En estas últimas semanas, algunos estudiantes de los dos últimos años del bachillerato de nuestra escuela, Austin Achieve Public Schools, han estado leyendo la novela Frankenstein, o el moderno Prometeo, escrita por Mary Shelley. Considerada por muchos la primera novela de ciencia ficción.

No hay duda que Shelley debe haber sido una persona por demás interesante y muy particular. ¿Podríamos llamarla excéntrica? Su esposo, el poeta Percy Bysshe Shelley (1792-1822) se ahogó el 8 de julio de 1822, cuando su bote, Don Juan, fue hundido durante una tormenta. Su cuerpo, irreconocible excepto por sus ropas, junto al de dos de sus compañeros en tan fatídico viaje, fue encontrado 10 días después cargando en uno de sus bolsillos un libro de poemas de John Keats (1795-1821).

Percy fue cremado, pero su corazón, por alguna extraña razón quedo casi intacto, posiblemente por estar calcificado debido al efecto de la tuberculosis sufrida algún tiempo atrás. Su amigo, el crítico literario, ensayista y también poeta, James Henry Leigh Hunt (1784–1859) decidió rescatar el corazón de las cenizas para, eventualmente, entregárselo a Mary. Esta, en vez de enterrarlo junto a las cenizas del poeta, lo envolvió en un pañuelo de seda, cargándolo consigo. A un año de morir la autora, en 1852, su hijo mayor, Percy Florence Shelley (1819-1889), encontraría en el escritorio de su madre los bucles de sus hermanos, quienes habían muerto aun infantes. También, envuelto entre las páginas con el poema Adonais, encontraría el corazón de su padre.

Comentaba que algunos de nuestros estudiantes, quienes toman el curso de nivel universitario AP English, han estado leyendo la primera obra escrita por Mary Shelley. Las simpáticas y dedicadas maestras de la asignatura, Ms. Abby Opersteny y Ms. Stephanie Chisum, planificaron asignarles Frankenstein, para que sus alumnos lean, comenten y analicen el proceso creativo que llevó a la autora inglesa, parte del movimiento romántico, a escribir tan inusual obra.

Alguna noche, reunidos Mary y Percy, con su buen amigo Lord George Gordon Byron (1788-1824) y el médico de este, John William Polidori (1795-1821), discutían detalles de lo oculto y leían historias de misterio. Lord Byron reto al grupo a que escribieran una historia de horror. Polidori escribiría El Vampiro, obra que eventualmente inspiraría a Bram Stoker (1847-1912) a escribir Drácula. Mary produciría Frankenstein, historia cuya esencia le vendría en un sueño, como ella misma explica en el prólogo de la tercera edición de su novela:

I saw with shut eyes, but acute mental vision. I saw the pale student of unhallowed arts kneeling beside the thing he had put together. … I saw the hideous phantasm of a man stretched out, and then, on the working of some powerful engine, show signs of life…

De esta, su primera novela, existen varias versiones. La primera edición, publicada en 1818 anónimamente, con un tiraje de apenas 500 ejemplares, fue dedicada a su padre, el filósofo William Godwin (1756 – 1836). Contaba con un prefacio de su esposo Percy. Se vendía en tres Tomos, algo típico entre los autores de la época. La segunda edición de 1823, fue revisada por Mary y acreditada a ella en la primera página. Se redujo a dos volúmenes. Decidieron publicar esta nueva edición luego del éxito de la obra de teatro Presumption, or, the Fate of Frankenstein escrita por el dramaturgo Richard Brinsley Peake (1792 – 1847) basado en la obra de Shelley (Brinslet acuñaría la frase asociada a Víctor Frankenstein al ver que su criatura cobraba vida: «It lives!»). En 1831, aparecería la primera edición popular, con tan solo un volumen y ampliamente revisada y editada por Mary, con la intención de que su trabajo “sonara” menos radical.

Esta obra de Shelley nos presenta a tres protagonistas principales, Robert Walton, un marinero apostado en el Ártico cuyas cartas abren y cierran la narración. Walton consigue a una persona moribunda en el hielo, lo ayuda a recuperarse y durante ese tiempo escucha su historia. La increíble narración está reportada en varias cartas que envía a su hermana, Margaret Saville, quien vive en Inglaterra. El personaje encontrado moribundo es Víctor Frankenstein, quien, en el libro, narra la mayor parte de la historia. Mientras estudiaba medicina en Ingolstadt, Bavaria, Víctor descubre el secreto de la vida y luego de hacerse con varias partes humanas, crea una criatura grotesca. Víctor mantiene su creación en secreto, sintiéndose culpable y avergonzado al percatarse que no podrá evitar que su vida y la de muchos otros será inevitablemente arruinada por tal engendro, producto de sus experimentos. Sin embargo, el horrible monstruo de casi dos metros y medio, ciertamente inteligente y sensible, intenta integrarse a las normas sociales, pero quienes lo llegan a ver lo evitan. Se siente abandonado y rechazado, sentimientos que lo inclinan a vengarse de su creador, estrangulando, en primera instancia, al joven William Frankenstein, hermano menor de Víctor y el consentido de la familia.

Mientras recordaba detalles de tan interesante obra, la cual leí hace mucho tiempo en una versión que con seguridad copiaba a la edición corta (aunque llegué a ver una elegante versión en español en dos volúmenes en la Biblioteca Nacional de Venezuela, posiblemente copia facsimilar de la segunda edición), también me vino a la mente otra novela escrita por Shelley, que también llegué a leer, El último hombre, su tercera obra literaria. Trabajo notable gracias a los retratos cuasi-biográficos de Shelley y figuras románticas de su círculo, particularmente su esposo Percy y Lord Byron.

