En otros momentos me he preguntado: ¿cómo hicieron los que escribieron en medio de la guerra? ¿De dónde sacaron fuerzas cuando no tenían casi ni comida y mucho menos el material donde escribir? ¿Cómo cultivaron su voluntad para seguir escribiendo cuando incluso dudaban de poder seguir viviendo? Son muchos los textos que tratan del oficio de escritor y que ofrecen algunos métodos para aquellos que han perdido la inspiración o simplemente no logran la tan anhelada meta. Pero creo que son pocos los que examinan dicho oficio cuando todo está en su contra. Todo arte requiere unas condiciones mínimas para su desarrollo. ¿Cómo hacer cuando estas no se dan y pareciera que no se darán en un largo tiempo? A continuación haré una primera aproximación a este problema en la grave crisis humanitaria que padece Venezuela para dar respuesta a la pregunta: ¿cómo logra ejercer su vocación el escritor venezolano?

En la Venezuela del chavismo-madurismo (1999-2019), especialmente en los tiempos del gobierno de Nicolás Maduro (desde el 2013 hasta el presente), los venezolanos viven una crisis humanitaria compleja. Sé que tendemos a repetirlo mucho, pero es debido a que somos incomprendidos. No hay una clara consciencia de lo terrible de nuestra realidad. En este sentido somos como los sobrevivientes del Holocausto (salvo que en nuestro caso este sigue ocurriendo), porque no dejamos de dar testimonio de la tragedia. Entonces, ¿qué significa esto para el que quiere escribir? Si dicha persona conforma la inmensa mayoría de la población que vive en la pobreza (más de 90% en pobreza de los cuales más del 70% está en pobreza extrema, según la encuesta ENCOVI) y que debe sufrir la hiperinflación con unos sueldos que no dan para comer, a los que se suma el deterioro de los servicios públicos (sin casi agua ni electricidad por solo citar los peores); el escribir es un verdadero lujo.

Es un lujo porque no puedes vivir de solo escribir, y para lograr el dominio de la escritura esta exige formación (leer buena literatura e incluso mala) y práctica. Y esto requiere tiempo, mucho tiempo. Un sueño es que te paguen por ello, pero si no se logra esto como mínimo se debe hacer algo que te ofrezca tiempo para leer y escribir o te acerque a esta actividad. Algunos han encontrado en la Academia, en la docencia y la investigación ese medio aunque ya no está resultando. Ser profesor es de los trabajos peor remunerados, y en ocasiones puede ser que no te deje tiempo para tu vocación. En Venezuela el docente poco a poco ha dejado de ser clase media y esto significa que no puede acceder a libros, a computadoras, celulares, vehículos y a una vivienda digna. Lo bueno es que te ves obligado a leer y discutir lo leído, tienes colegas con tus mismos intereses y que te corrigen, y el enseñar siempre te exige identificar los errores de tus alumnos y cómo hacerlo mejor. No puedes ser buen profesor sin saber dominar el lenguaje verbal y escrito.

Si hay que realizar otro trabajo, ser editor sería ideal o en su defecto: librero. Te ves obligado a la corrección y mantenerte en el mundo de los libros. Pero las librerías han ido desapareciendo del país de manera acelerada por no hablar de las editoriales. De modo que hay que buscar hacer otras cosas. Pienso que lo perfecto es vender o hacer algo que te deje tiempo para escribir, que con pocas horas te dé para ello. Medio día y medio día. He visto a personas que en su trabajo pueden leer algún tiempo e incluso escribir. Es verdad que no es lo normal porque se requiere una alta concentración que se da en soledad. No sé cómo hay personas que pueden leer y escribir rodeados de un gentío; son las menos, en verdad. Otro aspecto que nos está quitando tiempo a los venezolanos son los traslados, porque ya pocos tienen carro por lo costoso de los arreglos, y esto a su vez genera que cuando sales a tomar el transporte público éste no pase y haya un gentío. ¿Cómo leer en esas condiciones? Lo mejor sería trabajar en casa o cerca de casa, porque leer en los trayectos resulta imposible.

Todos sabemos que si logras tener tiempo para leer y escribir ya tienes la partida casi ganada, pero entonces requieres las condiciones del lugar para escribir. Stephen King (2000, Mientras escribo) y la mayoría de los escritores aconsejan tener un espacio donde podamos aislarnos y para ello «hay que cerrar la puerta». ¿Pueden los venezolanos hacer esto? ¿Cuántos escritores anhelan tener un cuarto-biblioteca en sus casas y dicho sueño en la actualidad es casi un imposible? En Venezuela tener casa digna es una verdadera proeza. No tengo que explicarlo, porque si no puedes comer bien menos tener casa. De modo que tienes que seguir el ejemplo que nos dio el mismo Stephen King, quien escribía en la cocina y el lavadero. Otros han tenido que encerrarse en el baño en las noches o no le queda otra que trabajar en bibliotecas públicas, como lo hizo Carlos Marx. Lo terrible es cuando debes disputar el espacio con otros miembros de la familia.

