La República Islámica de Irán vive momentos de tensión en la región por una serie de circunstancias donde se les acusa de ser agentes desestabilizadores de la zona. En primer lugar, los ataques contra embarcaciones petroleras cerca de la zona de Ormuz señalan como responsable al Gobierno de Teherán.

Aunque se considera que estos ataques tienen los tintes de tratarse de ataques de falsa bandera para añadirle un grado de tensión mayor al gobierno iraní que no vive de las simpatías de sus vecinos, principalmente por el aumento de su influencia regional hace más de una década. Y esto genera además que gobiernos aliados de los países que se han visto atacados recurran a la principal potencia global, Estados Unidos, para que intervenga contra las agresiones del régimen iraní.

Para los entendidos en la materia queda en evidencia que la presencia iraní en el Creciente Fértil de la zona, sumada su influencia sobre grupos islamistas como Hezbollah, las guerrillas hutíes yemenitas o los grupos palestinos de la Yihad Islámica, así como ocasionalmente con Hamás, causan deterioro en la imagen que existe sobre la teocracia chiita, donde factores como la mala relación con monarquías sunitas del Golfo o el Estado de Israel, hace que sea blanco constante de acusaciones y señalamientos; en ocasiones bien infundados como el patrocinio de acciones terroristas a nivel internacional o focos de inestabilidad en Siria, Yemen, Líbano y Palestina.

Sin embargo, es importante señalar que el propio Gobierno iraní ha mordido el anzuelo de la opinión pública internacional de modo negativo, principalmente en lo que se refiere al desarrollo nuclear. Se debe recordar que en el año 2015 se firmó un Acuerdo Nuclear entre el G5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) y la República Islámica de Irán que no contó con un punto de vista positivo por parte del Reino de Arabia Saudita e Israel, este último con fuertes críticas por cuanto se considera que el acuerdo promovido por el expresidente Barack Obama no fue negociado pensando en la sobrevivencia del Estado Judío, el cual es constantemente amenazado por el régimen de los ayatolás de procurar desaparecerlo.

Ante la decisión del Gobierno de Donald Trump de abandonar el acuerdo nuclear en mayo de 2018 y la imposición de nuevas sanciones económicas, el Gobierno iraní, viéndose acorralado ha amenazado con superar la cuota estipulada en el acuerdo sobre el enriquecimiento de uranio en cuestión de 10 días: «Hoy empieza la cuenta atrás para que las reservas superen los 300 kilogramos de uranio enriquecido, y dentro de 10 días, el 27 de junio, pasaremos ese límite», aseguró el portavoz de la AEAI, Behruz Kamalvandí.

Ante esta declaración, el jefe de la diplomacia alemana Heiko Maas en Luxemburgo dejaba claro que «corresponde a Irán cumplir con sus obligaciones (…). No aceptaremos una reducción unilateral de las obligaciones», por lo cual se intenta salvaguardar la posibilidad de que los iraníes no hagan un viaje sin retorno hacia una condición anterior, mientras los europeos buscan alternativas para evadir las sanciones contra el sistema bancario iraní y al mismo tiempo encontrar alguna fórmula que les ayude a rescatar el acuerdo.

Pese a esto, el discurso altisonante del Gobierno iraní le pone en una encrucijada, porque por un lado mencionan que han detenido su proceso de producción nuclear, lo cual ha sido garantizado hasta por la propia agencia de la ONU encargada del tema, pero por el otro mantienen la infraestructura necesaria para retomarlo cuando gusten; detalle que fue parte de las críticas israelíes cuando se firmó el acuerdo en 2015, por lo que la única diferencia a la situación antes del acuerdo fue solamente el «bajar el interruptor» de forma temporal, dejando siempre abierta la posibilidad de encausarse en el desarrollo de energía nuclear, que se teme en algunos ambientes que sea para fines militares, lo que sencillamente es considerado un «chantaje iraní».

En abril de 2018, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hizo un acto público donde reveló al mundo una serie de archivos que manifestó se trataba de evidencias que la República Islámica de Irán desde el año 2003 a través del Proyecto AMAD procuró el desarrollo de armas de destrucción masiva a través de un programa en distintas plantas clandestinas de fabricación. El mes siguiente, en mayo de 2018 oficiales de inteligencia de Francia, Reino Unido y Alemania visitaron Israel para hacerse del conocimiento de lo contenido en la información obtenida por la inteligencia israelí.

Su objetivo era producir al menos cinco cabezas nucleares de 10 kilotones, y de ese modo dejó ver que sí existió un proyecto de desarrollo bélico de armas nucleares, lejos del discurso insistente del Gobierno iraní que no tenía esas intenciones sino solo el uso civil del material nuclear; lo que les dejaba mal parados entre sus manifestaciones y acciones, aunque por supuesto el nivel de enriquecimiento de uranio y el uso de aguas pesadas daban pie a pensar que el uso dado no era civil.