El último hombre es una novela apocalíptica originalmente incluida en el género literario de la ciencia ficción. Dicha obra fue publicada por vez primera en 1826. La historia que se narra nos lleva a un mundo del futuro arrasado por una terrible plaga. Esta novela, que Shelley consideraría una de sus favoritas, fue duramente criticada en su época. Muchos críticos se burlaron del tema de la obra, algunos la consideraron «repugnante», otros asumieron que las crueldades presentadas eran «estúpidas» y unos más las consideraron «enfermizas». Curiosamente, en 1924, el director de cine John G. Blystone (1892-1932) realizó una película silente protagonizada por Earle Foxe (1891-1973) con un guion libremente adaptado de la obra de Shelley. Salvo esta ligera conexión con el séptimo arte, la novela permanecería casi en el anonimato hasta que fue editada de nuevo en 1965.

Debo acotar que la película de Blystone, titulada The last man on earth, es una parodia en la que una plaga conocida como masculitis ha eliminado a todos los hombres fértiles mayores de 14 años. Como se imaginará el lector, las mujeres han asumido el control total del mundo. A todas estas, una joven aviadora (interpretada por la actriz, guionista y directora Grace Cunard, 1893-1967) volando sobre un bosque de secuoyas, se percata del humo que sale de una cabaña. Descubre que en el lugar vive Elmer Smith (Earle Foxe), un solitario ermitaño. Capturado, Smith es llevado a un hospital donde es examinado, encontrando que el hombre es fértil. A partir de este momento todas las mujeres se pelean para apropiarse de Smith.

Curiosamente, la película sería convertida en la comedia musical de 1933, It’s great to be alive, e influiría en Pat Frank (el periodista, escritor y consultor gubernamental Harry Hart Frank, 1908-1964) para escribir y publicar su novela Mr. Adam en 1946. Esta novela trata sobre los efectos generados por un error nuclear mundial debido al cual, todos los hombres, con una sola excepción, quedan infértiles.

Mary Shelley, en la introducción de su novela, declara que en 1818 encontró varias escrituras proféticas en la cueva de la Sibila de Cumas, cerca de Nápoles. Ella presenta al lector tales escrituras, originalmente escritas en varios idiomas, y luego de traducirlas, las adapta a la narrativa de la época. Es así como nos provee detalles de los últimos años de la tierra comenzando a partir del comienzo de la última década del siglo XXI. Es esta la historia de Lionel Verney, contada por él mismo, el último sobreviviente del planeta tierra, luego que una plaga asociada a los interminables conflictos bélicos y al repentino cambio climático, terminan con la humanidad. Este personaje, Verney, es, de alguna manera, el alter ego de la propia Shelley.

Verney comienza su relato a partir del año 2100, detallando eventos que comenzaron a ocurrir a partir de 2092, cuando una plaga virulenta acompaña a cambios radicales del clima aniquilando finalmente a los seres humanos. Mirando al futuro con los conocimientos de principios del siglo XIX, Shelley predice la liberación de las colonias inglesas, lo común de los viajes aéreos, la linterna y el final del control de la monarquía sobre la política inglesa. Las afirmaciones de Shelley en este trabajo son algo descaradas, aunque desafortunadamente equivocadas con respecto a varios hechos, inmutables quizás en 1826, pero que hoy sabemos que nunca sucedieron. Casos tales como la fortaleza y continuación del Imperio otomano o que la frontera oriental de los Estados Unidos aún se encuentra sin conquistar, o todavía nos desplazamos a caballo, con seguridad podrían provocar risa. Sin embargo, «calzando los zapatos» de la Shelley y «transportándonos» mentalmente a su época, podemos notar su inventiva y transgresora actitud.

Esa plaga que nos describe Verney es una fusión de enfermedades tales como el cólera, el tifus, la peste bubónica y la fiebre amarilla, comunes o conocidas en aquellos tiempos. La plaga devasta a la tierra al término de unos siete años. Una vez que los humanos desaparecen, la plaga también lo hace. Sin embargo, no desaparece, continúa presente en todas partes y aún, en el último Hombre. La plaga comienza como una palabra, pero es difícil definirla y se transforma continuamente. La destrucción que ejerce sobre la humanidad jamás cesa.

Con esa prosa de principios del siglo XIX y una narración anacrónica, utilizando postulados hoy caducos, la novela podría ser difícil y quizás aburrida para algunos lectores de hoy en día (yo la leí en los setenta, luego de leer algunos libros más dinámicos y aunque me pareció interesante, la «sentí» algo «lenta» tomándome un largo tiempo para terminarla). Considerada Frankenstein la primera obra de Ciencia Ficción, Mary Shelley rompió varios paradigmas. De igual manera, a pesar de las inexactitudes del mundo futurista creado por Shelley, su novela El último hombre es hoy considerada por muchos la primera obra de clima ficción o ficción climática, corriente literaria muy cercana a la ciencia ficción, dedicada a temas distópicos relacionados con efectos, reales o especulativos, de origen climático.

Mary Shelley siempre tuvo consigo el corazón de Percy, constantemente envuelto en su mortaja de seda. Las «malas lenguas» han comentado a que lo llevó a todas partes durante años. Al morir el hijo de ambos, Percy Florence, el corazón del poeta fue finalmente enterrado con él. Hoy descansa en la bóveda familiar.