Max Weber nace el 21 de abril de 1864 en Erfurt, Prusia, Alemania.

Hijo de un jurista y diputado protestante del Partido Liberal Nacional y de una madre calvinista. Estudia en las universidades de Heidelberg, Berlín, Múnich y Gotinga.

En 1893 se casa con Marianne Schnitzer y también es aceptado como catedrático de economía en Heidelberg. En 1895 es nombrado profesor de economía política en la Universidad de Friburgo.

Debido a la muerte de su padre, de 1898 a 1906 sufre severas crisis nerviosas, es recluido varias veces en sanatorios y debe dejar la enseñanza universitaria. Se dedica a viajar y a sus investigaciones. Gracias a ello nace su gran obra intelectual.

Economista, jurista, sociólogo, historiador, politólogo y filósofo alemán de erudición enciclopédica. Uno de los fundadores de la sociología moderna y comprensiva con importantes aportes a la metodología de las ciencias sociales y a la sociología de las religiones.

Aunque hijo de un hogar cristiano se distingue por su postura agnóstica, pero apasionadamente interesado en el estudio comparado de las religiones y en su incidencia sobre la economía.

También fue un liberal en tiempos de ascenso del marxismo que se presenta en ese periodo como la esperanza de la humanidad, ya que esta ideología triunfaba en Rusia en 1917. La tendencia intelectual predominante supone que ya se había ingresado en la época de transición del capitalismo al socialismo, la instauración de las dictaduras del proletariado y la victoria inevitable y planetaria del comunismo entendido como sociedad sin clases sociales. En ese contexto intelectual Weber se enfrenta a Marx y por ello en los círculos académicos se le empieza a llamar el Marx burgués.

También Weber es uno de los padres de la administración pública. Se destaca como antipositivista, promoviendo la idea de que los métodos de las ciencias naturales y exactas no pueden ser importados a las ciencias sociales, pues éstas son ciencias humanas. Es asimismo uno de los precursores de la Escuela económica ordoliberal de Friburgo.

En 1905 publica La ética protestante y el espíritu del capitalismo, demostrando, a diferencia de Marx, que los valores éticos y religiosos calvinistas tienen influencia en el desarrollo del capitalismo. Define el espíritu del capitalismo como las ideas y hábitos que favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas.

Trabajando sobre los tipos ideales de burguesía, la ética protestante y el capitalismo industrial, muestra como los valores éticos y religiosos de los calvinistas durante los siglos XVI y XVII inciden en la conformación de una cultura que favorece el desarrollo económico capitalista. En ese sentido los factores culturales influyen en la economía, a diferencia del determinismo de la base económica que pregonara Marx.

Según Weber la doctrina de la gracia y la predestinación de los calvinistas (y es algo que vivió en su propia familia) les inclina a buscar en el trabajo, en el éxito y en el ascetismo vital un signo de la benevolencia y la bendición de Dios.

En una especie de diálogo crítico con Marx escribió otros trabajos como La religión de China: confucionismo y taoísmo, tratando de mostrar por qué el capitalismo no había triunfado en China. Allí destaca el papel del confucionismo estatista que enseñaba que el hombre superior debía mantenerse al margen de la búsqueda de riquezas y mejor dedicarse al servicio público desde el estado. En fin, que inclinaba la cultura hacia la formación de funcionarios públicos en vez de hombres de negocios.

Asimismo, en sus análisis sobre el hinduismo revela como el sistema de castas en la India constituía un obstáculo para el desarrollo capitalista. En fin, que en sus estudios destacaba el papel o influencia de las religiones en la economía, tratando de refutar una mera causalidad de la base económica sobre la superestructura religiosa.

Esta es su contribución más valorada por los economistas porque estudia las diferencias entre las religiones y la riqueza de sus seguidores. Para decirlo en términos sencillos, según Weber el protestantismo en general y el calvinismo en particular favorecen más la creación de riqueza que el catolicismo, el confucionismo y el hinduismo. Ya antes de Weber, Sombart había atribuido el auge del capitalismo al judaísmo.

También entre los economistas se le reconocen a Weber sus estudios sobre zonas polémicas entre la Economía política y la Sociología y sus trabajos sobre Historia de la Economía.

Asimismo, Max Weber destaca y revela el papel de los valores y de la cultura en el avance y desarrollo del capitalismo, un punto que será retomado durante la década del treinta por los liberales de la Escuela de Friburgo. Y en palabras del intelectual argentino Mariano Grondona, Weber vino a aportar su idea de que «la revolución que llamamos liberal o capitalista se manifiesta y culmina en un cambio económico, pero no empieza allí. Empieza por un cambio en los espíritus, en las conciencias» (Mariano Grondona, Los pensadores de la libertad, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986, pág. 120).

En 1909 Weber funda la Asociación Sociológica Alemana. Entre sus aportes a la sociología introduce el método de los tipos ideales para el estudio de la sociedad, base de los modelos teóricos que luego son adoptados por las ciencias sociales incluyendo a la economía. Los tipos ideales no existen en la realidad, pero constituyen instrumentos de conocimiento que nos permiten entender mejor las realidades sociales y económicas.

