Francois-Marie Arouet, llamado Voltaire, nació en París en noviembre del año 1694 y falleció en mayo de 1778. Nació en el seno de una familia acomodada, su padre un notario famoso, llegó a ser consejero del rey. Perdió a su madre cuando apenas tenía 7 años de edad. Fue educado esmeradamente por los jesuitas en París en el siglo XVIII. Sin embargo, se convirtió en un crítico de la Iglesia, de la monarquía y de la nobleza, siendo por ello encarcelado dos veces en la Bastilla, en 1717 por once meses y en 1726 por solo dos meses. Tuvo la suerte de recibir una cuantiosa herencia de una anciana amiga, Ninon de Lenclos, que le permitió vivir por muchos años sin dificultades económicas.

Era un filósofo, un masón, un abogado y un escritor satírico, además, de dramaturgo que hacía críticas divertidas contra la Iglesia y la monarquía debido a las injusticias de la sociedad de su época y por el abuso del poder religioso y del rey. Su obra Cartas filosóficas fue quemada y el editor encarcelado en la Bastilla; por eso, a los 19 años, tuvo que huir de Francia a Holanda.

Al regresar del exilio, los religiosos y los nobles nunca le perdonaron sus críticas y para evitar nuevamente la cárcel huyó a Inglaterra por dos años. Ahí conoció a Newton y a John Locke cuyas ideas científicas del primero y liberales del segundo, le encantaron y él las propagó en Francia a su regreso. El alto grado de libertad individual y de respeto por los derechos individuales que encontró en Inglaterra y las ideas de ambos influenciaron su espíritu de por vida. Estas ideas las plasmó en su producción filosófica y literaria. Uno de los principios revolucionarios que enarboló en Francia fue la convicción de John Locke de que «las creencias personales de cada uno deben basarse en la razón». Por ello ponía en duda las bases de la sociedad francesa, fundamentada en creencias y preceptos, cuya única razón de ser es que partían de disposiciones de la Iglesia o del rey. Acusaba a la Iglesia católica de constituir la razón de todo fanatismo dogmático. Sin embargo, conocía que ése era también el problema de otras religiones. Por eso escribió una obra, Mahoma o el fanatismo, que fue también prohibida. Voltaire señalaba que «todos los hombres son iguales ante la ley» como una premisa política y social. Trasmitió el conocimiento de la física de Newton a los intelectuales de su país.

En 1746 fue elegido miembro de número de la Academia francesa, Durante su vida tuvo amores con muchas mujeres. La insistencia de Voltaire en abordar la realidad desde la luz de la razón humana se explica porqué él creía que las ideas podrían transformar la sociedad. Sin embargo, la monarquía y la Iglesia de su tiempo, en Francia, no pusieron atención a sus ideas, ni a las de Diderot y a las del suizo Rousseau. Sin embargo, las mismas crearon el pensamiento revolucionario que acabó con la monarquía, ya que su conocimiento fue una herramienta para crear conciencia sobre la verdad de los problemas existentes. Condorcet, uno de los editores de la famosa Enciclopedia francesa señalaba que la obra de Voltaire fue el inicio de la revolución en Francia.

Voltaire decía que la revolución en Francia se debió a que ahí el poder se concentraba en una oligarquía déspota (los nobles), y en una Iglesia católica intolerante y explotadora que asfixiaban cualquier intento de reformas o avances sociales en beneficio del pueblo.

Esa fue la razón por la cual el liberalismo se convirtió en un auténtico credo revolucionario, pues fue acogido por un grupo de intelectuales y burgueses revolucionarios quienes opinaban que para imponerlo había que pasar a la acción derrocando a la tiranía de ambos grupos, a fin de acabar con las grandes desigualdades económicas y sociales existentes. De ahí vino el grito de «libertad, igualdad, fraternidad» que emplearon los intelectuales para tratar mediante una revolución de instaurar una sociedad asentada en los principios del empleo de la razón, la libertad de opinión, la igualdad ante la ley, y la no obediencia ciega a la tradición y a la autoridad existente debido a que los nobles y la Iglesia habían olvidado que todos los hombres somos hermanos.

Sus principales obras fueron: Cartas filosóficas, Cándido, Filosofía de la historia y un Diccionario filosófico. Pero también escribió comedias, cartas, artículos, biografías y obras históricas. Por sus escritos, uno se da cuenta de que Voltaire no sólo fue uno de los más grandes intelectuales franceses de todos los tiempos, sino también un luchador incansable contra la tiranía, el fanatismo y la crueldad contra el pueblo; además, estimuló la educación secular (no religiosa). Él, humildemente, reconoció que ésa fue su meta y el respeto a disentir su lema.

