Hace apenas un mes les comentaba sobre la extraña plaga descrita por Mary Shelley en El último hombre. Plaga de la que solo había un sobreviviente, quien narraría tan desastroso evento. Hoy, mientras escribo estas notas, nos estamos enfrentando a una pandemia global real gracias al ya famoso coronavirus, Covid-19.

En medio de esta pandemia y cuarentena obligada, recordé un artículo que escribí hace unos cuantos años. Aunque aquel tenía connotaciones políticas, me pareció apropiado rescatar la parte esencial del artículo, comprobando (a mi manera de ver) que tenía algún sentido en estos aciagos días.

En 1998 se le concedió el Premio Nobel de Literatura al escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués José de Souza Saramago (1922-2010). La Academia Sueca destacaría que su decisión se debía a la innegable capacidad de Saramago para «volver comprensible una realidad huidiza». Saramago fue reconocido gracias, entre otros, a sus trabajos Memorial do Convento (Memorial del convento) y O Evangelho segundo Jesus Cristo (El Evangelio según Jesucristo).

La primera obra nos presenta una historia que se desarrolla en su Portugal natal durante el siglo XVIII. Sucede en los tiempos en el que el rey João V (Juan V), el Magnánimo, ordena construir un convento para los frailes franciscanos en la ciudad de Mafra. Dicha construcción era una ofrenda prometida luego de que se le concediera el milagro en que su esposa, Doña María Ana de Austria, quedara encinta, luego de múltiples y fallidos intentos.

Los personajes más importantes de la trama son Baltasar Sietesoles, un exsoldado manco cuya mano es reemplazada por un garfio; Blimunda Sietelunas, una mujer humilde con el poder de observar el interior de las personas y de las cosas y Fray Bartolomeu Lourenço de Gusmão (1685-1724), sacerdote, inventor y naturalista, quien tenía una extraña afición a volar y fue pionero de la aviación al diseñar una aeronave más ligera que el aire.

En la novela se narra el proceso de construcción del convento de Mafra, estructura arquitectónica gigantesca y monumental de la arquitectura portuguesa. El lusitano narra también la construcción de la passarola, una “nave” inventada por Lourenço, la cual, según Saramago, es capaz de levitar gracias a la acción de causa-efecto entre el sol, el ámbar, unas esferas de cristal, ciertos metales y la potencia de las voluntades. Entre los personajes que aparecen en esta novela, también tenemos a Domenico Scarlatti (1685-1757), músico barroco italiano que eventualmente moriría en España, y quien daría clases de música a la infanta María Magdalena Bárbara, hija del rey João V.

En O Evangelho..., Saramago reescribe la vida de Jesucristo. Aunque utiliza episodios conocidos de los evangelios canónicos, de Marcos, de Mateo, de Lucas y de Juan, como soporte, fabula la historia. Esta sigue de manera muy aproximada la cronología de la vida de Jesucristo, enfatizando sus primeros años y la concepción de Jesús en la presencia espiritual de Dios. Luego de varios eventos creados por la imaginación de Saramago, la obra termina con Jesús crucificado, percatándose que nada cambió.

Estando Jesús crucificado, se dio cuenta de haber sido engañado por Dios y como cordero fue llevado al sacrificio.

Como podrán imaginarse, el libro causó una gran polémica y varios sectores católicos lo declararon blasfemo.

El portugués publicaría en 1995, Ensaio sobre a cegueira (Ensayo sobre la ceguera), una de sus novelas más conocidas y otro de los trabajos utilizados por el jurado que le otorgaría el Nobel. Aquí se relata como una extraña epidemia de ceguera afecta a todo un país. La primera persona en ser afectada esperaba dentro de su automóvil el cambio de luces de un semáforo. A partir de ese momento, la enfermedad comienza a extenderse rápidamente entre toda la población. A medida que este inexplicable mal afecta a más personas, cada una de ellas, inmersa en el temor y la crisis, se convierte en presa de sus más bajos instintos.

