El pensador ruso Nicolás Berdiáyev nació en Kiev en 1874 en el seno de una familia aristocrática. En ese mundo de privilegios transcurren su infancia y juventud, aunque nunca amó ese ambiente de la alta nobleza. Acaso influenciado por las numerosas enfermedades que sufrió desde su tierna infancia, al alcanzar la adolescencia se siente atraído por la filosofía y las obras de Dostoievski y Tolstói, sintiendo, al mismo tiempo, una inclinación hacia las ideas socialistas.

Como muchos jóvenes de la época, sigue con interés al marxismo. El gobierno zarista lo destierra. Se refugia en la filosofía y en la busca de la verdad. En esa búsqueda se reencuentra con el cristianismo de su infancia y se opone frontalmente al régimen comunista, lo cual le supuso un nuevo exilio. Vive en Berlín y Paris, y tras una larga actividad intelectual muere en la ciudad del Sena.

Para el pensador ruso, no existe nada tan elevado como buscar la verdad y el amor a la misma. Él tiene muy claro que la única verdad es Dios y cuando sustituimos la Verdad por pequeñas verdades particulares, nos acercamos a la idolatría y a la esclavitud humana como estaba ocurriendo con el marxismo que le tocó padecer. Él mismo consideraba que vivimos en una época en que «ni se ama la verdad, ni se la busca. La verdad es, cada vez más frecuentemente, reemplazada por el interés y la utilidad, por el deseo de poder».

Acusó al marxismo de olvidar la dimensión existencial del hombre, aportada por el cristianismo, lo mismo que le ocurre a la ciencia moderna, que cree que el conocimiento es únicamente humano, y se olvida del elemento divino. La Revolución no es portadora de un principio creador sino, más bien, de la total negación de la creatividad. Es el producto de una conciencia esclava. El socialismo es un sucedáneo de la religión, es el demonismo, que reduce todas las cuestiones vitales a un pedazo de pan. Engendra mezquindad, indigencia de espíritu y maldad en su tarea de obligar a una igualdad forzada, que conduce a la miseria material y espiritual. Porque no basta con liberar al hombre de la violencia exterior (que no significa liberar al hombre sino al animal que habita en el hombre), también es necesario permitirle que acceda a la libertad interior, que no se puede comprar ni con todo el oro del mundo.

En esa búsqueda, el hombre se encuentra con Dios, no en el ámbito de la razón, sino en los dominios del espíritu. Sólo el encuentro en el espíritu es un encuentro en la libertad. Encontrar a Dios es encontrar la propia humanidad. Para Berdiáyev el hombre es un ser natural, social y espiritual. Vive inclinado tanto a la imagen de Dios como al egoísmo.

Es precisamente el egoísmo social quien desea atrapar al propio hombre y no deja margen a la libertad humana. El socialismo desea instaurar una sociedad nueva, fundamentado en el hombre. Pero esta teoría falla, porque considera al hombre como una cosa y un mero objeto. Para el pensador ruso, el socialismo es incapaz de resolver los problemas esenciales de la existencia humana. Racionaliza absolutamente toda la vida humana, sin dejar espacio al espíritu.

Siempre es recomendable acercarse a Berdáyev.