En nuestros días hay toda clase de movimientos literarios y musicales, en las artes plásticas, en la danza (y un interminable etcétera) que dicen ir contra las normas, pero en el fondo terminan siendo (los que sobreviven) la regla.

En las artes musicales, para citar una de las vertientes, la música popular ha adoptado la técnica del collage, y nos presentan canciones casi inseparables de los vídeos de promoción, y sin llegar a los millones de Thriller, de Michael Jackson, nos saturan de imágenes «en collage». Para procesar todo ese tropel creativo (muchas veces fallido) nos harían falta muchísimas horas por canción, no tanto por la complejidad de la música, sino por la asociación cinematográfica y los efectos electrónicos o los discursos paralelos de otros temas que acompañan la melodía, sin ser parte de ella. Es algo así como salir a la calle y escuchar todo el «paisaje sonoro» a la vez sobre una melodía. Nos perdonan la hipérbole, pero acaso así resulte más claro. Vemos el vídeo casi sin verlo si solo le dedicamos una o dos ocasiones.

Hace poco, cansados de la saturación de nuestros días, quisimos dedicarle un poco de tiempo a la pureza y la sencillez de los ingredientes, como quien en vez de una complicada salsa que adereza un asimismo complicado platillo, goza de una pasta con un extraordinario aceite de oliva, flor de sal y trufa negra: una complicada elaboración arruinaría la exquisitez de cada ingrediente, vale más saborearlos dándole «espacio para que nos relaten su historia». Quien haya escuchado los duetos de flauta dulce de Telemann sabe de qué hablamos.

Dimos por casualidad, buscando otro autor, con una grabación de Dorothee Oberlinger y Lorenzo Cavasanti, de Marc Aurel Edition. ¡Extraordinario trabajo! Y como casi siempre, ese tema nos llevó a otro compositor, siempre barroco (¿quién dijo que el barroco es complicado?): Georg Friederich Händel, y a una obra no muy conocida: No se enmendará jamás, HWV 140: Cantata Spagnuola a voce sola e Chitarra.

Sí, ese mismo compositor del Mesías, (y de Música sobre el agua y un buen puñado de óperas en las que se combinan las tendencias de Europa de la época y nos adelanta en el tiempo) nos regala una melodía casi medieval, de juglaras y laúd en la que podemos conectarnos a la antesala de lo sublime por un instante y, sin pensar en qué es el infinito, sentirlo en carne propia, una ínfima gota por lo menos. No hay despliegues ampulosos de nada. Les dejamos aquí una ejecución magistral de María Bayo.

Los espaguetis están listos, al dente. Un poco de ajo ligeramente sofrito, flor de sal, revolver, servir y otro chorrito de aceite de oliva extra virgen. ¡Venga la trufa! Ah, y ese parmesano de 30 meses que aún no hemos probado…