Uno reflexiona sobre lo que quiere, lo que piensa o lo que más siente. Normalmente cuando reflexionamos sobre algo, lo hacemos porque ese algo nos preocupa o nos busca.

Vengo reflexionando últimamente sobre la adversidad, pero, sobre todo, cómo esa adversidad, percibida de un modo u otro, supone también para unos una situación diferente: una situación de impulso o una situación de bloqueo.

Nuestra actitud ante la adversidad dice mucho de nosotros como personas. Conocernos es imprescindible para saber que, pase lo que pase, somos capaces de seguir adelante.

Todas las personas que conozco, y sobre todo esas personas que más admiro y tengo como referentes tanto en el ámbito empresarial como en el espiritual, les ha tocado enfrentarse a la adversidad varias veces en su vida. Lo hacen con valentía y carácter, sin hundirse ni convertirse en víctimas.

Para muchos la adversidad fue su trampolín. Les hizo líderes en sus vidas, en sus carreras profesionales. Hay que relativizar la adversidad. Es una cuestión de enfoque, de mirada, actitud, y siempre hay que agradecer la suerte que tenemos (podría haber sido peor o hay cosas peores).

Por lo tanto, lo primero que debemos hacer en una circunstancia adversa es descubrir quienes somos. No superaremos la adversidad si antes no nos conocemos.

Nos resistimos a mirar lo de dentro.

La ayuda viene a través del dolor.

Aquellos que somos inquietos, curiosos, dedicamos parte de nuestro tiempo a indagar, querer saber, sobre esto y aquello. En cambio no buscamos conocernos nosotros mismos, nos da miedo: ¿Quién Soy Yo? Esa es la pregunta y debería de ser una de las tareas más fáciles de realizar, aunque para nosotros, parece ser, es la más difícil. Somos extraños de nosotros mismos. No entendemos que nuestra Verdad somos nosotros y la simpleza está en permanecer como el Sí mismo.

La adversidad se supera escuchándote a ti mismo, no haciendo caso de lo que nos dicen los demás. Dejar de lado opiniones exteriores negativas. Hay personas que nos rodean que son particularmente dañinas en momentos o circunstancias adversas. Nos hundan más que nos levantan con sus palabras.

No te creas nada. La verdad está dentro de ti.

Lo que más nos limita es aferrarnos a nuestras creencias.

Las situaciones adversas son temporales. Y que pasen antes o después depende fundamentalmente de nosotros. Camina hacia adelante, no te pares. Te sientes mal, pero sigue. Todo es temporal. Si te paras te costará mucho más recuperarte. Acepta y sigue.

Piensa dónde quieres estar y no dónde estás. Imagina aquello que más deseas fuera de ese momento circunstancialmente adverso.

Márcate un plan. Trabaja hacia un objetivo concreto, hacia la salida. Siempre se puede hacer algo para que el futuro sea diferente. Si coges cuanto antes el camino hacia donde quieres ir, soportarás mejor mejor el momento problemático del presente.

Escribir en un cuaderno nuestras emociones. No dejo de aconsejarlo. Sobre todo en momentos de adversidad, en circunstancias de crisis, escribir nuestras emociones, lo que sentimos, lo que pasa por nuestra cabeza, es el mejor de los desahogos. Soltar lo que nos duele, vomitar todo aquello que pasa por nuestra cabeza puede ser una de las mejores terapias para caminar de nuevo cuanto antes.

La adversidad es una experiencia. Cada experiencia nos ayuda a conocernos y nos hace aprender para la próxima vez.

Debemos enfrentarnos a la adversidad como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje personal. Cuesta aceptar esto pero la adversidad nos hace más fuertes, nos da carácter y nos genera profundidad.

Somos resistentes por naturaleza. Tenemos el potencial de recuperarnos de adversidades.

Para enfrentarnos a las adversidades, debemos eliminar cuanto antes la tendencia de culparnos a nosotros mismos, a las circunstancias, o a otras personas.

Si la adversidad nos golpea, arriba.

El éxito se encuentra en levantarse y seguir adelante a pesar de las dificultades, problemas, y circunstancias.

Napoleón Hill decía que:

«Cada adversidad, cada fracaso, cada sinsabor lleva consigo la semilla de un beneficio igual o mayor».

