la atmósfera habrán continuado creciendo, y habrán alcanzado otro máximo histórico; efectivamente: 57,7 GtCO2eq de GHG, el pasado 2024.
De la cantidad anterior, la parte más significativa también ha continuado creciendo y también ha alcanzado otro máximo histórico: efectivamente, esto es así para las emisiones que han llegado a la atmósfera provenientes del consumo de combustibles fósiles en la tierra: 40 GtCO2eq, el pasado 2024 (según la fuente podemos encontrar 38 o 42 GtCO2eq).
Claro, el efecto invernadero ha continuado, entonces, desequilibrándose -antropocéntricamente- respecto al que teníamos -el natural no perturbado por la acción humana principalmente de usos fósiles- al comienzo de la revolución industrial y, por tanto, la temperatura media en la superficie de la tierra ha seguido aumentando hasta llegar, casi, a los ya tan famosos 1,5oC; los tres últimos años, dentro de los 10 últimos, en que esta temperatura habrá sido más elevada que nunca: 1,4oC en 2025.
Y es que la energía que el mundo ha utilizado para el funcionamiento de su economía capitalista basada, precisamente, en su crecimiento económico, también ha continuado creciendo, lógicamente, y alcanzando por tanto otro máximo histórico: 450 EJ de energía utilizada en 2024. (Página 88 del World Outlook Report 2025 de la IEA).
De la que un 80% proviene de los combustibles fósiles de siempre.
Hace cierto tiempo que no comentaba este último dato, ese 80%. Desde el siglo XX he ido siguiendo la evolución de este porcentaje y, haya pasado lo que haya pasado en el mundo, este porcentaje nunca ha bajado todavía de ese 80%. Y como la energía total utilizada por el mundo tampoco ha parado de crecer año tras año, significa que año tras año vamos utilizando más y más combustibles fósiles en nuestro mundo. ¡Qué desastre!
Y este desastre es aún peor si se tiene en cuenta que en los estudios de escenarios de futuro que ha hecho la IEA todo hace prever que, en todos ellos, el pico en la utilización de combustibles fósiles no lo tendremos hasta 2050, en vez de 2030 que es lo que nos pediría -a todas luces- el conocimiento científico sobre el mismo.
Cuando ayer, sábado 22 de noviembre de 2025, llegaba a su fin la COP30, lo hacía con los Estados-partes divididos:
Se había impuesto la posición de no aprobar —como mínimo no en la COP30— una hoja de ruta para terminar con el uso, en el mundo, de los combustibles fósiles.
Sí, aún estamos así.
¿Y los presupuestos globales de carbono como los tenemos?; pues coherentes con los datos mencionados y, por tanto, muy alarmantes: en cuanto al objetivo de no ir mucho más allá de los 1,5oC sólo nos quedarían por lanzar a la atmósfera 170GtCO2eq (4 añitos, vamos); y en cuanto al objetivo de los 2oC nos quedarían por lanzar 1044GtCO2eq (25 añitos, vamos); o sea que en vez del 2100 podemos llegar al límite máximo del acuerdo de París en el año 2050; caramba pobres “nietos”).
¿Qué dijeron los “líderes” y los dirigentes de la Convención Climática y de la COP30 en la reunión de líderes previa al comienzo de la Cumbre?
La frase de Lula lo expresa y resume muy bien:
¡Nos estamos moviendo en la dirección correcta, pero a la velocidad equivocada!
Y, en palabras más o menos similares, todo el mundo ha estado diciendo lo mismo; cada uno poniendo el énfasis en los aspectos concretos que más pueden afectarles, según sus características particulares.
El presidente de la Conferencia, de la COP30, lo dice de la siguiente manera:
Pese a los avances y progresos destacados, todavía no estamos en el buen camino para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
A continuación de estas frases más o menos pesimistas -incluso duras en algunos casos- no hay nadie que no acabe diciendo, como lo hace el secretario general de las NNUU, que hay un camino para avanzar y obtener los resultados deseados:
Avanzamos con rapidez y solidaridad. Hacemos de la justicia el motor de la aceleración y construimos la economía climática en una oportunidad de desarrollo en todas partes. La era de los combustibles fósiles se está terminando. La energía neta está en auge. Hagamos que la transición sea justa, rápida y definitiva.