Debe quedar claro que si bien el Proyecto AMAD revelaba estas movidas iraníes en años anteriores, no se aseguraba la posibilidad que en el 2015 cuando se firmó el acuerdo o en el 2018 cuando se hizo pública la información se mantuviera activa la producción de uranio para fines militares, aunque en las propias palabras de los líderes de ese país tenían la capacidad para retomar la producción tal y como la llevaban antes de comenzar el acuerdo de 2015.

Después de firmado el acuerdo ha mantenido una posición positiva de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), y por medio de la revelación del Proyecto AMAD se deja en evidencia que Irán violó una cláusula del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), por cuanto se estableció que legalmente ellos no deben almacenar ni siquiera archivos sobre trabajos en armamento nuclear realizados en el pasado, lo que sería una falta contra el acuerdo del 2015 y siendo una de las novedades destacadas por el Gobierno israelí que dejaba en manifiesto que si eso hacían con la firma del acuerdo que les evita continuar haciéndolo de modo clandestino como hasta ese entonces, la agencia internacional continúa tras las investigaciones de lo descubierto por Israel para ver la gravedad del asunto.

Reiterar que la reactivación de un programa nuclear iraní para fines bélicos no está confirmado abiertamente; sin embargo, nuevamente el Gobierno de Teherán por sus respuestas altisonantes se presta para el juego político al amenazar con dejar de lado las restricciones con respecto a la energía nuclear, mientras por ejemplo anuncia también que ya ha desarrollado un sistema antiaéreo que tiene la capacidad de derribar hasta seis objetivos simultáneamente, como lo dejaron en claro a comienzos del mes de junio o por ejemplo para consumo interno pero con un claro mensaje bélico cuando realizaban un simulacro de ataque contra la Casa Blanca y contra Israel en la aldea de Kiasar al Este de Teherán, lo cual sin duda no le ayuda al mensaje «pacifista» de los iraníes y por el contrario fortalece el discurso de aquellos que ven en el Gobierno de Teherán una amenaza para la región.

Si bien, en un corto plano no se espera que haya una acción militar contra el Gobierno iraní, lo cierto es que el discurso en medio del cual el propio Irán está cayendo los puede empujar a una iraquización de sus circunstancias, que los puede conducir por un camino sombrío, y al conservar un discurso violento puede esto provocar que se busquen alternativas para desestabilizar al Gobierno iraní.

Es imperativo recordar en la experiencia de la guerra contra Irak, que durante el año 2003 el propio extinto presidente iraquí Sadam Hussein decía en modo irónico al referirse a las posibilidades de estar produciendo armamento de destrucción masiva por lo que finalmente serían vilmente invadidos: «No hay armas de destrucción masiva en Irak», y agregó: «Ahora bien, si nos dan un poco de tiempo y los medios necesarios, produciremos cualquier arma que quieran y entonces les invitaremos a que vengan y la destruyan».

De ese modo, más un vocabulario abiertamente agresivo, se llegó a justificar una invasión contra este país donde finalmente no se encontraron dichas armas y se generó el nivel de inestabilidad que vive la región, de la cual el propio crecimiento exponencial del liderazgo de Irán es resultado. El nivel de respuesta de Hussein hacía leer un mensaje entre líneas que no quisieron tomar ligeramente y esto sirvió de excusa para decapitarlo y deponerlo finalmente, con un muy negativo saldo para la población iraquí.

Las monarquías petroleras del Golfo, así como el Estado de Israel, están empeñados en evitar que los iraníes alcancen un poderío militar en la zona con capacidad nuclear. Al menos en el interés de Israel se analiza desde el enfoque que un Teherán con poderío nuclear no solamente sería una amenaza existencial para el Estado judío, sino que tiene claro que de presentarse este escenario lanzaría a la zona en una carrera armamentista sin precedentes por lo cual es obligatorio evitarlo en uno para así que no se sientan obligados los otros a realizar el mismo tipo de desarrollo bélico, por esto el insistente discurso desde Jerusalem es de hacer lo posible porque Irán no alcance esta capacidad, así como eventualmente lo evitarán con otros países de la zona que puedan poner en peligro su existencia.

Por su parte, los países árabes con fuertes disputas contra los iraníes procuran detener su expansión y evitar que se convierta en la nueva superpotencia de la zona alcanzando armamento que para ellos está lejano, así como asfixiándolo económicamente evitarán tener una competencia tan importante como lo es el Gobierno de Teherán y sus contactos en diferentes mercados principalmente euroasiáticos con la venta de hidrocarburos, y que de este modo puedan ser finalmente los iraníes ser los que pongan las reglas del juego en la región, por lo que cualquier excusa o proceso de inestabilidad es importante en un corto tiempo para evitar ese crecimiento exponencial de lo que se puede catalogar como la «amenaza iraní» al liderazgo estratégico árabe, por lo que «iraquizar» su situación política actual estaría más que justificado.