La adversidad nos ayuda a colocarnos mejor en la vida. La adversidad nos hace que marquemos nuestras prioridades y lealtades de manera objetiva, sin sombras.

La adversidad nos devuelve a nuestra fe. Nos hace encontrarnos de nuevo en nuestra espiritualidad. Debemos transformar esas circunstancias desfavorables en nuestro camino de iluminación.

Traleg Kyabgon Rinpoche comenta:

«El entrenamiento de la mente nos permite utilizar la adversidad en vez de dejar que nos orille a un rincón de desesperanza. Esta tendencia a adoptar una actitud derrotista de cara al mal es uno de los más grandes obstáculos que afrontamos en nuestra vida diaria y uno de los principales impedimentos a nuestras aspiraciones espirituales. Debemos ser vigilantes y conseguir métodos hábiles para lidiar con las dificultades de tal manera que podamos evitar el hábito de batallar contra nosotros mismos. Responder con fortaleza, certitud, entendimiento y apertura generará un mejor sentido de valía y ayudará a resolver o mitigar la situación. Así es también la forma en la que aprendemos a enfrentar circunstancias desfavorables y "tomarlas como el sendero", de tal forma que no estamos luchando contra nuestros problemas sino trabajando con ellos. Ya que luchar en contra de otros o de nosotros mismos sólo exacerba los problemas, continuamente debemos examinar nuestras respuestas negativas, para ver si tienen un propósito significativo o si son solamente patrones inconscientes recurrentes que nos influyen habitualmente».

Cuando has tocado fondo lo único que puede ayudarte es eso, el fondo.

En toda oscuridad se abre La Luz.

Hay que aprender del sufrimiento. Cuanto mayor sea tu sufrimiento mayor será tu gloria.

La vida es una escuela personal de crecimiento. Si estás atento aprendes.

Las situaciones que vives son necesarias para tu crecimiento.

Los infortunios de la vida te hacen crecer. Lo decía mi maestro Séneca.

Afronta las dificultades con entereza.

La adversidad nos despierta y tienes que caerte para despertar.

La mayoría de nosotros vivimos perdidos.

Somos un diamante sin saberlo. Lo tenemos enterrado dentro de nosotros y solo lo descubrimos cuando estamos dando con la cabeza contra el suelo.

A veces las circunstancias de tu vida se tuercen, no son como quisieras que fueran, se complican. En ese momento tienes que ser fiel a tu visión. Ya has pagado el precio que te exige la vida. Ya has rozado con la cara el suelo. Ya has aprendido la lección. Tómalo como un impulso hacia delante y pelea por aquello que realmente quieres mirando al frente.

Puedes influir en tu futuro con tus pensamientos. Siempre. No sufrimos por lo que pasa sino por lo que hacemos con lo que pasa.

Nadie nos había contado que la adversidad es parte de la vida.

¿Por qué a mí? ¿Qué injusto? Víctima. Drama. Pastillas y más pastillas. Alcohol.
El ego nos va matando poco a poco.

Hay que entender estos momentos.
Hay que aprovechar la adversidad.
Hay que aprovechar el sufrimiento.

Cuestionarnos, limpiarnos hasta quedarnos con lo esencial que somos nosotros.

No tiene que cambiar nada, tenemos que cambiar nosotros.

Pasar del ego al ser.
Despertar.
Volver al hogar

Cada uno de nosotros tenemos un potencial extraordinario.

La adversidad es un camino, una prueba de superación.

El momento más importante de nuestras vidas no es el éxito, es la superación de la adversidad. Aprovéchalo. El dolor es inhabitable, sufrir es una opción.

No existen injusticias, existen oportunidades.

Todo lo que pasa pasa para aprender.

No hay problemas, son oportunidades. Son procesos de transformación.

La vida nos manda oportunidades convertidas en problemas.
No sufrimos por perder, sufrimos porque nos perdemos.

Renacer, resurgir, renovado.
Cada vez que hablamos de lo negativo del pasado lo hacemos revivir.
Cuando hemos superado una adversidad, algo negativo, lo mejor es no recordarlo. Todo lo que se recuerda se revive y lo que se revive, de alguna manera nos vuelve a dañar.

Aprovéchate de tu adversidad para crecer.