¿Cómo puedo transmitir la conexión emocional que siento con este personaje de historieta a través de mis palabras? ¿Cómo puedo presentarlo de manera efectiva tanto a lectores nuevos como a aquellos que lo conocen desde hace tiempo? Tanto es así, que intentaré en las próximas líneas abordar, brevemente a sus autores, luego desde mi perspectiva sobre la obra, buscando capturar la esencia y el impacto que ha tenido en mí estas aventuras.

Esta historieta –me niego a llamarla cómic– vio sus primeras luces en la legendaria revista de historietas Skorpio, reconocida por publicar obras de ciencia ficción, aventura, policial, terror y fantasía, fue la cuna de grandes talentos y personajes como Mort Cinder y El Eternauta del aclamado H. G. Oesterheld y obras como El loco Chávez, Misterix, Alvar Mayor. Más autores y dibujantes como Carlos Trillo, Alberto y Enrique Breccia, Eduardo Risso, Francisco Solano López y más, algunos de ellos Hugo Pratt. Desde su aparición en Buenos Aires en 1974, Skorpio se convirtió rápidamente en un fenómeno editorial, un verdadero semillero de grandes autores que con el tiempo alcanzarían la fama hasta nuestros días, transgrediendo generaciones de lectores.

De sus autores, vamos a empezar por su guionista y escritor: Carlos Trillo, nacido en Bs. As., en 1943 que en los últimos años de los 60 colaboró en la revista Patoruzú y luego en la editorial de García Ferré armando guiones de Súper Hijitus y Anteojito. Años después Trillo pasó por la revista Satiricón, trabajando con autores como Lito Fernández y Horacio Altuna, junto con éste crearán las célebres El loco Chávez y Las puertitas del señor López, ambas muy impregnadas en el inconsciente colectivo de aquella época. Para finales de los 70 hasta mediados de los 80, junto con Enrique Breccia crearon la obra de Alvar Mayor, un guía, medio peregrino, medio guerrero, espadachín, de noble alma que no busca fama, un tipo duro por fuera, parco, pero que ama a una sola mujer, un personaje por el cual gravitan muchas historias, ambientadas en la América Colonial de la segunda mitad del siglo XVI.

No me quiero adelantar pero, a veces, el entusiasmo me obnubila. Y es necesario que contemos un poco del dibujante de esta historieta, y es uno de los máximos exponentes de Sudamérica, es Enrique Breccia, hijo de Alberto Breccia, otro gran referente. Nacido en 1945, que creció a la sombra de su padre que lo influenciaba en la pintura, en el dibujo y lo imbuía el mundo de las historietas. Ya siendo un poco mayor colaboró junto a su padre y H. G. Oesterheld en Che-Vida de Che Ernesto Guevara (1968), una obra política pero tan necesaria para la posteridad como aggiornada a su época, en un mundo, y más precisamente, una Latinoamérica agitada políticamente. En este trabajo Enrique mostró sus trazos definidos en sus dibujos, en puro blanco y negro, logrando una lectura liviana pero con cuadros cargados de detalles en primer plano y, en otros, logrando una distancia focal sin aun definir su verdadero estilo.

Queriendo ser un tanto específico con esta obra, podemos informar que esta creación se publicó en octubre de 1977 en el número 36 de la Skorpio, en plena dictadura cívico-militar, y a los largo de sus siete años de publicación (hasta 1984), se fue inmiscuyendo en la lectura obligada de aquellos lectores jóvenes y no tan jóvenes, como pidiendo permiso en sus primeros capítulos, para ir pisando cada vez más fuerte en sus siguientes aventuras.

Alvar, hijo del cartógrafo español Francisco Pizarro y de una mujer indígena, nació en el corazón del Imperio Inca. Su infancia estuvo marcada por la tragedia cuando, siendo apenas un niño, presenció la brutal muerte de su madre, quemada viva por los conquistadores españoles. Este evento traumático lo dejó marcado para siempre, pero también lo obligó a crecer entre dos mundos: el de su padre, un hombre de ciencia y exploración, y el de su madre, una mujer de raíces ancestrales y sabiduría indígena.

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Alvar, un joven de mirada penetrante y porte sereno, forjó su camino como guía y explorador gracias a las enseñanzas de su padre. Recorrió montañas y selvas, parajes inhóspitos y ciudades ostentosas como Potosí, siempre observador de sus pasos y sabedor de los mitos que impulsaban a muchos hombres a adentrarse en territorios desconocidos, como la leyenda de El Dorado en el Amazonas.

En sus primeros viajes, Alvar contó con la compañía de Tihuo, un aborigen de rasgos selváticos y experto en la cerbatana. Juntos, exploraron la selva amazónica en busca de la ciudad perdida de oro, enfrentando peligros y desafíos que pondrían a prueba su ingenio y su valentía.

A lo largo de la tira se verá a un hombre recorrer gran parte de Hispanoamérica, algo impreciso en donde se desarrollan estos eventos pero siempre a pie, guiando recuas de hombres y bestias en busca de tesoros, de adentrarse en lo onírico y luchar en sueños ajenos, de matar dioses y rescatar la hija de un brujo. Este personaje que usa un sombrero de alado que luce una cicatriz en la mejilla izquierda, que amó y fue correspondido por Lucia, que tuvo que hincar su espada en las carnes de sus enemigos y que pudo ver sus posibles muertes en sueños no hace, sino, que aumentar su riqueza espiritual.

No sé qué es lo que mueve a este personaje a aceptar encargos para buscar tesoros de leyendas perdidas, de hombres con avaricia desenfrenada y de no buscar resaltar su nombre y elevarlo a categoría. Este protagonista pertenece a aquella estirpe que son constantemente desafiados, que no buscan aventuras sino que ellas le llegan pero él, y no les huye; que tal vez es movido por el deseo de sentir la adrenalina correr por sus venas, de aguzar todos los sentidos en una sola acción; o quizás de volver a la compañía de Lucia. Un hombre nostálgico que va errando por la tierra y el tiempo, aceptando esos obstáculos que se le presentan delante.