El más profundo egoísmo se hace norma y marca a los diversos personajes en su lucha por sobrevivir a costa de lo que sea, llegando a extremos que pudiésemos calificar de miserables. Solo uno de los personajes, «la esposa del doctor», no parece haber sido afectado por esa ceguera que hace que quienes la padecen solo vean blanco, algo así como un «mar de leche». Sin embargo, ese mismo personaje decide expresar ante todos que ella también padece la ceguera y es así como puede acompañar a su cónyuge, «el doctor», un oftalmólogo que quedó ciego luego de tratar a un paciente. «La esposa del doctor» se convierte entonces en guía de enfermos, pero es, además, quien nos narra lo que está sucediendo a su alrededor, logrando así despertar en el lector una mayor curiosidad, respondiendo a la narración con más y más preguntas.

Saramago escribe largas oraciones en las cuales, en vez de utilizar puntos, punto y coma, o comillas, solo usa comas. Con este complejo, pesado y sumamente tedioso estilo de escribir, nos presenta un tema original, actual y lleno de gran simbolismo. Nos acerca, sin duda, a ciertas bajezas de la naturaleza humana. Los personajes de la novela se nos presentan al comienzo con un innegable miedo a lo inexplicable. Pero este miedo se va complicando por el necesario terror al contagio, la complejidad de aislar a tantos enfermos, para finalizar en un inevitable caos social.

Hoy, debido a la dispersión global e incidencia del coronavirus, vemos como se aísla a los enfermos y a aquellos que aún no lo estamos, nos recomiendan someternos a una autocuarentena; pobladores de numerosos lugares permanecen encerrados en sus casas; espectáculos de todo tipo han sido cancelados; las clases de escuelas y universidades están siendo suspendidas por varias semanas; cada día se restringen mas y mas vuelos internacionales; el mercado de valores se vino al suelo; debemos evitar el contacto social; varios países han cerrado sus fronteras; millones de trabajos están en riesgo; aumentan las compras nerviosas; largas filas se ven frente a los supermercados; … un caos social, sin duda.

El tema que aborda Saramago no está tan alejado de la realidad mundial actual. La sociedad, al carecer de guías que los lleven por el camino de la razón y lo correcto se convierte al salvajismo con toda la degradación que eso implica.

Estamos a destruir o planeta e o egoísmo de cada geração não se preocupa em perguntar como é que vão viver os que virão depois. A única coisa que importa é o triunfo do agora. É a isto que eu chamo a cegueira da razão.

Como respuesta a Cegueira, en el año 2004, Saramago escribiría otra novela, Ensaio sobre a lucidez (Ensayo sobre la lucidez). Aquí, el escritor nos lleva al mismo país y trata algunos de los temas de su precuela, de manera diferente.

A medida que el Covid-19 continúa expandiéndose en todo el mundo, las herramientas de salud pública utilizadas para controlar su propagación no parecen haberse implementado correctamente o con suficiente rapidez. Los enormes efectos colaterales económicos y sociales ya son de niveles catastróficos en varios lugares del planeta. Las instituciones dedicadas a la salud continúan confiando en tácticas como la cuarentena y el distanciamiento y disminución del contacto entre personas, infectadas o no, mientras que los hospitales, muchos casi colapsados, utilizan oxígeno y medicinas que ayudan a reducir la fiebre, para tratar a las personas.

La buena noticia es que el mundo científico está activo en busca de una solución médica. Apenas a un par de semanas de descubrir el brote, científicos chinos secuenciaron el genoma del virus. La estructura del virus fue revelada poco después. Estos desarrollos han sido la clave para comenzar a desarrollar vacunas y tratamientos médicos que podrán poner fin a este brote para siempre.

Una docena de estudios científicos están hoy en acelerado proceso, varias posibles vacunas contra el coronavirus están siendo puestas a prueba. Algunos de estos experimentos ya están a punto de salir de su primera fase. Más temprano que tarde se podrá prevenir efectivamente la infección con el Covid-19. Estas esperanzadoras noticias parecen mostrarnos una pequeña luz al final del túnel en el que hoy nos encontramos.