Se ha aceptado, debido a la promoción que daba a la tolerancia, su famosa frase:

No estoy de acuerdo con lo que dices, pero hasta con mi vida defenderé el derecho que tienes de decir lo que piensas.

Sin embargo, y aunque esa frase resume su pensamiento, ésta no es suya, sino la de una biógrafa británica Evelyn Beatrice Hall, que inventó la misma y aparece en su libro Los amigos de Voltaire.

Es interesante recordar que Voltaire creía en la democracia, pero sólo le parecía adecuada para países pequeños, ya que incluso en las democracias más puras, una minoría privilegiada detenta el poder y es la que decide y manda. Para él, los problemas principales de pueblos de Europa en su tiempo eran: la falta de libertad y los reyes y sus nobles que gobiernan en forma absolutista. Otra gran dificultad, decía, era el oscurantismo y el poder de la Iglesia que condenaba a quien estaba en contra de ella.

Ambos la Iglesia y la monarquía tenían una serie de privilegios absurdos que los enriquecían y aumentaba la desigualdad mientras el pueblo se moría de hambre. Además, opinaba que existía otra dificultad para avanzar hacia la libertad. Esta residía en no saber qué cambios se debían hacer para disminuir la miseria y la injusticia del mundo en que vivió.

Voltaire señalaba que, si se intentan cambiar las instituciones sin cambiar la naturaleza de los hombres, esa naturaleza inmutada no tardaría en resucitar las mismas instituciones y sus fallas. Es pues un círculo vicioso, y aunque la educación del pueblo podría romperlo en forma lenta y pacífica, él creía que los radicales como Rousseau, que piden acción apasionada, harán que algún día surja una revolución que cambie todo, pero que ya no tendría el placer de contemplar. Y no se equivocó.

En 1734 y debido a la publicación de sus Cartas filosóficas fue condenado por la Iglesia y su libro quemado. Para evitarse problemas, huyó de Paris y se refugió en el castillo de su amiga y luego amante, la científica (matemática y física), la marquesa de Chatelet quien le había ayudado a difundir los conocimientos de Newton. Posteriormente, en 1758 compró una propiedad en Ferney en la Francia cercana a la frontera con Suiza (por si tenía que huir nuevamente), vivió ahí 18 años y en ese tiempo tuvo correspondencia con todos los intelectuales de Europa. Finalmente, en 1778 decidió irse a vivir, ya enfermo, a París, ciudad a la que amaba. Falleció ahí en mayo de ese mismo año a los 83 años.

Cuando Voltaire estaba muriendo le llevaron un sacerdote para confesarlo. Él le preguntó «¿De dónde venís, señor abate?».«Del propio Dios», fue la respuesta. «Bien, bien señor», dijo Voltaire, «mostrad vuestras credenciales». El sacerdote se marchó de inmediato. Sin embargo, llamó a un sacerdote amigo, Gautier para que oyera su confesión, pero éste le rehusó la absolución hasta que firmara una profesión de fe en la doctrina católica.

Voltaire se rehusó e hizo esta declaración a su secretario: «Muero adorando a Dios, amando a mis amigos, sin odiar a mis enemigos y detestando la superstición. Firmado. Voltaire, 28 de febrero de 1778».

Por esa razón se le negó cristiana sepultura en París. En 1791, la Asamblea Nacional de la triunfante Revolución Francesa regresó los restos de Voltaire para enterrarlos en el panteón de París, y una procesión de más de medio millón de personas formó valla en las calles. En su carroza estaban escritas las siguientes palabras:

Dio al espíritu humano un gran ímpetu; nos preparó para la libertad.

Bibliografía

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Durant, Will. (1986). Voltaire y Rousseau. Historia de la Filosofía. México, D. F. México. Editorial Diana. Cap. 5; 283-292.
Magee, Bryan. (1999). Voltaire, el gran divulgador. Barcelona, España. Ediciones Blume. 122-123.
Voltaire. (1983). Cartas Filosóficas y otros escritos. Madrid, España. Ed. SARPE, S. A.
Voltaire (2006) Cuentos completos en prosa y verso. Traducción de Mauro Armiño. Madrid, España. Forcola Ediciones.
Artículo de Wikipedia (2019). Voltaire.