En ocasiones tenemos la sensación de que nada sale como uno pretende que salga. No vemos nada a nuestro alrededor como positivo. Pero eso sí, vivimos.

Reflexiono mucho sobre el miedo. No dejamos de tener miedos. A veces nos vence el miedo.

¿Se puede vivir sin miedo? Creo que no, me parece imposible. No creo a aquellos que dicen no tener miedo a nada. Siempre se teme por algo y el miedo es algo positivo si lo utilizamos como tal. Hay un miedo que nos bloquea, que nos parece imposible superar, pero que de alguna manera nos hace más fuertes.

Sófocles dijo que para quien tiene miedo, todo son ruidos.

El miedo es una emoción, nos pone alerta ante una posible amenaza o aquello que creemos una amenaza.

¡Miedo!

¿Quién no tiene miedo?
¿Miedo al fracaso?
¿Miedo a no terminar otro cuaderno?
¿Miedo a un examen?
¿Miedo a la verdad?
¿Miedo a las pérdidas?
¿Miedo a la realidad?
¿Miedo a un nuevo reto?
¿Miedo a no ser lo que los demás quieren que seas?
¿Miedo al qué dirán?
¿Miedo a iniciar una nueva relación personal?
¿Miedo a no llegar a la meta?
¿Miedo a esa soledad obligada?
¿Miedo a no ser feliz?
¿Miedo a no levantar mañana?

Miedo... miedo.

¿Has dejado de tener miedo alguna vez en tu vida?

El miedo nos acompaña y no es bueno que nos abandone.
El miedo nos hace mas fuertes.
El miedo nos mantiene alerta.

Hay un miedo natural, animal, el miedo que se siente frente a una situación de riesgo, una pelea, un atraco, un accidente; hay un miedo que generamos internamente ante la perspectiva de un hecho, a lo que pueda ser en un futuro pero que nadie, ni nosotros, sabe si sucederá porque son imaginaciones o pensamientos creados en nuestra mente: es nuestra fantasía, nuestra imaginación la que genera el miedo.

Lo más importante aquí es que si somos capaces de imaginar el peligro, también podremos poner los remedios, anticiparnos, para generar posibles soluciones a lo que pudiera ocurrir.

Caminamos y, desde muy jóvenes nos enfrentamos a diferentes situaciones repletas de incertidumbre que nos provocan miedo. Desarrollamos el miedo a perder, el miedo a ser rechazados, miedo al fracaso, miedo a morir. Pero también nos generan miedo los cambios: cambio de trabajo, de vida, de estudios... de todo. Todo cambio es un riesgo y todo riesgo implica miedo.

El miedo puede bloquearnos, el miedo puede retrasarnos en el camino, paralizarnos.

A veces el miedo se apodera de nosotros. No lo queremos, pero ahí está.

Curiosamente el miedo te hace sentir inseguro y, en ocasiones, esa inseguridad se la trasladas a los demás de manera inconsciente. Un miedo insano.

Tal vez sea un miedo idealista, futurible, provocado por el mañana.

Creo que somos nosotros los que hacemos las cosas muy difíciles y eso termina por generarnos miedo porque las cosas no suelen tener la importancia que le damos.

Creo que en ocasiones imaginamos un futuro que no es real y supeditamos toda nuestra vida a él normalmente en negativo. Quiero con esto decir que sufrimos por adelantado.

Deberíamos vivir más hoy y no idealizar tanto el mañana.

Los retos siempre generan miedo. Los nuevos proyectos también. Pero es un miedo sano, un miedo que merece la pena porque nos genera prudencia, templanza. La valentía, en exceso, es una temeridad.

Cómo me gustaría ser capaz de trasladar, a esas personas que me importan, que cada día se enfrentan a retos, personales, profesionales, vitales, que no tengan más miedo que el que te aporta prudencia; el miedo negativo te bloquea porque te hace ver aquello que no es.

Es fácil decir, aconsejar. También hay que vivir.

Enfrentémonos a los días acompañados de ese miedo sano del que merece la pena ser acompañado.

Uno de mis maestros, el filósofo estoico Séneca, me recuerda en uno de sus textos que hay más cosas que pueden asustarnos que aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad.

Los miedos son, la mayoría de las veces, fruto de nuestra imaginación y son esos miedos los que nos pueden paralizar o bloquear o, por el contrario, animar en la prudencia a caminar. El miedo se vence caminando.

Es difícil, cuando algo nos importa, cuando ponemos ante nosotros un reto, sea personal, sea profesional, siempre vital, no tener miedo. Normalmente, como decía también mi amigo Aristóteles, aquel que no siente miedo suele pecar de imprudencia. Lo difícil, claro está, es controlar nosotros al miedo y no que el miedo se apodere de nosotros.

Es curioso que, normalmente, los miedos suelen provenir de pensamientos, creencias, sobre aquello que ni siquiera ha sucedido ni, posiblemente, sucederá nunca. Son predicciones, previsiones fantasiosas que nuestra mente inventa para tratar de dejarnos en esa supuesta vida de confort, cómoda, despreocupada y poco arriesgada. ¿Vida? ¿Se vive sin riesgo o simplemente se mal vive?

Últimamente, cuando aparece uno de esos miedos en mi vida, en momentos en los que comienzo un proyecto personal que es importante para mí, en vez de pensar en lo peor busco lo mejor.

La esperanza siempre se contrapone al temor y, cada vez que pienso que algo puede ser complicado o difícil, solo pienso que será lo mejor. Y esa es la diferencia entre aquellos que caminan y llegan a donde quieren llegar, de aquellos que nunca llegan a ningún sitio. Esa es la diferencia entre los que triunfan en cualquier ámbito de su vida y los que quedan simplemente esperando que llegue el final de sus días sin pena ni gloria.

No debemos dejar que el miedo condicione nuestras vidas, que anule la voluntad de conseguir aquello que deseamos. El otro día me venía un pensamiento parecido.

Contra el miedo ilusión y confianza.

No debemos tener miedo ni siquiera a sufrir, ni a sentir ese vacío que a veces nos embarga, o insatisfacciones o a ser incomprendidos. Déjate llevar. Aprende a enfrentarte a tus emociones aunque a veces sean desagradables o incómodas.

La distancia entre donde nos encontramos y donde queremos estar puede ser milimétrica para unos e inmensa para otros. Milimétrica porque el deseo te hace tocarla o inmensa porque el miedo te impide ni siquiera alcanzar. Convierte en milímetros la distancia, el camino será mucho más fácil.

El día que entendamos que lo único que nos vamos a llevar es lo que vivimos, a lo mejor ese día comenzaremos a vivir lo que verdaderamente nos queremos llevar.