Quizás porque había pocos – muy pocos- líderes, pero diría que esta vez su Declaración de Belén -previa al comienzo de la COP- es suficientemente acertada en una perspectiva de mundo mundial:
Hambre, pobreza y acción climática humanamente centrada.
Sólo con el preámbulo de la declaración se ve que algo de fondo va cambiando en la mentalización y el análisis de la realidad de algunos -pocos- líderes:
El cambio climático, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad ya están exacerbando el hambre, la pobreza, la inseguridad alimentaria, poniendo en peligro el acceso al agua, empeorando la salud y aumentando la mortalidad, exacerbando las desigualdades y amenazando a los medios de subsistencia, con impactos desproporcionados sobre aquellos que ya son pobres y en situaciones vulnerables.
Abordar la desigual distribución de los impactos climáticos requiere un cambio fundamental en nuestro enfoque de la acción climática. Nos comprometemos a situar los desiguales impactos del cambio climático como principio central de nuestra acción climática, de acuerdo con el principio de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de tener plenamente en cuenta las necesidades específicas y las circunstancias especiales de los países en desarrollo, especialmente los más vulnerables a los efectos adversos del cambio climático.
Afirmamos que trabajar para abordar los impactos desiguales del cambio climático y promover una respuesta climática fuerte centrada en las personas contribuirá a transiciones justas y a la realización progresiva del derecho humano a una alimentación adecuada y el derecho humano a la seguridad social, entre otros derechos humanos. Esto requiere diálogo social y la participación, la implicación y el empoderamiento de los más afectados por el cambio climático y por las políticas relacionadas con el clima.
Reafirmamos la importancia de alinear los objetivos sociales, económicos y ambientales.
Pero, a todo esto, ¿qué dice nuestro planeta Tierra?
El planeta empieza a “quejarse mucho” y “empieza a hacernos sufrir de verdad y muy en serio”.
En este sentido, los últimos informes de la OMM (Organización Meteorológica Mundial) deben hacernos reflexionar mucho. Algunas de sus constataciones se encuentran en frases como las siguientes:
"Los datos de 2024 muestran que nuestros océanos siguieron calentándose y el nivel del mar siguió subiendo", dice la secretaria general de la OMM, Celeste Saulo.
"Las partes congeladas de la superficie de la Tierra, conocidas como criosfera, se están fundiendo a un ritmo alarmante: los glaciares siguen retrocediendo y el hielo marino antártico alcanzó su segunda extensión más baja jamás registrada.
Y si a estas constataciones ya conocidas, pero en evolución creciente como grandes consecuencias del calentamiento global -del aumento continuado de la temperatura terrestre del suelo y de las aguas planetarias-, entonces lo que nos sorprende más radicalmente -y nos provoca y nos tendrá que provocar más alerta- es la rapidez con que están aumentando también todo tipo de fenómenos meteorológicos impredecibles y extremos. Los informes de la OMM lo dejan bien patente en las siguientes afirmaciones:
Mientras tanto, el clima extremo sigue teniendo consecuencias devastadoras en todo el mundo.
Al menos 152 eventos meteorológicos extremos sin precedentes tuvieron lugar a nivel mundial en 2024.
Los ciclones tropicales, las inundaciones, las sequías y otros peligros provocaron el mayor número de nuevos desplazamientos debido al clima extremo observado en los últimos 16 años. Estos eventos también contribuyeron al agravamiento de las crisis alimentarias y causaron pérdidas económicas masivas. Los "signos claros" del cambio climático inducido por el hombre, dice el informe, "alcanzaron nuevos niveles en el 2024".
"El último control de salud planetaria nos dice que la Tierra está profundamente enferma”. "Muchos de los signos vitales están haciendo sonar las alarmas”.
"Sin esfuerzos serios por hacer caso de los avisos, los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías, olas de calor e inundaciones, seguirán empeorando".
Una posible paradoja -bien personal- sobre tres "trenes climáticos distintos"
1- el de la Acción de los Estados y del mundo globalizado -AE,
2- el de los Avances Científicos liderados por el IPCC -AC, y
3- el del "Clima extremo" - CE, que, desgraciadamente, cada vez se aleja más entre ellos.