Ante el hecho de tener que ganar tiempo y espacio con la familia o personas con las cuales vivimos, hay que seguir otro de los consejos del gran Stephen King: «ten una relación estable» con gente que comprenda tu pasión. De modo que puedan ser pacientes cuando «cierres la puerta». Claro, el escritor también debe ser paciente y no abusar. Pero lo peor es estar con gente que piense que es algo inútil o que tenga un problema de territorialidad con los espacios, de modo que compitan por ellos de forma irracional. Los hijos pequeños o los ancianos que necesitan de cuidado te «abrirán la puerta». Las interrupciones se multiplicarán. Tiempo y espacio, muchas veces solo queda robarlo a la noche cuando todos duermen, y esto en verdad es lo más difícil. Sea lo que sea ponte un horario y una cantidad de palabras diarias por cumplir, que le demuestre a todos «que vas en serio».

Lo terrible de vivir en tiempos de crisis es que aunque logres el tiempo y el lugar, el estrés que te genera la lucha por sobrevivir te perseguirá hasta allí. La paz es otro de los bienes que desaparecen con las crisis. Es cierto que en Venezuela no bombardearán tu casa (no se vive en una guerra en el sentido tradicional) pero estamos entre los 5 países más inseguros del planeta (en 20 años de chavismo han ocurrido en el país más de 300.000 homicidios), de manera que hay altas probabilidades de que te roben tus bienes, te atraquen, te hieran o te maten. Y lo peor de todos es que esto lo hacen los órganos de seguridad, o ellos son cómplices de la delincuencia común o no te protegen de ella. El Estado financia y ampara a grupos paramilitares que roban en su tiempo libre o cuando ejercen sus «labores» represivas de toda disidencia política. A todo esto hay que agregar que el vivir en crisis es vivir al borde de la miseria, de modo que tu mente se llenará de angustias: si te enfermas no podrás pagar el tratamiento ni las medicinas y los hospitales no sirven y están semiprivatizados, si se te daña algo (carro, nevera, cocina, etc.) no podrás reponerlo. Perder la computadora en donde escribes te hará volver al siglo XIX. Si logras estar en silencio y te dispones a escribir lo que te provocará es gritar por todo esto o dormir para intentar relajarte y olvidar.

¡Calma! Incluso este estrés puede ser utilizado para que escribas. Ray Bradbury (1973, Zen en el arte de escribir) hablaba de la escritura como terapia, porque en ella puedes depositar todo el veneno que se acumula en el día. Necesitas ser escuchado, piensa que escribiendo lo podrían hacer millones de tus contemporáneos e incluso generaciones enteras… si tienes suerte. Si nada te sale (ficción, ensayo) por el estrés, creo que el mejor medio para llevar a cabo esta escritura-terapia es la de llevar un diario ¡es más, creo que todos deberíamos tenerlo! Para un escritor puede servir también de ejercicio, práctica y muy especialmente «cuaderno de notas». En todo caso, hay que comprender que la literatura es «liberarse» de nuestros fantasmas y demonios, y hoy los venezolanos estamos acosados por ellos. Toda nuestra crisis es material susceptible de ser «literalizado». Con ella podemos crear ficciones (y textos en general) con los cuales demostrar nuestro «inconformismo y rebelión (…) porque la razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica» (Mario Vargas Llosa, 1967, La literatura es fuego).

Un recurso fundamental en la actualidad es Internet, el cual es una paradoja en Venezuela. Para el escritor venezolano es un gran apoyo ¡cuando se da el milagro de la conexión! En verdad es una salvación. Porque por medio de él adquirimos información y libros que nuestra situación de aislamiento generado por vivir en dictadura y en la miseria creciente es casi imposible obtener. Pero también nos pone en contacto con muchas oportunidades de publicación. Aunque resulta desesperante cuando nos tumban la conexión y no podemos mandar lo escrito. Una tentación de internet, además de la que sufren todos los que lo usan, para nuestro caso se agrava porque nuestro estrés nos hace usarlo como un medio para relajarnos procrastinando nuestras metas de escritura. En todo caso la misma crisis viene en nuestro rescate porque al suspenderse el servicio nos aleja de la tentación.

En caso que el escritor en Venezuela se quede sin los mínimos que he descrito, no puede rendirse, no solo porque la literatura es fuego sino porque sería prueba que no posee dicha vocación. Como bien dice Mario Vargas Llosa (1997, Cartas un joven novelista): «es una dedicación exclusiva y excluyente (…), la literatura pasa a ser una actividad permanente, algo que ocupa la existencia, que desborda las horas que uno dedica a escribir, e impregna todos los demás quehaceres». Al final quizás lo único realmente importante es jamás dejar de escribir. Si hay algo valioso en nuestros textos el tiempo lo valorará, tal como ha pasado con los grandes que jamás dejaron de vivir su pasión.