Para los politólogos una de sus obras claves es El político y el científico en la que se revelan influencias de Nicolás Maquiavelo y posiblemente del Artha-shastra, del hindú Kautilya. Se distinguen muy bien los tipos ideales del hombre de acción y el hombre de ciencia. También se estudia el tema de la ética en el político, en el funcionario público y en el científico.

Define a la política como «aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder» (Max Weber, El político y el científico, Alianza Editorial, Madrid, 1967, pág. 84); y agrega: «Toda lucha entre partidos persigue no sólo un fin objetivo, sino también y ante todo el control sobre la distribución de los cargos» (Obra citada, pág. 100).

De amplias resonancias han sido sus reflexiones sobre la ética del político, quien se enfrenta generalmente al dilema de guiarse por una ética de la convicción como la que ordena el cristianismo o una ética de la responsabilidad como la que ordena tener en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción (obra citada, pág. 164).

En cuanto al poder lo define como «la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social».

En lo que se refiere al estado lo define como «un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente». También dibuja el Estado como comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama con éxito para sí el monopolio de la violencia física legítima (obra citada, pág. 83). En resumen, el Estado incluye un cuadro administrativo y el monopolio de la coacción y de la violencia física legítima dentro de un territorio.

En cuanto a la Ciencia Política la detalla como la ciencia del poder.

Según Weber en la historia humana han existido tres tipos de poder o dominación: el carismático (familiar y religioso), el tradicional (patriarcas, feudalismo y monarquía) y el legal (Estado moderno, ley y burocracia). El tercero es el típico de las sociedades constitucionales y liberales.

Y aunque Weber prefiere el tercero, sin embargo, nota que «desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la instauración de la democracia, el 'demagogo' es la figura típica del jefe político en Occidente» (Obra citada, pág. 116). Weber fallece mucho tiempo antes de que el demagogo Adolfo Hitler ganara las elecciones de 1933 en Alemania.

Para Weber el aspecto más destacable en la historia no es la lucha de clases sino la tendencia hacia la racionalidad. En ese sentido el capitalismo es un proceso de racionalización. Y dicho proceso fue estimulado por los valores de la ética protestante.

En el sistema de dominación racional legal es clave el papel de la burocracia como tipo ideal que tiene las siguientes características: 1. Los asuntos oficiales se conducen con continuidad. 2. Los asuntos siguen reglas preestablecidas y cada funcionario tiene zonas de competencia. 3. Las operaciones se conducen de acuerdo con una jerarquía. 4. Los funcionarios no son dueños de los recursos que administran o emplean. 5. Sus cargos no son de propiedad privada. 6. Los asuntos se conducen por escrito, en documentos (Salvador Giner, Historia del Pensamiento Social, Barcelona 1975. Pág. 557).

En fin, que el proceso de racionalización de la economía y del Estado hasta desembocar en el capitalismo industrial y en el sistema de dominación legal, aunque aparentemente positivo para Weber en general: sin embargo, revela la aparición de dos personajes típicos de las sociedades del siglo XX: el demagogo y el burócrata.

Weber no logra saber que de la demagogia nacería la destrucción de la República de Weimar y el ascenso al poder del nacionalsocialismo hitleriano y de la burocracia la asfixia y traición de la Revolución Rusa y el surgimiento del totalitarismo estalinista en la Unión Soviética.

A partir de 1918 Weber retoma la docencia primero en la Universidad de Viena y luego en la de Múnich. Si bien destaca esencialmente como un hombre de ciencia y un académico, también en algunos momentos toma posición sobre temas de la política alemana y mundial.

En ese ámbito se le puede definir como un liberal demócrata y en 1919, con la Revolución triunfante en Rusia, cofundador del Partido Demócrata Alemán. Temía la victoria de una revolución socialista en Alemania. Su firme posición contra el comunismo le gana la crítica de los marxistas alemanes, pero en algunos momentos promueve alianzas con los socialdemócratas, lo cual le genera el repudio de la derecha.

Asimismo, critica la política de su Gobierno durante la Primera Guerra Mundial y en la posguerra interviene en la construcción de la paz como miembro del comité de expertos de la delegación de Paz de Versalles. También colabora en la redacción de la Constitución republicana de Weimar (1919). En fin, que se le puede definir como liberal, republicano y demócrata favorable a la paz.

Su sociología de la religión culmina en un análisis sobre la influencia del protestantismo en los orígenes del capitalismo. Al escribir sobre este tema, Weber refuta a Marx, quien creía que lo económico estaba en la base de los fenómenos espirituales. Weber va a probar que un fenómeno religioso, la aparición del protestantismo, está en el origen del desarrollo económico. Demuestra lo inverso que Marx (obra citada, pág. 114).

Max Weber fallece de una neumonía a los 56 años de edad en Múnich, Baviera, el 14 de junio de 1920. En 1922 se publica como obra póstuma su célebre Economía y sociedad.

En palabras del sociólogo francés Raymond Aron: «Max Weber fue uno de los pensadores más importantes del siglo XX (...). Sus detractores y admiradores están de acuerdo, en todo caso, en que su obra es un paso obligado para quienes se interesan por las ciencias sociales» (Max Weber, El político y el científico, Alianza Editorial, Madrid, 1967, Introducción de Raymond Aron. Aparece en la contraportada).