El tren 1AE sería, por tanto, el que se mueve a una velocidad que representaría los primeros resultados bien escasos de los GSG (Global Stocktake Global) del acuerdo de París. No lleva, ni mucho menos, la velocidad que le alinearía con el tren 2AC; este 2025 sólo 77 estados-partes han presentado su NDC y, de entre los que no lo han presentado, se encuentran los estados emisores más importantes. Es decir, el mundo humano oficial y real no va ni mucho menos a la velocidad que debería ir en relación con su problemática climática. Por otra parte, y, evidentemente, indirectamente totalmente correlacionado, ya hemos comentado que la utilización mundial de combustibles fósiles no deja de crecer; todo lo contrario, todo hace prever que su pico no llegue hasta el 2050. Y, de momento, al menos, la COP30 no ha querido definir una hoja de ruta para ir abandonando definitivamente. Mientras no sepamos cambiar el modelo económico capitalista basado en el crecimiento, lo tenemos muy crudo y, si nos movemos, lo haremos a una velocidad muy pero muy pequeña.
El tren 2AC sería, en cambio, el tren que se mueve a una velocidad que representaría los resultados más importantes de la AR6 del IPCC (concretamente en su informe de referencia AR6 – 1,5oC); resultados que quedan visualizados en la figura bien representativa de cómo deberían decrecer las emisiones de GHG con el fin de estar evolucionando hacia los 1,5oC, o bien evolucionando hacia los 2oC.
El tren 3CE es el que, finalmente, se movería a la velocidad que representaría a la, cada día que pasa, evolución más rápida y sorprendente -al menos para quien escribe-, de los efectos climáticos extremos o del llamado clima extremo, que, día que pasa, provocan cada vez más pérdidas y daños (loss and damage) en el mundo.
Es evidente y, actualmente, bien conocido que la velocidad, V, del tren 1AE es bastante o mucho más baja que la del tren 2AC. Y de cómo acercar estas dos velocidades es, de hecho, de lo que se va hablando —pero actuando muy poco— desde que se aprobó el acuerdo de París.
Pero también parece cada día más cierto y, en cambio, se habla mucho menos de ello, que la velocidad del tren 3CE es bastante mayor que todas las anteriores y que también está creciendo —pero mucho más rápido de lo que se pensaba que pasaría—; incluso de la velocidad del tren científico o tren 2AC. Si esto es o fuera así, entonces, un servidor se atrevería a decir que vamos vendidos. En una realidad de este tipo el acuerdo de París quedaría, desde mi punto de vista, del todo en entredicho. Y es aquí donde un servidor se hace la pregunta: ¿seguro que todavía estamos a tiempo? O todo ello hará que los “nietos” de hoy, cuando se llegue a 2050, nos critiquen con toda la razón del mundo de no haber sabido “desarrollarnos sosteniblemente”.
En fin, ya se verá, pero quizá habría que decir que hay mucha prisa —en mi opinión— de que se analicen las suposiciones hechas en este último apartado del artículo de este año.
Y, al final de todo, la gran dicotomía —en términos de materialismo dialéctico gramsciano— al respecto de la posibilidad o no de una “Hoja de Ruta para los Combustibles Fósiles”.
La COP30 de 2025 no podía ser una excepción en el largo camino desde la COP1 de Berlín en 1995.
La de ahora —como ya viene ocurriendo desde hace mucho tiempo— fue peor que lo de costumbre.
Pero, en cambio, creo que es un muy buen ejemplo de cómo se ha complicado la vida sobre la tierra y de cómo pueden sufrir “nuestros” “nietos”. Los medios se han hecho eco de la división final que existe en torno a una pretendida "Hoja de Ruta para los Combustibles Fósiles".
Es cierto que si no se dejan de utilizar en breve -y totalmente-, el aumento de la temperatura en el planeta aumentará mucho más de lo que las especies vivas -el ser humano entre ellas- podrán aguantar. Pero también es bien cierto que bajo los grandes recortes -de Trump primero y sobre todo- que sufrirán las políticas de solidaridad y cooperación hacia el mundo en desarrollo, nadie sabe como la energía eléctrica, las redes de agua sanitaria y las del alcantarillado -como ejemplos fundamentales- llegarán, de una vez por todas, a hacerse realidad para más de la mitad delos seres humanos que habitan el planeta tierra.
Una dialéctica endemoniada que no sabemos cómo gestionar, en términos de compatibilizar las Justicias Climáticas y las Sociales Globales.















