«Con permiso de todos, mi fama me precede», es lo que parece decir la voz de los actuales ídolos de masas. Hay una teoría que está soportada por más de un filósofo contemporáneo por la que el vulgo ha movido su interés de las imágenes de Santos a las imágenes de celebrities.
Estos superhumanos, a los ojos de los admiradores, hacen las veces de dioses griegos o de los Santos católicos. Pueden decir, actuar, conducirse por la ciudad o por las redes sociales, como les dé la gana y la muchedumbre los seguirá atenta, admirando hasta el vapor que desprenden sus vestiduras. Desde Bono hasta Rosalía, desde Trump hasta Milei, desde Sam Altman a Elon Musk, no es solamente cuestión de creación artística; la política, la ciencia y muchos otros ámbitos dan para ser célebres. Los famosos no siempre lo buscan, pero sí que la mayoría de ellos utilizan su fama.
Porque la fama nos es solo imagen
La fama a veces da poder, hace olvidar los orígenes y los cuestionamientos más sensatos. ¿Quién sabe si Elon Musk fue el creador de Tesla y Starlink o si sencillamente compró esas empresas y productos? Y, ¿a alguien le importa realmente? ¿Es importante el paso de Rosalía por el casting de un reality show cuando tenía 15 años? Para nada. Lo que importa es cómo presentó su último disco colapsando la Gran Vía de Madrid. Lo que importa es que ahora puede darse esos lujos y otros tantos más, porque es famosa, pues, no es lo mismo crear cuando eres emergente, cuando tuvo que discutir con el casting de ese reality por lo que le pedían hacer. Ahora no discute, ahora impone y la siguen, muchos incondicionalmente.
Y Trump es adorado en sus medios afines, es postulado al premio Nobel de la Paz una y otra vez y nadie se atreve a plantarle cara en su gobierno, porque le adulan, lo tratan como a un rey. Y las casas reales europeas tratan de mejorar la imagen de sus miembros exhibiendo fotos hermosas de sus componentes más jóvenes. La Princesa de Asturias ha hecho todas las formaciones civiles y militares posibles para su edad, además, es bien parecida y eso es imagen. Es una celebridad porque tiene que serlo. Una princesa no puede ser alguien desconocido o que se le conozca solo por sus actos. La fama es poder, el poder necesita buena fama y así es como funciona el sistema en las sociedades, todas las sociedades humanas, porque al parecer el ser humano necesita admirar a otro humano.
Imágenes
Cuando viajaba por el mundo por trabajo, me llamaba la atención que en muchos países en vías de desarrollo (odio esa frase, pero es muy útil), en los ministerios, en los despachos de funcionarios, estaba la foto del mandamás. Sí o sí, no podía faltar. En España pasa, pero no es tan obligatorio; el jefe de Estado está representado en muchas administraciones nacionales y autonómicas. ¿Es necesario? No sé si vendrá de épocas remotas, pero más de una vez he visto a funcionarios, personas de a pie, quedarse mirando la foto, ¿con admiración? No lo sé. La hay cuando el Rey visita ciertos lugares y nunca lo entenderé. Por más monárquico que se sea, ese hombre, esa joven son personas, nada más.
Trump es una persona, se lo comerán los gusanos. Elon Musk, por más que trate de prolongar su vida todo lo que pueda, llegará un momento en el que desaparezca de este mundo y también se lo coman los gusanos. La fama sirve solo en vida y esa veneración de los ídolos muertos es, a mi ver, mucho más dañina incluso que la veneración de las celebridades vivas.
El Mito
Las leyendas, los mitos, Che Guevara en todas las camisetas y todas las banderas son la extrapolación máxima de los idólatras. El ser humano busca referencias donde sea y si no las encuentra, se las inventa. Ernesto Che Guevara no estará nada contento, allá donde esté, con lo que han hecho de su imagen. Pero no ha sido él, han sido los demás, alguien aprovecha esa imagen, uno, miles, a saber.
Valores humanos, valores mundanos
El respeto, el amor, la empatía son valores humanos, pero no ayudan a pagar las cuentas a fin de mes. Son muy bonitos en la boca de las personas célebres y las que quieren serlo como muchos “YouTubers” y creadores de contenido. Pero no están en las vitrinas, no se exaltan como se exalta a Rosalía. Más vale resaltar una imagen de Rosalía vestida de monja que el respeto a nuestros mayores yendo a visitar residencias de ancianos. No me tomen por viejo cascarrabias, solo digo que la imagen vale más que los actos. Esos valores mundanos, como la imagen, el glamour o el lujo, el estilo, valen más que la empatía, el respeto, el amor o la compasión.
¿En qué nos estamos convirtiendo?
¿De dónde venimos y adónde vamos? Cuando éramos más animales y menos evolucionados, al parecer no teníamos tanta admiración por otros humanos. Ese poder admirado venía de la naturaleza. Se temía a los rayos, a los truenos. Eran dioses. No había imágenes de personas destacadas, tal vez los primeros en Autoproclamarse dioses en la tierra fue lo que lo cambió todo.
Los chamanes eran solo medios, pero los Reyes se daban por ungidos por los propios dioses. Ahí empezó toda esta aventura y lo que nunca entenderé es cómo se ha mantenido tanto tiempo. Es más, entiendo mucho menos cómo se ha llevado al extremo de adorar a un chaval de dieciocho años, lleno de tatuajes en el cuerpo, por su creación. Hoy se endiosa a cualquiera, porque es un tema de mercado, de poder, de dinero y eso, amigos, eso es mucho más bajo que endiosar al amigo del chamán o al amigo de Franco, es más triste y es señal de que el meteorito está cerca, aunque no lo veamos. El meteorito puede que seamos nosotros mismos… Ahí lo dejo.















